Armando Montiel, irreverente de la música

Su hogar es la percusión, en particular las tumbadoras. Armando Montiel afirma que su inicio fue tardío; sin embargo, hoy es un referente de las hechuras finas de los ritmos afrolatinos, lo que le ha hecho ser parte de bandas de acompañamiento de artistas como Ricardo Arjona, Tania Libertad, Eugenia León, Gerardo Bátiz, los hermanos Toussaint, Emmanuel, Rosino Serrano y muchos más. Además, ha encontrado momentos, entre giras, para aceptar invitaciones especiales, como su participación en el Riviera Maya Jazz Festival de 2016 y la pausa pandémica, para atender sus inquietudes compositivas con su propio proyecto.

Hay técnicas y ciertos patrones que se vuelven como estándar para acompañar y mostrar, pero al final, el mundo de la percusión menor es muy extenso y yo defino qué sonido es el que quiero”

Un amor tardío

Armando inició su instrucción en las percusiones a los 19 años y ha sido su naturaleza curiosa la que lo ha llevado a ampliar su conocimiento y recursos: “Lo que considero mi arma, el instrumento que me ha acompañado toda la vida, son las tumbadoras. Ahí me siento como pez en el agua. Luego, por las condiciones de los trabajos que había y las grabaciones, tuve que crecer y aprender mucho de forma autodidacta y siendo un irreverente. Entré en el ambiente de la salsa dura y aprendí los instrumentos de percusión que se usaban en ese formato: bongós, tumbadoras, timbales, y de ahí las maracas, el güiro, la clave y todo eso que arma la polirritmia”.

“Empecé por ahí hasta que me invitaron a acompañar a las cantantes que llamaban alternativas, que eran famosas en círculos culturales como Eugenia León, Tania Libertad, Betsy Pecanins y Guadalupe Pineda, y entré a ese mundo. De aquellos días, otro músico al que le estoy muy agradecido es al pianista Omar Guzmán, porque fue él quien me inició en el ámbito del acompañamiento y así empecé a descubrir otra área de la percusión”, recuerda Armando.

“Después conocí a Gerardo Bátiz, quien me puso en la parte del jazz y, al entrar a ese entorno, empecé a descubrir que había otro mundo aparte de las tumbadoras y los bongós, y eso me abrió la cabeza, porque siempre me ha gustado investigar. Descubrí a personajes como Naná Vasconcelos, un percusionista que fue mucha influencia en la cuestión de los accesorios, o Kennet Nash sobre cómo hacer atmósferas. Todos ellos tenían su estilo y sus colores, yo tomé algo de cada uno e igual me sucedió con las tumbadoras, hasta que fui creando mi propio estilo, sonido y manera de tocarlas”.

En la carrera de Armando, ha habido mucho aprendizaje: “Hay muchos instrumentos de percusión que he tenido que aprender por trabajo y que me acaban gustando. Es un mundo muy extenso, porque hay muchísimos instrumentos y cuando haces el trabajo de ambientar o hacer las atmósferas que requieren las canciones, con el tiempo se convierte en algo de gusto personal o lo que consideras que requiere la canción. Hay fórmulas que he tenido que hacer cuando doy clases o una clínica, para que la gente avance, pero las cosas salen en el momento como un recurso personal, porque es parte de nuestro ser. Hay técnicas y ciertos patrones que se vuelven como estándar para acompañar y mostrar, pero al final, el mundo de la percusión menor es muy extenso y yo defino qué sonido es el que quiero. Eso me ha abierto mucho las puertas a la hora de acompañar, porque debo tener cierto estilo”.

“No me considero músico como tal, soy parte de la música. No arreglo ni escribo; con trabajos leo música, pero he tenido la suerte de estar con grandes músicos que les ha gustado mi trabajo”.

