Camino blanco. Playa del Carmen es lo más parecido al paraíso: gran clima, buena música y hermosas mujeres. Con Randy Brecker, Stanley Clarke y Yellowjackets como estelares, la novena edición del Festival de Jazz de la Riviera Maya dejó en claro por qué se ha vuelto una visita obligatoria para los mejores músicos del mundo: el placer de tocar aquí no se parece a nada de lo conocido. Como un edén de libertades sonoras, la reunión anual del talento con su público se convirtió en tres días de éxito, con mar y arena en clave de sol. Milagroso. El equipo humano que hace posible el fiestón está encabezado por el Fideicomiso de Promoción Turística de la Riviera Maya, dirigido por Darío Flota y con Fernando Toussaint como director artístico, así como la compañía LAP Entertainment al frente de la producción, firma de profesionales que, cumpliendo hasta el último de sus deseos, satisfacen a los artistas más exigentes. |
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Escenarios controlados
A la orilla del Caribe, Antonio Méndez, production manager y director general de LAP, da a conocer las profundidades de la logística de este festival que ha crecido exitosamente al pasar de los años. “Este es el cuarto año que estamos produciendo el evento”, señala Antonio, “junto con Raymundo González somos los encargados de la producción del festival. Los proveedores son prácticamente los mismos con los que hemos trabajado desde hace años”, y enlista, “la estructura metálica y los soportes son de la empresa de Martín Ríos. La iluminación, audio y video fueron traídos por Música Moderna. El backline lo puso la compañía de Celso Moreno y las plantas de luz fueron suministradas por ML Peninsular, de Yucatán”. Con generoso presupuesto. “Pero se analiza bajo lupa”, añade el production manager, “al final de cuentas se llega a un acuerdo, se autoriza y de ahí partimos para que haya lo necesario”, concluye Antonio Méndez reconociendo: “si no hubiera apoyo económico por parte del fideicomiso, obviamente no podríamos hacer magia”. |
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El responsable del escenario, Néstor Bello, menciona por su parte: “Algo que me pone muy contento es que aquí se ha avanzado, tanto técnica como operativamente en todo lo que tiene que ver con un festival. Nos manejamos como en la mayoría de los escenarios: hacemos un programa de pruebas de audio y una alineación del show. Las pruebas las iniciamos con la banda principal del día, para que se vaya rolando el equipo y terminamos con el grupo abridor para tener las configuraciones completas”, explica.
Bastante fluido. “Después de cuatro años de trabajar con la misma gente, ya lo tenemos bien dominado, la comunicación entre el staff y la producción ejecutiva es muy importante”, y dice la razón: “a veces, delegan a personas que no tienen una idea completa de los equipos con los que se cuenta. Algunas veces han llegado artistas que preguntaban por un instrumento que no estaba disponible o que no sabían qué consola se ocuparía”, de manera que Néstor recomienda: “lo importante es no triangular ni permitir que estén involucradas tantas personas, sobre todo en cuestiones técnicas”. Delicia musical a la orilla del mar “Al festival vengo con mi socio Óscar Gamas”, señala Salvador Castañeda, director general de la empresa consultora de audio Sonotribe y jefe de audio del evento, “él se encarga del diseño del sistema y yo vengo a mezclar los shows de las bandas locales y los internacionales que no traen operador. Por mi parte, en la mezcla, tras la experiencia del año pasado, volvimos a pedir consolas Avid Venue. “Rocoto” Mantini y Aquiles Vera instalaron dos para sala y monitores”, se alegra Salvador. |
Familiarizado con la consola. “He trabajado con ellas bastante y se pueden hacer muchas cosas. Por ejemplo: todos los shows se graban. Cada año hacen un disco, gracias a que la Venue tiene Pro Tools, sale un cable a una lap top y se graba en sala”.
Otras ventajas: “Ayer tenía varios pendientes de unas pruebas de audio y cuando regresé en la noche, 40 minutos antes del show, pude revisar más cosas. Y eso en un festival, por la velocidad a la que ocurre, es muy accesible hacerlo con esta consola”, advierte Salvador. Sobre el resto del equipo, Salvador Castañeda resume: “el PA fue Meyer Sound MILO con 14 altavoces por lado; 12 fueron MILO convencionales y las dos de abajo, MILO 120. Los subwoofers fueron 700 HP de Meyer Sound, en configuración cardioide, con una alineación horizontal, para no contaminar el escenario”. Diseño elegante |
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El enfoque gustó: “Integrar el video a la parte de luces, para así lograr más balance”, continúa el diseñador, ”tener los módulos de LEDs y no dejarlos en cuadrado, sino hacer algo más diverso”. La producción de LAP estuvo de acuerdo. La gente de video estuvo contenta y me fueron siguiendo para lograrlo. En realidad las imágenes tuvieron como trasfondo un color y todo color en cada canción buscó ser una imagen”.
Para realizar su visión, Kitto aplicó luminarias Vari-Lite: 12 VL3000 Spot y 18 VL3500 Wash, combinadas con 16 Opti Par de LEDs. “Sobre el escenario ocupamos ocho leekos ETC, más minibrutos y máquinas de humo Martin Professional”, dice el iluminador detrás de su consola Wholehog III. ¡Extra!: el jazz nos necesita. ”A final de cuentas, voy siguiendo a los músicos. De alguna forma, también estoy haciendo un jam, improvisándolo todo. Es justo lo que hacen ellos”, plantea Kitto y añade: “en un festival como éste que se hace cada año se sabe que el público es exigente y muy observador, porque están viendo al músico, no nada más el concierto. Nosotros podemos inventar un nuevo escenario, pero a fin de cuentas, los músicos son los que hablan”. Redacción: Víctor Baldovinos |
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