Es el ex-presidente de la Audio Engineering Society (AES) Sección Colombia. La agudeza de su oído en la ingeniería de audio cubre la grabación, sonorización y acústica, complementada por un entrenamiento musical al que estuvo expuesto desde pequeño en casa. Andrés Millán es sobrino del emblemático músico de folclor andino colombiano Rodrigo Silva (del dueto Silva y Villalba), a quien además le debe la formación como multi-instrumentista.
“Mi tío interpretó y compuso música tradicional; canciones que identifican al pueblo colombiano. Yo desde que nací estuve rodeado de música porque en mi familia todo el mundo canta, toca un instrumento o interpreta. La familia de mi padre, al igual que yo, es de Bogotá, pero el resto de la familia es de Huila, un departamento de la ciudad de Neiva, que en conjunto con las ciudades aledañas como Garzón e Ibagué, del departamento del Tolima, son de las más icónicas en aspectos de la música andina tradicional colombiana”.
Todo el talento de don Rodrigo nutrió a Andrés: “Esta formación se dio de manera natural: yo lo acompañaba desde los seis años a sus presentaciones en los teatros y auditorios más grandes del país, a los doce o trece ya tocaba guitarra. De él aprendí que quien gusta de la música y acude a un espectáculo va a gozar y a llevarse toda una experiencia”.
En simultáneo, Andrés ayudaba en el estudio de grabación: “Mis vacaciones eran ayudarle a mi tío en lo que se requiriera, lo que me hizo conocer desde cómo funciona administrativamente un estudio, hasta conocer los equipos -consola, monitores, ecualizadores, micrófonos, procesadores externos, dinámicos, reverbs y demás-, lo que me llevó a involucrarme con el tiempo en el mundo de la grabación. Fue una experiencia única”. Y hoy día ya posee su propio estudio de mezcla.
“Éste es quizás el flujo de trabajo ideal: el ejercicio de colaboración que creatividad y técnica piden en la industria del audio. Eso nos toca a todos y es para beneficio de la música latina”.
La ingeniería: conocimiento en acción
Para continuar la ruta académica, Andrés ingresó en la Universidad de San Buenaventura y debió negociarse la inserción musical: “Había programas que cubrían una parte de ingeniería y sonido, pero en aquellos años en la academia no había estudios ni llegaban tantos equipos. Yo ya tenía experiencia mezclando, grabando y acababa rápido, de forma que los maestros se convirtieron en colegas. Estudiaba y trabajaba, me gastaba el dinero en equipos, de los primeros que me compré fue una interfaz Digi 002 con la que hice mucho trabajo en producciones de punk rock, hip hop, pop, música llanera, tradicional y otros géneros, además de hacer audio en vivo para una compañía de shows”.
Al tiempo, Andrés se involucró en la aplicación acústica y electroacústica, el diseño de sistemas de sonido y la invención de equipo de sonorización para proyectos de instalación para bares y centros comerciales. Su potencial creativo lo hizo liderar el área de investigación y desarrollo de la compañía Challenger, donde hizo sistemas electroacústicos, altavoces híbridos y el que le mereció la titulación: un proyecto de acústica, un difusor QRD unidimensional basado en la teoría de fractales y concepto binario con resonadores de Helmholtz de multi-sintonía, un material acústico diseñado por él mismo, etapa que le hizo currículum para insertarse en el área técnica de foros; concretamente, el Teatro de Bellas Artes de Bogotá.
“Mi tío me recomendó y resultó que nosotros con Challenger habíamos instalado el equipo de voceo de las zonas comunes del Teatro de Bellas Artes y entré como ingeniero en sonido, iluminación y maquinaria escénica. Éramos cuatro ingenieros y dos técnicos, fue la etapa en la que muchos espectáculos se hacían ahí, pues cerraron por remodelación los teatros más grandes e importantes del país. Hicimos de todo, festivales, ópera, eventos especiales, no sólo sonido en vivo sino producción con maquinaria escénica e iluminación. Hice un diseño sobre el sistema electroacústico existente para que el lugar apoyara la versatilidad que se requería en los espectáculos que se presentaban y de ahí me encargué de la producción técnica del teatro, al tiempo que hice mi compañía de distribución de equipos de audio profesional”, comparte Andrés.
Profesionalizar y documentar: AES Colombia y Diffusion Magazine
Hacia 2010, a la par de su tarea como ingeniero en el teatro, Andrés abrazó la tarea de profesionalizar el ámbito del audio en su país, involucrándose activamente en la sección AES de su localidad, actividad que complementaba con su tarea como editor de la publicación digital Diffusion Magazine, que arrancó en 2009.
“Sólo teníamos las publicaciones en inglés para enterarnos de lo que pasaba en el audio y quise hacer contenidos propios. Esta tarea ha sido muy importante para ayudarnos a difundir lo que hacemos en AES Colombia, que ha sido increíble, como la Conferencia Latinoamericana, que en la primera edición tuvo más de doscientas personas con al menos cinco espacios funcionando, entre talleres, pruebas y conferencias”, recuerda entusiasta Andrés.
