Uno de los temas recurrentes en nuestro medio musical, es la calidad de la grabación. Durante todo el siglo XX, el audio se consolidó como un aspecto fundamental en la industria musical, cuyo desarrollo y perfeccionamiento técnico evolucionó de manera paralela al talento artístico y a las propuestas musicales dadas a conocer al público por las compañías discográficas.
Y en el comienzo de las grabaciones…
El proceso se transformó de la etapa de la grabación análoga en cinta magnética, el producto final en acetato primero y la aparición posterior del casete en cinta de un octavo de pulgada, a la etapa de la grabación de audio digital y el producto final, Compact Disc.
Durante estas etapas, los ingenieros de grabación y productores musicales procuraron la calidad del audio a través del uso de sofisticados equipos periféricos de compresión, preamplificadores, ecualización y consolas análogas, cuyos circuitos físicos proveían al sonido de una considerable calidad, además de micrófonos que captaban las señales de audio con la mayor fidelidad posible.
Toda esta tecnología tenía un propósito bien definido: que la música grabada, procesada y mezclada, a través del uso de estos recursos que procuraban una calidad óptima del audio, pudiera finalmente ser escuchada en determinados aparatos reproductores de sonido, tocadiscos o componentes caseros, las bocinas de un automóvil, en un Walkman o Discman, por un público que apreciaba la calidad en el sonido de un disco terminado.
Con la aparición del formato de audio mp3, desarrollado por el ingeniero alemán Karlheinz Brandemburg, cuya característica principal consiste en ser un archivo comprimido, la consecuente sustitución del CD y de los aparatos reproductores caseros por los reproductores de mp3 fue inminente y la industria musical experimentó un cambio radical. En lugar de comprar CDs que requieren de un espacio físico de almacenamiento, el público comenzó a adquirir la música de su preferencia en un formato más fácil de almacenar y reproducir, en un pequeño aparato portátil con audífonos: el revolucionario iPod y la plataforma digital para comprar la música en iTunes, ambos desarrollados por Apple.
La evolución en la manera de escuchar
Las plataformas de streaming contribuyeron posteriormente a otro cambio importante dentro la industria musical en el cual, en lugar de comprar y adquirir los derechos de reproducción de la música, se sustituyó dicha compra por el pago de una renta mensual, teniendo así, de manera mucho más económica para el consumidor, acceso a un gran catálogo de música. Spotify, iTunes y muchas plataformas más, son las aplicaciones por medio de las cuales hoy escuchamos la música actual y del pasado. Incluso YouTube, plataforma originalmente orientada a la publicación de material en video, se ha convertido en la plataforma en la que mucha gente escucha música actualmente, teniendo en muy pocos casos cierta calidad en el audio y en la mayoría de ellos con una calidad deficiente.
A reserva de las fuentes mencionadas de donde proviene la música que escuchamos: ¿en qué tipo de reproductores escucha la música la mayoría de la gente en la actualidad? Normalmente, en un teléfono celular con unos audífonos limitados, o en bocinas que no siempre tienen buena calidad de reproducción.
Recordemos que el oído humano es capaz de escuchar frecuencias en un rango comprendido entre los 20 hz y 20,000 hz. La frecuencia es el principio acústico que asociamos con la altura del sonido, cuya representación auditiva es percibida por un ser humano bajo los conceptos de “graves”, “medios” y “agudos”. El rango de frecuencias que percibimos está normalmente dividido de la siguiente manera:
• Sub-graves: frecuencias entre 20hz y 60hz.
• Graves: frecuencias entre 60hz y 250hz.
• Medias graves: frecuencias entre 250hz y 500hz.
• Medias agudas frecuencias entre 500hz y 2000hz
• Agudas: frecuencias superiores a los 2000hz.
La diminuta bocina de un teléfono celular normalmente es incapaz de reproducir las frecuencias graves, ya que de 250 hz hacia abajo normalmente, desaparecen. Esto quiere decir, que el bombo, el bajo, los contrabajos y todo lo que suene en este rango de frecuencias, no es reproducido por este tipo de bocinas. Lo mismo sucede con los pequeños audífonos del teléfono celular. Cada sonido contenido en un tema musical contiene un cierto rango de frecuencias que comparte con los demás elementos musicales incluidos en una mezcla. Un bombo por ejemplo, normalmente contiene frecuencias graves que le proporcionan el peso y su característico sonido.