De lo análogo a lo digital, la experiencia en estudios y los escenarios en gira

Armando vivió los tiempos de las grandes discográficas y los presupuestos robustos para las grabaciones: “Me tocaron estudios y consolas mega grandes, las cintas de un cuarto de pulgada y todo eso que era mágico. Tuve mi época de moda y grabé mucho en el estudio de Polygram, en Lagab con Luis Gil, en Musart, Discos Gas…me tocó esa parte del cambio de análogo a digital que tiene que ver con, por ejemplo, cómo se grababan las orquestas y los arreglos, que no era como ahora, que si tienes que grabar ocho compases, grabas uno y los demás se pegan. Aquello era muy padre, porque era como llegar a una obra de teatro a montar la puesta en escena”.

“Lo que importaba era la música y creo que eso se ha perdido un poco. Eran grabaciones en las que de repente había imperfecciones y eso daba la parte humana. Hoy, la tecnología y el internet se han convertido en algo muy buenas y malas que han hecho que toda la Industria de la música y la misma música en sí, suene de otra manera. Yo grabé con amigos y mentores como Enrique Nery, Eugenio Toussaint y Chilo Morán; Enrique y Eugenio eran unos buenazos, grabaron muchísimo, sobre todo Enrique. Había una comunión muy buena entre el ingeniero y el músico que también siento que se ha perdido un poco. Yo tenía una relación excelente con Fernando Roldán, quien tenía los modos y tiempos padrísimos para hacer que yo me concentrara y gozara la sesión, así como con productores como Carlos Cabral y el mismo Armando Manzanero ,que era un lobo de mar en eso. Esa camada de ingenieros y músicos que me tocaron han sido parte importantísima de mi vida y todos ellos tienen su particular manera de producir a la hora del estudio”.

“Un lugar donde voy a grabar que, creo sigue con esa magia, es en Estudio 19 con Francisco Miranda, que viene de mi generación y, sobre todo, sabe cómo tiene que sonar cada micrófono. Ahora muchos chicos emprendedores invierten en comprar ese equipo vintage, pero me he dado cuenta de que no lo hacen sonar como debe ser. Cada vez grabo menos, porque todo se ha digitalizado y porque se piensa que los músicos de mi generación somos caros, lo que también nos ha afectado a todos. Pienso que lo que nos puede ayudar es volver a tener espacios para tocar y que la gente escuche algo que suene bien. Ahí está otro problema con los lugares de hoy, hay una batalla con el audio que tienen, al que muchas veces no le dan importancia”.

No me considero músico como tal, soy parte de la música. He tenido la suerte de estar con grandes músicos, a quienes les ha gustado mi trabajo”

Armando en vivo

“En los conciertos llevamos también ya muchos años y el tema del monitoreo fue un desafío”, recuerda Armando. Estando con Arjona hacíamos giras de más de 130 shows y me costó trabajo entrarle a los in ears, porque estaba muy acostumbrado a los monitores de piso y era un lío tener un buen regreso de todos los toys, porque contaminan demasiado. Tenemos que adaptarnos, volver a escuchar e irnos acostumbrando. Ahora estoy trabajando con Emmanuel y su banda suena muy bien; los ingenieros de sala y monitores son muy buenos. Yo la verdad no soy muy exigente porque he llegado a la conclusión de que mientras escuche lo que deba y esté a gusto, me doy bien por servido”.

Actualmente, Armando ha revivido el interés por atender sus proyectos, luego de aquella imponente actuación que le significó estar en el line up del Riviera Maya Jazz Fest de 2016: “Estoy tratando de retomar mi quinteto y tengo una pequeña orquesta de salsa, que quiero impulsar este año. Juntar a los elementos es difícil, porque todos estamos correteando el chuletón, pero ojalá lo logre. Es proyecto mío y de mi pianista, Luis Martínez”.

Que se abran los caminos y la pegada de Armando Montiel nos siga brindando sabrosura.

Entrevista: Nizarindani Sopeña / Redacción: Marisol Pacheco