“Con AES he depurado la habilidad de negociar, entender y guiar, de forma que en 2013 tomamos ese camino e hicimos actividades académicas como las charlas de Martha de Francisco; éramos pocos y no teníamos mucho presupuesto. Todo estaba más enfocado a la docencia y ahora involucramos también a gente de la industria, no sólo del sonido en vivo, sino también en acústica, grabación, radio y broadcast”.
Actualmente, detalla Andrés, “AES Colombia es un referente en la región. Hoy hay más gente estudiando audio que hace veinte años y nos ocupa como asociación que en contraste no se abren la misma cantidad de plazas. Hay más instituciones educativas, de muchos perfiles, sólo en Bogotá como quince o veinte, entonces no es sólo tener el conocimiento, sino la habilidad y la conexión con la práctica; ahí es donde tenemos que desarrollar el enfoque de nuestra labor”.
“Hasta el momento hemos hecho conferencias de sonido para videojuegos, postproducción, grabación, mezcla, mastering, acústica y psicoacústica. Se corrió la voz y hemos ido atrayendo nuevos miembros de otras ciudades como Bucaramanga, Medellín y Cali y a contar con ponentes de corte internacional, como Leslie Ann Jones, Matt Waters, Daniel Shores, Bob McCarthy, Joe Hamilton, Valeria Palomino, Wes Dooley, Eduardo Bergallo y Óscar Barrientos, entre otros. Tenemos asistentes de Costa Rica, Perú, Bolivia, Venezuela, Estados Unidos, Ecuador y Chile, estudiantes, profesionales y entusiastas que disfrutan de los distintos eventos y apuestan por ellos”, afirma Andrés.
Pasión por el audio
Hoy, la vida sonora de Andrés Millán abarca las tareas de mezcla, producción, grabación y masterización -aunque no de forma prioritaria-, además de la venta de equipos, la edición de la revista, la asesoría a instituciones educativas y el diseño de audio para diversos proyectos, como el que realiza para el estudio de la banda Rafa Bonilla y Los que sobran, que estuvo recientemente nominada al Latin Grammy. Para él, el momento de la industria del audio y cómo la vive en su país, es así:
“Esta es la época de los project studios, principalmente, aunque el camino es que se ha pasado de la estación de trabajo al home studio, el project studio y de ahí puede trabajarse en un recinto profesional. En América Latina no tenemos tantos como quisiéramos para la cantidad de riqueza musical que hay; sin embargo, los músicos tienen acceso a la tecnología y claro que les ha ayudado en el tema de sus procesos creativos”.
“En ese contexto mi trabajo ha sido de guía, profesionalmente tener la objetividad para aportar un punto de vista diferente. Cuando hago una producción trato de desentenderme de ciertas cosas de ingeniería y apoyarme en captar o potencializar la emoción que quiere el artista o, si la variable es de ingeniería, determinar lo que el artista y el productor quieren en un aspecto técnico. Lo bonito de la ingeniería es que somos la intersección perfecta entre lo artístico y lo técnico, estamos al servicio de ellos”.
Selectividad que despierta la inspiración
“Afortunadamente estoy en un punto en que puedo ser selectivo para trabajar con proyectos interesantes por su dotación instrumental, con una propuesta que me permita procesos creativos donde pueda utilizar distorsiones, ruidos y procesos paralelos; que exista confianza y me sienta comprometido, como ha ocurrido con grupos como Burning Caravan, con una instrumentación poco convencional de rock con música gitana, con instrumentos como acordeón, clarinete y saxofón junto a una guitarra con resonador, slides y un montón de elementos no convencionales. Otro ejemplo sería The Hall Effect, me parece un gran proyecto de rock, de lo agresivo hasta lo acústico. Su último single lleva mandolinas, banjo y guitarras de doce cuerdas, lo que permite hacer muchas cosas a nivel creativo; hay tal confianza que ya me consultan en una labor de co-producción donde todos aportamos y esos son los proyectos que disfruto y busco. Ahora estoy con el proyecto de Flora Martínez, precioso: música popular mexicana en formato jazz, donde la gente puede identificar “La llorona”, “La tequilera”, “Volver volver” y “Cielito lindo”, en un formato más amigable y universal”.
Para el gozo, este consejo
“Pienso que entre más personas haya en un proyecto discográfico, lo pueden nutrir mejor. A mí me parece muy bueno que si alguien hizo la grabación, otro pueda hacer la mezcla y otro la masterización, si los presupuestos dan para eso. Creo que lo importante es cuidar la energía, la emoción y lo que se quiere transmitir, para saber qué sugerir en cuanto equipo. Así los puedo guiar, dar sugerencias y resolver”.
“Éste es quizás el flujo de trabajo ideal: el ejercicio de colaboración que la creatividad y la técnica piden en la industria del audio. Eso nos toca a todos y es para beneficio de la música latina”.
Entrevista: Nizarindani Sopeña / Redacción: Marisol Pacheco