En un lugar de generosas dimensiones al poniente de la ciudad de México, Astro Estudio LX ha desarrollado proyectos de calidad internacional gracias al par de salas de regrabación para cine de tercera generación que posee; es decir, sus clientes reciben un servicio con estándares de producción equiparables a los mejores estudios de la industria cinematográfica alrededor del mundo, pero sobre todo, detrás de él hay profesionales con gran carrera y talento en el medio para ofrecer tecnología, calidad y eficiencia en un solo espacio.
Cómodo, sentado en el asiento de mando de Astro, Jaime Baksht recuerda el día que su padre, el reconocido ingeniero de sonido David Bakhst, llegó a casa con el disco blanco de los Beatles, y así comenzó la historia; “cuando lo escuché me impresionó mucho; tanto, que me lo acabé de escucharlo a diario, preguntándome cómo se conseguía ese sonido.” Entonces no lo sabía, pero en ese momento Jaime dio por comenzada su pasión por el audio, antes de que entrara a la Facultad de Ciencias para estudiar Física y escuchara una y otra vez las canciones de Led Zeppelin y Pink Floyd, haciéndose la misma pregunta: ¿por qué esos álbumes sonaban tal como lo hacían?
Los antecedentes
A la caza de respuestas certeras, Jaime viajó a Inglaterra, específicamente a Manchester. “A la vuelta de donde estudiaba, un edificio derruido y abandonado había sido ocupado por un grupo de músicos, donde ensayaban, y en cada piso del inmueble se practicaba un género musical distinto”. Era 1986, y ansioso por aplicar sus conocimientos, el entonces estudiante escogió algunas bandas de jazz para grabarlas durante los tres años que duró su estancia en Europa. “Entonces comprendí que para obtener buenos resultados finales, primero que nada se necesita un buen nivel en la fuente”. De esta manera, Jaime supo por qué los Beatles sonaban así de bien en sus discos: “porque eran artistas muy grandes, con discos o sin ellos”. De vuelta en México, comenzó a involucrarse con personas que se dedicaban al cine y, platicando con ellas, en un momento dado tuvo acceso al Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM (CUEC), institución donde planteó la posibilidad de dar un curso de técnicas de sincronía cinematográfica; el comienzo de una serie de trabajos en dicha escuela mientras, paralelamente estudiaba con otros maestros.
Por esa época surgió el proyecto de remodelación de los Estudios Churubusco y David Baksht fue invitado a participar en ese proyecto. Era 1993 y el equipo de los estudios requería una actualización. Estaba a punto de surgir el sistema Dolby Digital y así, tras despedirse del CUEC, Jaime se fue a trabajar a los estudios. “Ahí yo pensaba que se necesitaba urgentemente una mejor tecnología para hacer cine; sentía que el equipo estaba muy viejito; todavía no existían las computadoras integradas netamente, se trataba de una tecnología muy lejana, pero sí era necesario cambiar de herramientas, así que conseguimos la primera consola Solid State Logic en el país, la 4000, y tomé un curso de mantenimiento para la misma. De hecho, fui el primer mexicano en hacerlo”.
Sin embargo, al volver de su curso, Jaime se dio cuenta de que la consola que recién habían comprado los Estudios Churubusco no era la que necesitaban; “en lugar de cuatro salidas necesitábamos seis y por eso la cambiamos. Pasamos de la 4000 a la 8000, que era de 64 canales”. Jaime recuerda que de ese modelo sólo se construyeron veinte ejemplares en el mundo; la de Churubusco fue la número doce.
Cambio de estafeta
Después de varios años de trabajo en los Estudios Churubusco y con la idea de cambiar de aires profesionales, Jaime se integró a New Art, donde se encontró con la gran diferencia, en cuanto a tiempo de trabajo, que existe entre hacer comerciales y proyectos cinematográficos; él mismo cuenta la travesía: “la empresa se dedicaba mucho a hacer comerciales y se hicieron adecuaciones a las instalaciones para trabajar en proyectos de cine”. La primera película que New Art hizo fue el documental Cuatro labios, de Carlos Marcovich.
Luego vino Juan Carlos Rulfo, con el documental En el hoyo; La nao de China, de Patricia Arriaga; y después El laberinto del Fauno, de Guillermo Del Toro. “Fue una película con mucho éxito—comenta Jaime respecto a esta última—pues, aunque Guillermo ya había hecho otras cosas antes, éstas no habían llegado a tener presencia en festivales de cine, ni siquiera en nuestro país. Esa película la hicimos con el diseño de audio de Martín Hernández, quien también estaba trabajando, paralelamente, en la película de Alejandro González Iñárritu Babel. Incluso, en algún momento, planeamos hacer ambos filmes en New Art, pero no era más que un sueño porque en ese entonces era un lugar muy pequeño. De hecho, para concretar la película de Guillermo tuvimos que implementar ciertas técnicas; teníamos un sistema Pro Tools de 48 canales y contábamos con 600 pistas, así que por donde le viéramos el equipo no daba de sí. Finalmente la película se editó y diseñó en México, pero también hubo colaboración de gente de Estados Unidos, España e Inglaterra. Nos fue tan bien que Guillermo nos invitó a hacer Hell Boy II, aunque, para aceptar requeríamos de una sala más grande y en ese momento no podía haber una inversión muy grande”.
