Stephanie salas una voz independiente

Constelación. Luego de seis años de silencio, Stephanie Salas volvió a los estudios para autoproducir Soy lo que soy, el séptimo álbum de su carrera.

Con las intervenciones de Pablo Valero, Sabo Romo, Mauricio Clavería, Alfonso Toledo, Patricio Iglesias, Jesús Baéz, Andrés Sánchez, Aarón Cruz, Hernán Hetch y Nico Santela, la cantante logró un resultado bailable, electrónico y con la calidez de una mujer que mirando a los ojos habla de sus experiencias.

Notable. “Lo que sucedió en mi caso es que maduré como artista y empecé a sentir la necesidad de hacer mis producciones”, plantea Stephanie de entrada, “porque llegó el momento en que quiero cantar; pero no lo que me inpongan ni la misma formulita”.

Un lapso de dos años. “Desde los orígenes: escuchar el material, hacer cosas nuevas y rascarle”, dice de buen humor, “la idea principal era grabar temas inéditos. Hicimos toda una labor, porque cuando sientes el anhelo de sacar una producción, debes ver qué te falta por explorar”.

Desde hace tiempo
”Pablo Valero y yo tenemos una buena relación musical y empezamos a entendernos; él con la guitarra y yo palomeando, haciendo melodías”, revela la hija del baterista Mike Salas (Los Hoolingans); “tiendo a escribir y tenemos nuestra receta para trabajar: por mi lado, tomo unos acordes y Pablo es muy buen arreglista. De esa manera empezamos a hacer grabaciones pequeñas”.

Si se le ocurría algo, “llegaba al día siguiente con la idea”, prosigue la autora del CD; “también tuvimos la colaboración de nuestro amigo Juan Sebastián Laborina; es un músico argentino que vive en Canadá y con él salió la canción Soy lo que Soy, que se dispara un poco de lo demás del disco, porque es un tema más melódico”.

Primero trabajaron 20 temas. “Empezamos por arreglar canciones para darles vida y hacer los demos. Partiendo de ellos, hicimos otra selección de diez canciones. De hecho, tengo la ilusión de hacer algunos acetatos porque me encantan los viníles”.

Concentración. “Es lo que necesita un disco, no importa que lo hagas en México”, se pregunta Stephanie; “¿de qué forma te involucras para desconectarte de todo lo que te pueda distraer? Eso es muy importante”.

Mujer conduciendo
“A lo mejor me tomé mucho tiempo; pero nada como encerrarte”, recomienda, “nos encerramos de verdad para hacer las bases y Pablo puede estar 24 horas produciendo; realmente nos dedicamos. Como somos los productores no tuve a un director artístico diciéndome lo que quería escuchar o quitarle”.

Soy lo que soy se grabó en los estudios de Pablo Varelo, el de Poncho Toledo, Honky Tonk en Los Ángeles y los estudios de Julián Brody también en esa ciudad, donde se hicieron las programaciones y el remix del sencillo”.

Cantando cómoda. “Grabé con un micrófono Neumann y a veces con un Blue”, cuenta la artista, “En este caso, la voz la pasamos por un preamplificador API y un Neve. Benny Ibarra nos rentó el API y Erik Rubín el Neve”.

A darle forma. “Estuvimos viendo hacia dónde iba la producción”, plantea la vocalista; “si íbamos a requerir de músicos o con programaciones. Llegamos a la conclusión de que invitaríamos a músicos comprometidos; no teníamos nada de ilusión por contratar músicos de estudio; sino que le hablamos a grandes compadres de la escena del jazz nacional y el rock. Así empezó a avanzar”. “Pensamos: ‘aquí estaría muy bien si le hablamos a Sabo Romo: le va quedar perfecta esta rola”, y surgía la inquietud, así que grabamos en el estudio de Poncho Toledo las bases”.

Buena sociedad. “Pablo me sorprendió con ideas, pero siempre poniéndolas sobre la mesa. Él nunca hizo nada de lo que yo no estuviera al tanto, como suele suceder, cuando un productor lleva la batuta”, cuenta marcando distancia, “en este caso fuimos un gran equipo de desarrollo musical y sobre la marcha empezamos a involucrar músicos de la talla de Sabo, Aarón, Hernán y Mauricio”.

Comando rítmico. “Todas las canciones que grabaron Aarón Cruz y Hernán Hetch fueron la base; se acompañaban la bataca con el bajo y eso estaba padrísimo”, continúa la intérprete; “con Sabo iba tocando Mauricio Clavería y siempre hubo ese ensamble; para que se prendieran siguiendo en los audífonos la guitarra guía de Pablo”.

Sesiones orgánicas. “Escuchaban un par de pasadas, hacían varias buenas tomas y eso era todo”, describe la emprendedora; “después, Aarón tocó el contrabajo en la pieza Nocturna”.

Todos tienen su caracter
“Es fascinante ver cómo trabaja Hernán y Aarón; lo especial fue que, lejos de que cuando contratamos a alguien, aquí sí hubo mucha apertura para disfrutar”.

A medida que se desarrollaba el proyecto, Stephanie se empezó a entusiasmar. “Pablo trabajó aparte en su estudio, puliendo las guitarras y sacando sonidos”, matiza la también actriz; “yo trabajé muchísimo las voces en el estudio de Poncho. Íbamos por períodos: las bases y luego las voces”.

Terminando las estructuras. “Todo fue creciendo”, dice animada; “no queríamos dejarlo nada más con un sonido blusero, folk o rock crudo muy elemental, sino que queríamos darle un empujoncito con las programaciones”, y saca el as; “Pablo se fue a Los Angeles con Julián Brody, porque sentimos que había que agregar algunas programaciones y Julián era el indicado”.

Pablo voló a Los Angeles. “Trabajó algunas semanas, regresó y me enseñó su propuesta”, admite Stephanie. “Me encantó. Y cuando tuvimos las programaciones de Julián y estábamos listos para mezclar, fue que se involucró Phil Vinal en la coproducción”.

Phil, a redondear el sonido
La mezcla corrió a cargo del veterano, en el estudio Honkie Tonk de José Fortillo, ubicado en el fraccionamiento La Herradura. “Ahí deveras, te desconectas”, recomienda la productora.

“Phil llegó a la mezcla, para juguetear con los elementos que había. Teníamos todo listo para que nada más llegara, empezara a jugar y le diera el toque final”, narra con emoción; “fue maravilloso porque hizo un trabajo muy interesante, dedicado y proponiendo ideas”.

Tajante. “Pero si una grabación no viene bien, la mezcla no la ayudará”, sentencia Stephanie; “si llegas al master y todo le demás venía pésimo, no va a jalar nunca”.

La gran manzana. “Me llevé el disco duro a Nueva York, a Masterdisk con Scott Hull. “Decidí llevar yo misma el disco porque creo que hay partes en las que hay que estar y la verdad, siempre voy a mis masters. Scott estaba fascinado y solamente pulió detalles de niveles”.

Un nuevo comienzo. “Mi punto de partida son los espacios musicales donde la gente esté interesada en hablar de esta obra”, valora; “el video está ayudando mucho y completa el concepto; es como una radio visual”, se despide Stephanie Salas.

Única, así es ella.
Redacción: Víctor Baldovinos