Llamado “Yum Chäak” -el respeto a la lluvia, como narra un cuento maya-, el segundo disco de la banda mexicana MUVA fue resultado de reunir a músicos de distintas partes del mundo en un trabajo de producción a distancia que capturó la esencia, habilidad para resolver e ímpetu de sus participantes como respuesta al entorno de restricciones e incertidumbre que la crisis sanitaria y las circunstancias geopolíticas marcaban. Su lanzamiento digital se dio en Europa en 2021 y ha venido capturando la escucha de los amantes del world music en varias regiones del planeta; son Chatrán González (grabación, composición, dirección, producción general, programación, batería, percusión, coros, sintetizadores y canto de garganta) y Miguel Sabbagh (baterista) quienes comparten los desafíos y satisfacciones que enfrentaron para su realización.
“Hans Mues se encargó de los tracks con las colaboraciones internacionales en su estudio The Freak Room. Él entendió mi petición de sentir que el instrumento vive”.
Un proyecto con significado
“MUVA ha tratado de generar lazos entre aspectos estilísticos modernos y de sonido con cosas de las que nos sentimos orgullosos como mexicanos. En ‘Yum Chäak’ se refuerzan esos elementos como discurso. Su significado es una especie de cuento en maya, cuya enseñanza se pasa de generación en generación y se refiere a por qué se debe respetar la lluvia. Esa misma belleza tratamos de llevarla al título del disco y a la canción que lleva su nombre”, expone Chatrán.
Con el confinamiento a todo y la certeza de que el arte y la música no debían parar, el fundador del grupo comenzó a buscar saciar inquietudes y, sin proponérselo, atrajo colaboraciones con músicos de otras latitudes y derivado en propuestas para festivales de world music como el Rainforest Music Festival en Borneo y la alianza con la disquera suiza, Nudacy Records:
“Una de las primeras experiencias colaborativas con artistas de otros países fue a través de un Centro de Desarrollo del Arte Mieruba, en Mali, donde gustaron estas fusiones que estábamos haciendo con los estilos tradicionales. Entonces surgió la idea de grabar durante el confinamiento y Abdoulaye Kone (en Djeli ngoni, una especie de jarana) y Drissa Bagayogo (djembe) se las ingeniaron para hacerlo en el campo con un celular, en medio de una guerrilla que había en Segú, su ciudad. Algo similar pasó con Duncan Knight, gaitero escocés, que no podía salir a la calle y tuvo que matar el exceso de reverb armando un cuarto con cobijas y grabarse con su micrófono Audio-Technica; Harel Shachal estaba en Tel Aviv cuando ocurrió un bombardeo y se tuvo que ir a grabar a una casa de campo. Nos encantó la energía y la honestidad de eso, procuramos dejarla y aquí editamos e hicimos las correcciones pertinentes”.
“Fuera de ellos, los demás son músicos con quienes me siento cómodo y todos tocan bien; la mayoría son amigos de muchos años. Hay una especie de conexión a nivel personal y por eso, creo, las cosas en el escenario fluyen más natural. Algunos vienen de otras bandas, como Miguel, que toca con Maldita Vecindad, o Adrián, que estaba con Qué Payasos… No hay un proceso de selección, ha sido por la amistad”.
Chatrán comenzó a buscar saciar inquietudes y sin proponérselo, atrajo colaboraciones con músicos de otras latitudes.
La producción
Esto tomó poco más de un año (inició en el 2021) y fue el apoyo en Miguel lo que fue dando forma a la idea de Chatrán: “Llegué a su estudio y le transmití la línea conductora que él tradujo a su lenguaje. Técnicamente, Adrián grabó con un Shure SM57 y luego fuimos a grabar al estudio de mi amigo Ulises Suárez. Cada quien maqueteó en su casa y las partes que requeríamos mejorar con microfoneo, cuarto, consola o preamplificadores, las hicimos allá”.
