Dos veces premiado con el Latin Grammy, el ingeniero colombiano Camilo Silva ha colaborado con una amplia gama de artistas, que van desde la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, hasta la banda Doctor Krápula.
Antes que nada, escuchar. Durante una amena plática, Camilo abordó los principales aspectos de su formación, el trabajo al lado del popular Galy Galiano y los antecedentes de una exitosa carrera, que incluye créditos con Carlos Vives, Jorge San Juan, Ñeco Orozco, Baterimba, Mojito Lite y Vibraterra, entre una enorme lista.
¡Feliz 1997!
Camilo cumplía 17 años y estaba claro que quería aprender los misterios del audio: “Pero en Colombia aún no había un lugar donde pudiera estudiar”, describe Camilo; “sólo teníamos la Universidad Javeriana, de la que salen productores a nivel mundial como Andrés Torres, baterista impresionante que además produjo ‘Despacito’. Pero el programa de la Javeriana es de música: una carrera de cinco años para personas que de verdad quieran dedicarse a la música, meterse en el mundo del sonido y tener ambas habilidades”.
La suerte dio un giro inesperado. “En esa época, apareció una escuela muy pequeñita, pero ahí tuve oportunidad de tener acceso a equipo, usarlo para grabar, manipular cinta análoga y hacer cierta cantidad de cosas; fue un punto de entrada, porque empecé a tener nociones básicas y a comprender los flujos de señal. Estuve un par de años y al final me quedé trabajando ahí: grabando y haciendo estudios. Esa fue mi primaria en todo esto”.
En la vida de todo ingeniero, llega un momento de entrar a la industria. “En esa escuela, los músicos siempre se juntaban (sin importar de qué grado fueran), para tocar”, Camilo recuerda; “ahí estaba estudiando el hijo de Galy Galiano un par de grados abajo del mío. Mauricio tocaba guitarra, fue inevitable hablar y entonces, supo todo lo que me interesaba el audio”.
Mauricio le presentó con su padre. “Estuvimos hablando y pasamos un rato interesante. Un par de años después (en 2001), Galy me invitó a ver un estudio que acababa de comprar. En Bogotá había cuatro estudios muy importantes en ese entonces: uno era Sonolux (que después pasó a manos de la televisora RCN); otro es Audiovisión; el tercero era Ingeson y el último era de un costarricense llamado Ricardo Acosta, quien se lo vendió a Galy. Cuando él lo compró, me invitó a trabajar y con él me quedé dos años”, menciona Camilo.
La otra cara de la moneda. “Así fue como mi oportunidad se presentó: me la dio Galy. Por esa razón, es como de la familia, lo llevo en mi corazón y realmente, ésta fue una época muy bonita a su lado. Todos los hijos de Galy son músicos y todo se maneja en familia. También fue una época algo dura, en el sentido de que todavía no estaba acostumbrado al ritmo de trabajo, pero fue de las mejores de mi vida”.
A las primeras de cambio
Cuando aparecieron fallas técnicas en el estudio, Camilo decidió ir a fondo y desarmar todo: “A partir de ahí, las cosas empezaron a funcionar un poco mejor. Fue un camino complejo pero interesante, y durante un par de años grabamos mucho en cinta análoga; yo le tenía terror a la grabadora de cinta, porque era una máquina difícil y vieja, pero algo le aprendí y al final, con Galy empezamos hacer cosas juntos, todo el tiempo”, recuerda Camilo.
Estar y aprender. “Galy tiene un oído bendito, es extremadamente minucioso y exigente”, define Camilo; “siempre digo que con él aprendí la paciencia y fue lo mejor que me pudo pasar en ese momento: prepararme para lo que venía más adelante; el tiempo que estuvimos juntos fue como un laboratorio y una búsqueda de muchas cosas”.
En 2004, otro ascenso. “Del estudio de Galy, salté hacia Audiovisión”, profundiza el ingeniero; “eso fue un reto, porque se trata de uno de los estudios más importantes en Colombia, independientemente de los problemas de índole técnico, como todos los estudios”.
Actualmente, Camilo es propietario de uno de los estudios de masterización más solicitados por los productores en su país: Camilo Silva Mastering. “Está localizado en Chía, que antes era un pueblo, pero por el desarrollo de la capital, ahora esto es un suburbio de Bogotá. Las instalaciones están en un rancho familiar; cuando tomé la decisión de construir este lugar, era para tenerlo cerca, pero no dentro de la casa, sino tenerlo en una construcción aparte, de forma que no se mezclaran las dos cosas”, explica.
A Camilo siempre le llamó la atención esa última etapa de las producciones: “La masterización está separada de la grabación y la mezcla; empecé a investigar y me di cuenta de que en este proceso había involucrada cierta tecnología y principios y criterios diferentes, porque de lo que se trataba era de lograr que un producto tuviera cohesión y estuviera preparado para finalmente entrar al mercado. Esa parte me parecía más técnica y como persona, soy de esa naturaleza”.
Ser uno mismo. “Leer, digerir y estudiar es lo mío y paso la mayoría de mi tiempo solo, en el estudio”, menciona Camilo; “me di cuenta que la masterización no era algo que cualquier persona pudiera hacer, sino que estas personas venían con un recorrido profundo y de muchos años, tanto en grabación, como en mezcla. Este proceso es una habilidad que adquieres. No es algo que te enseñen, ni puedes ir a una escuela adquirirlo. Yo tengo esa mentalidad: soy un tipo joven; pero mi mentalidad es totalmente de vieja escuela”.
El colegio de la vida.
Entrevista: Nizarindani Sopeña / Redacción: Víctor Baldovinos