Sara Valenzuela – Los discos también se hacen desde la cocina

Luego de seis años de silencio discográfico, Sara Valenzuela vuelve a las tiendas de discos con En la cocina, un álbum preparado a fuego lento entre amigos, como ella misma explica: “fue un proceso largo que me tomó todo el 2010 y un pedazo del 2011. En este disco abordo la necesidad de estar consciente del momento que me está tocando vivir ahora mismo, sin divagar demasiado sobre el futuro. ¿Para qué preocuparme de las cosas que no puedo controlar? Hay que dejar que la vida fluya, sin más”. Producido, mezclado y masterizado por Gerry Rosado en Zona de Intolerancia, FM Estudios e Ighlu Estudios en México, además de Estudios King, en Argentina, el nuevo avance de Sara opera como un confesionario que aborda la perspectiva de vida de la cantautora en canciones que la tapatía define: “fueron grabadas de manera casera con los elementos técnicos básicos, como muchos hacen hoy día”.

Pasó un buen tiempo desde tu disco previo, Lado Este. ¿Por qué te tomó tanto regresar?

“En realidad quería hacer este álbum desde 2007. En un par de ocasiones estuve a punto de concretar la grabación con la ayuda de otros productores, pero finalmente no ocurrió y me frustraba que no fluyera el asunto. De este modo aprendí que las cosas llegan cuando deben de llegar. Así fue que a fines de 2009, platicando con Gerry, descubrí que él era el indicado para producirme y nos pusimos a trabajar”.

 

Ocupaste varios estudios de grabación
“Casi todo se hizo en Guadalajara, el resto fue grabado en el Distrito Federal, aunque también registré una canción en Argentina, en el estudio de Pablo Hadida —un tipo súper clavado en lo vintage que además hace ukuleles— porque allá nació. Junto a Gerry Rosado, en Zona de Intolerancia, sólo grabamos voces, ciertos pianos y a todos los músicos invitados de la ciudad de México, como Carlos Maldonado y Alex Otaola; el resto se hizo en Guadalajara de forma casera. Grabamos con lo que hubo a la mano, ya las computadoras después se encargaron de fingir que las cosas se hicieron de otra manera”.

Ahonda en detalles sobre las sesiones en Guadalajara, ¿cómo era el estudio casero donde grabaron?
“En realidad lo hicimos en casa de Frankie Mares (baterista). Él adaptó su casa. Digamos que el cuarto de servicio fue nuestro hogar y estudio durante algún tiempo. Actualmente la mayoría de los músicos ya graban así, con pocas herramientas; lo que hace la diferencia para obtener un buen producto es contar con alguien que sepa cómo aprovechar al máximo todo y lo más importante: visualizar una idea bien clara de lo que se planea obtener. Técnicamente no hubo realmente nada sofisticado, con el software de batalla y unos buenos micrófonos la hicimos. Hace poco un periodista de Austin alababa la producción de mi disco, me decía que se imaginaba el estudio de primera donde lo hice. Si supiera dónde y cómo se realizaron las cosas…”.

 

¿Cuál fue la labor de Gerry?
“Creo que, sobre todo, lo que pesa más que un equipo carísimo es que Gerry conoce bien su oficio como ingeniero y productor. Es muy interesante la forma en que graba, cómo consigue que todo suene bien con los mínimos elementos disponibles. Yo grabo mis demos con guitarra y después armo una pista o algo parecido para así ir construyendo melodías. Para este disco tuve mucho chance de hacer demos muy completos y cuando llegué con Gerry ya había varias canciones con mucha producción, pero su trabajo fue precisamente deshacer eso, cambiar el rostro de los temas”.

“Fue bien interesante porque, imagínate, llegaba yo con mis canciones en sesión abierta, con muchos apuntes para cada una, pero él me cuestionó de una forma que nunca antes nadie lo había hecho. Por ejemplo, me decía: `en esta canción dices algo que no corresponde con la instrumentación ni con la armonía que usaste´. O: `en tal letra dijiste esta palabra y acá la repites, pero el sentido es mejor en la primera´. Cosas así, muy clavadas. Con él me di cuenta de que íbamos a chambear bastante, pero me encantó la idea de que se metiera hasta el fondo con mis composiciones, a pesar de que tiene bastante trabajo. Al final, ambos seleccionamos los mejores temas, pero en realidad todo fue partir de cero. Prácticamente olvidamos los demos; el 90 por ciento del trabajo consistió en seguir otra ruta”.

¿Y cómo te sientes con este cambio de personalidad?
“Conociendo mis versiones previas, sé que todo fue ganar con las nuevas, porque trasmiten lo que yo trataba de decir con ellas y descubrí su personalidad real gracias a Gerry. Originalmente había temas bastante orgánicos, básicos, pero terminaron siendo lo contrario. Yo creo que uno como músico debe confiar en el productor que ha elegido para trabajar. Personalmente, nunca pasé por una situación donde se me impusiera algo en lo que no estuviera de acuerdo. De hecho, siempre creí en el criterio de Gerry. Nos llevamos muy bien durante la grabación; tomamos mucho café y platicamos hasta negociar lo suficiente para al final tomar una decisión mutua, y en determinado momento eso me hizo sentir la confianza necesaria para soltar cosas que no tenía planeadas, pero al final resultaron bien”.

¿Qué hay de la voz, cómo te sentiste al respecto durante la grabación?
“Esta vez canté de manera más relajada. No intenté hacer registros altísimos ni presionarme en ese sentido. Como que he dejado un poco atrás mi intención rockera; hoy todo es más relajado, tranquilo. En La Dosis jamás tuve una dirección de voz, pero Gerry se involucró hasta encontrar la relación correcta entre la música y mi voz. Por ejemplo, hay canciones que hablan de amor, miles, pero no todas comunican ese sentimiento efectivamente. Decir “te amo” no es suficiente, hay que encontrar la intención correcta para hacerlo y creo es algo que conseguimos en este álbum”.


 
 
¿Existe una personalidad a nivel producción que pretendías obtener con este trabajo?
“Hay muchos detalles por descubrir mientras se escucha este álbum, como temas donde después de dos minutos se adhieren instrumentos tras sólo escuchar voz y guitarra. Mi disco previo era un tanto más rocker; hoy poseo un carácter más acústico, de banjos, trompetas y contrabajos. Hubo canciones que escuchábamos y sabíamos que podíamos meterles más cosas, pero huimos de la sobreproducción. Incluso mi voz, algo que suelo cuidar mucho, por momentos suena quebrada, pero Gerry me decía que prefería una leve desafinación con tal de ganar emoción. Éste no es un disco perfecto porque no es así la realidad; lo que buscábamos era encontrar un ambiente cálido, algo que reflejara cómo mi perspectiva frente a la vida ha madurado”.

Sara, ¿te gusta mucho estar en la cocina o por qué el título?

“Lo de llamar así el disco, En la cocina, es porque en ese lugar me han pasado cosas muy importantes en mi vida. Además, considero que éste fue un disco cocinado a fuego lento y por eso me sabe tan bien. Con él aprendí que hay que saber esperar, porque no se puede hacer un buen platillo, como un pavo, en diez minutos.  Hablando en lenguaje culinario, creo que no hay nada crudo aquí, todo está en su punto y cada invitado es como una especia que le da un sabor muy particular a los temas que lo conforman”.