“En mi home studio experimento mucho,”, comenta Chatrán; “Grabé sonidos con el micrófono que uso para hacer mis talk backs ahí y las patas de la silla donde me siento las grabé con un AKG C414 en la orilla y un preamplificador ISA1 con una interfaz Saffire Pro40 de Focusrite. Juego con sonidos crudos y sólo cosas puntuales las hago en estudio. Por ejemplo, con Ulises Ulises Juárez grabamos percusiones con un Neumann U87 y un Sennheiser MD41 con un channel strip AMEC; algo parecido fue con las voces, donde usamos un RCA 44, mientras que para grabar los saxofones usamos también el U87 y un U89 Neumann para el room, además de un RCA 44 para la flauta. Mi juego es con lo orgánico y las pequeñas partes no tan perfectas que puede no darte una grabación en un entorno no hecho para ello”, describe el productor.
Para Miguel, el factor orgánico en la captura también fue clave: “Como baterista, desde hace unos años me hice de mi estudio con la finalidad de simplificar la grabación de baterías, que es lo que más hago. Ya estaba familiarizado con todo el proyecto de MUVA porque a Chatrán lo conozco hace 20 años y en esta ocasión usé mi batería DW Drums, microfoneada con Sennheiser (de quienes tengo apoyo) y algunos otros micrófonos tipo boutique. Utilizo preamplificadores Manley y básicamente con eso hago la grabación y la edición en Pro Tools. Me gusta grabar de manera muy orgánica: instrumento, micrófono y preamplificador”.
La mezcla y masterización tuvo dos aliados y momentos: “Hans Mues se encargó de los tracks con las colaboraciones internacionales en su estudio The Freak Room. Él entendió mi petición de sentir que el instrumento vive: la respiración del músico, los pasos que da. El disco se presentó en Europa a finales de noviembre de 2021 y por eso se sumó mi amigo y músico talentoso, Emanuel Ortiz, quien tiene su estudio de grabación y producción en Toluca, y le pedí con urgencia que hiciera la mezcla y masterización final de la unión de todos los tracks del disco con las rolas que no fueron sencillos”, comparte Chatrán.
Con el disco enlistado en importantes charts de World Music en el viejo continente, se alista la presentación oficial en vivo en nuestro país, siendo la experiencia multisensorial de sus presentaciones algo esperado:
“En vivo, además del performance auditivo, buscamos enriquecer la experiencia visual con Marco Lara, artista que colabora emocionalmente en estos términos con lo que pasa en el escenario. Si la producción lo permite, a eso se suma una maximización de aromas con un proceso de pulverización de líquidos con lo que tratamos de dar al espectador mucho más de lo que usualmente tiene en un concierto de tipo instrumental y así jugar con las emociones”, amplía entusiasta el compositor.
Finalmente, las lecciones de esta producción son afines al sentir y el aprendizaje de varios colegas, como comparte Miguel:
“Nos cambió un poco el enfoque con el que comenzamos a hacer las cosas, amarrado a tiempos de entrega o lineamientos más sistematizados. Todos los músicos que conozco armaron algo por el gusto de hacerlo y mantenernos creativos, física y creativamente. Se dieron un montón de sinergias de diferentes maneras para resolver las distancias, las condiciones de trabajo, el acceso a un estudio y equipos para dedicarnos a tratar de hacer las cosas posibles con lo que teníamos a la mano. Técnicamente hablando, tuvimos que empezar a aprender a ser más autosuficientes, generar contenido y mejorar nuestras técnicas. Todos fuimos creciendo y además, hubo historias detrás de los discos, vivencias”,
Finalmente, Chatrán agrega: “En general me gusta que las cosas fluyan y le pongo mucho corazón. MUVA es una especie de bola de nieve de gente que fue creciendo hasta ser este gran equipo y si me preguntaran si esperaba todo lo que está moviendo en el mundo este disco, no me creerían que todo empezó con un silbido que tengo en una grabadora”.
Entrevista: Nizarindani Sopeña / Redacción: Marisol Pacheco