La llegada de Astro Estudio LX
Inspirado por la idea de hacer Hell Boy II, Jaime Baksht hizo un cálculo, tornillo por tornillo, metro a metro de fibra de vidrio, de cuánto costaría hacer la sala que necesitaba para ponerse a trabajar en este proyecto. Con la persona indicada de su lado para solventar el gasto, en 2009 nació Astro Estudio LX. “Desde entonces hacemos básicamente películas —explica su artífice— y también comerciales, estos en menor cantidad, porque los tiempos de ambos proyectos no coinciden y habría que destinar una sala exclusiva para comerciales para conseguir trabajar en los dos ramos”.
Jaime sabía bien lo que hacía, y para construir su lugar de trabajo, contrató al despacho de arquitectos de Los Angeles Studio 440 Hollywood, que contaba con la experiencia apropiada; “aquí debo aclarar”, señala Jaime, “que parece un asunto malinchista pero la realidad es que en México nadie contaba en ese entonces con la experiencia para hacer un trabajo de esas dimensiones. Sé que hubo cierto enojo por parte de la comunidad acústica mexicana y los planos vinieron de Estados Unidos, pero la mano de obra fue cien por ciento de aquí”. El diseño del concepto del estudio, en cuanto al flujo de trabajo, fue arduo, porque “hay cinco Avid Pro Tools en la Sala 1, por ejemplo, y cada uno con audífonos. Lo que quiero decir es que pedimos un equipo que funcionara bajo nuestros propios esquemas de trabajo. Se dice fácil, pero en nuestra consola se puede switchear cualquiera de los Pro Tools que tenemos en las diferentes pantallas”.
Respecto a la Sala 2 en Astro, ésta sirve para películas donde la “acción no es tan grande”. Jaime Baksht ahonda: “actualmente en el cine es básico el asunto del presupuesto y esta sala pequeña sirve para adecuarse a precios más modestos. El tamaño no varía tanto respecto a la Sala 1, solamente que la 2 tiene dos Pro Tools play back y una tercera máquina donde se graba todo lo que pasa por la consola”.
Ahora bien, el estudio es muy alto, pero con las adecuaciones su estatura se redujo alrededor de cuatro metros. Jaime comenta la importancia de los espacios amplios, grandes, los cuales, bajo determinadas circunstancias, “permiten apreciar sonidos que en un lugar pequeño no lograrían ser percibidas, como las bajas frecuencias, por ejemplo. Esto se debe a algo llamado frecuencia de corte del cuarto”. Al respecto, Jaime recuerda un trabajo que Astro hizo en mancuerna con Estudios Churubusco, la película Hidalgo; “la música de Alejandro Giacomán la mezclamos allá con los diálogos y pensamos que ya estaba todo listo, pero al escuchar el trabajo aquí, en Astro, descubrimos que faltaba mucho por hacer. Aquella es una película épica, de acción y sí, se escuchaba increíble en Churubusco, pero en nuestra sala las cosas cambiaron mucho. Se trataba de un problema de espacio-volumen, esa es la realidad. Todo tenía que ver con la suma de reflexiones primarias y secundarias”.
Respecto a su oficio como malabarista sónico, Jaime comenta que no ha sido simple llegar al lugar donde se encuentra en Astro Estudio LX: “hay que echar a perder muchas películas antes de obtener buenos resultados, pero lo más importante es no rendirse y sentir amor por el arte sonoro. Hay que comprender cómo funciona el sonido a nivel emocional, porque siguen sin existir escuelas donde se enseñen detalles como los que un trabajo como el mío requiere. Por otro lado, el sonido emociona y eso no hay que perderlo de vista porque hay que balancear dos rubros: los presupuestos y el amor al arte, es decir, no permitir que, en determinado momento, la ambición económica domine. Por ejemplo, a mí mucha me gente me pregunta por qué suenan tan mal las películas mexicanas, y yo creo que, más allá de las salas y los presupuestos raquíticos —no podemos comparar las cantidades de dinero que se usan en producciones mexicanas con las de súper producciones como Batman— hay quienes hacen su trabajo gratis y eso se ve reflejado en los resultados finales. No hay que olvidarlo: si hay un monitoreo correcto, esto se trasladará a la mayoría de las salas de cine”.
“Estoy contento en Astro —concluye Jaime— porque trabajo en el lugar ideal para hacer películas. Es decir, ya no tengo justificación para decir que si los resultados no son efectivos las que están mal son las salas de cine. ¿Es un gran compromiso? Sí, lo es. Una sala de este tamaño y con estas características modifica radicalmente la forma en la que se aprecian las películas y tenemos muy buenas herramientas a nuestro alcance, pero para nosotros es importante decir que seguimos aprendiendo. Jamás hemos creído que lo sabemos todo; si así fuera estaríamos perdidos. Al contrario, sabemos que siempre hay que mantenerse trabajando para así entender a fondo todos los procesos, porque en el mundo del cine hay muchas voces a las cuales hay que atender: actores, guionistas, iluminadores…y todos están involucrados en sacar el mayor provecho de una historia.
“Es un reto conseguir que el trabajo de todas esas personas suene bien. Por eso, cuando me inmiscuyo en un proyecto, trato de ver películas del género, para empaparme. Esto del audio en las películas, contra lo que mucha gente cree, no sólo se trata de subir y bajar volúmenes; mezclar el sonido de los filmes es un trabajo arduo. Hay muchos registros sónicos inmiscuidos en una sola escena y con nuestro trabajo podemos hacer de todo ese audio un horrendo mazacote de ruido o, en el otro extremo, toda una belleza”.
Redacción: Alejandro González