Aunque los técnicos han trabajado arduamente para que los medios de reproducción actuales sean capaces de reproducir más fielmente, lo que nos preocupa a muchos músicos, ingenieros y productores, es que nuestro trabajo no pueda ser apreciado al cien por ciento y que la gente pierda la costumbre de escuchar la música en unas buenas bocinas o por lo menos en audífonos de cierta calidad.
Loudness War y su impacto en la industria musical
Derivado del problema de que el público no escucha en general la música en bocinas de calidad, se ha provocado una tendencia en la industria musical, sobre todo en la música pop, de mezclar la música con mayor volumen, provocando una compresión exagerada, precisamente para que la música pueda escucharse con una aparente mejor fidelidad en este tipo de reproductores y audífonos. Se ha creído erróneamente que la música que se escucha con mayor volumen suena mejor y para lograrlo, muchos ingenieros de mezcla con esta tendencia en mente, han aplicado una exagerada compresión a la señal de audio, incrementando deliberadamente las frecuencias graves y recortando los picos en las frecuencias agudas, con el fin de obtener un mayor impacto y fuerza en la música que mezclan.
Si bien la compresión es un recurso que se utiliza en la producción musical con mucha eficiencia en la definición de los distintos elementos musicales de una mezcla, su uso exagerado en la mezcla final puede generar una desagradable distorsión en la señal de audio, además de producir una reducción significativa del rango dinámico de la señal, aspecto indispensable para que la música sea apreciada con todos los cambios dinámicos que la misma música contiene en su esencia.
Entre mayor rango dinámico tiene una grabación, los contrastes dinámicos de la música se perciben con mayor claridad y en mi punto de vista, la música se aprecia y se disfruta mucho más que cuando el rango dinámico es reducido por el exceso de compresión. Actualmente existen varias herramientas digitales que nos permiten medir el rango dinámico de nuestras producciones musicales; aquí una de ellas: https://www.maat.digital/drmeter/
A tal grado ha llegado esta tendencia a nivel mundial, que ha surgido un concepto en la industria musical contrario a esta tendencia, denominado “La guerra del volumen” y conocido en inglés como “Loudness War”: https://dr.loudness-war.info/
En este sitio, iniciado y actualmente apoyado por un gran número de ingenieros y productores musicales que defienden la calidad del audio, existe una base de datos que actualmente tiene 156,989 álbumes verificados, donde es posible consultar su rango dinámico y sus distintas versiones. Es interesante consultar en esta base de datos cómo los discos de hace treinta años tenían un mayor rango dinámico que los discos actuales y cómo la tendencia a reducirlo por medio de la compresión es abrumadora. La escala del rango dinámico en este sitio está expresada en colores y medida del 01 al 16, siendo un buen rango dinámico de 11 hacia arriba (amarillo a verde).
Por supuesto, existen producciones actuales que cuidan el rango dinámico, fenómeno que generalmente veo asociado a ingenieros y productores en particular que no son parte de esta tendencia. Ejemplo, Daft Punk, “Random Access Memories”, 2020, versión download:
Como resumen, me gustaría enfatizar que debemos entender, sobre todo ingenieros y productores jóvenes, que el mayor volumen no necesariamente mejora la calidad del audio, que la compresión excesiva puede generar una disminución en el rango dinámico y que estos aspectos representan, en la mayoría de los casos, un detrimento en la calidad en el audio de la música que escuchamos hoy.
Por Mario Santos*
* Es músico, pianista, compositor y productor musical mexicano con 35 años de experiencia en el medio musical contemporáneo. Ganador de un Latin Grammy como productor musical, ha sido director y arreglista en múltiples proyectos y con diversos artistas: Natalia Lafourcade, Café Tacvba, Filippa Giordano, Gustavo Dudamel, Eugenia León, Cecilia Toussaint y Fernando de la Mora, entre otros. Ha sido compositor para diversos proyectos de cine, teatro y danza y es fundador de CCM Centro de Creadores Musicales, pedagogo, conferencista e importante impulsor de la educación musical en México.