¡Muchos dedos, poca música!

Comenzaban los años ochenta, cuando…

“¡Wow, qué velocidad alcanzas en la guitarra, Mérlindon!”, exclamó mi amigo con asombro.

“Yo creo que toco tan rápido como Steve Vai o Yngwie Malsteen”, respondí con sano egocentrismo de principiante y entusiasmado por su reacción.

“Entonces nada impedirá que logres el éxito, tienes todo para triunfar”, aseguró él.

Yo era un excelente guitarrista en mi mundo y en mi recámara, era el mejor. Me fascinaba llegar de la escuela a tocar mi guitarra, me encantaba lo que aprendía en mis clases de música y me emocionaba cómo se veían los acordes y las escalas en las cuerdas y el diapasón. Soñaba y viajaba, a través de los canales de videos musicales, con verme arriba de esos escenarios, con el cabello largo e imponente con botas, gabardina y estoperoles.

Pasión vital

Ya que mi padre es un artista famoso, cantante y compositor reconocido, irónicamente no quería que yo me dedicara a la música. Esto dificultó mi desarrollo, además de los prejuicios de la época y la falta de una industria musical dirigida al rock y a la música en general. No había escuela oficial de rock, así que estudié con distintos maestros particulares de rock, jazz, funk, armonía y composición. Posteriormente estudié en una reconocida academia de música clásica en guitarra, donde aprendí a leer partitura, todo durante diez años, en los cuales también reprobé la preparatoria. Algunos maestros me dejaban tocar durante las clases y a cambio, me calificaban en la materia. Practicaba tres o cuatro horas diarias entre semana y los fines de semana, cuando podía, de ocho a quince horas.

Cuando empecé mi carrera profesional en los noventa, ya iniciaba mal. Me encontraba desubicado en la vida, no usé nada de lo que sabía en música, estaba distraído por ese enojo profundo e histórico que sentía contra mi padre, al mismo tiempo que competía con él en la música, para así lograr salirme de mi casa, independizarme y demostrarle que yo sí podía y que no necesitaba nada más de él. Mi ego estaba desorganizado, sólo deseaba “ser visto en la música como en los videos musicales”, tenía muchos problemas emocionales y psicológicos en esa época. Me empolvé en mis estudios de música, perdí mi objetivo esencial y me salí del camino, el cual era disfrutar de la música, profundizar en mis estudios con placer y crecimiento, y explorar mis sentidos para disfrutar la vida musical. Entonces comenzó el tormento heredado de mi padre y de su negatividad, lo cual provocó, que sin darme cuenta, empezara a parecerme a él, disfrutaba la música y en ocasiones la odiaba.

Nunca encajé, ni logré pertenecer al gremio de amigos rockeros en mi adolescencia, debido a mi falta de claridad en la vida, no sabía cómo relacionarme. Veía con desesperación cómo mis amigos guitarristas estaban más centrados y disfrutaban la música. Yo quería sentir lo mismo y no lo lograba. Varios de ellos, son bastante conocidos hoy en día.

El autoconocimiento es el camino

En 1995, en pleno concierto masivo en el Palacio de los Deportes, comenzaron los primeros síntomas de mi enfermedad. Ese día, mi cuerpo “destapó” la historia que tenía atrapada con mi padre desde hacía muchos años, desde la infancia, así como también explotó mi desubicación en la música, en la vida, en la frustración y en el sinsentido. Todas estas experiencias me tomaron por completo para crearme una nueva personalidad a través de la artritis reumatoide, precisa e irónicamente en el escenario, sobre el cual mi padre y yo no convergíamos armónicamente con nuestras carreras.

Algunos guitarristas y músicos —no todos, por supuesto— desde hace unas décadas, con ayuda de la tecnología y los avances en la complejidad de la ejecución de instrumentos, se han dedicado más a la técnica y al supuesto virtuosismo. Por lo tanto, tenemos muchos dedos, es decir, ejecutantes de cualquier ámbito, que manejan de forma impresionante técnicas, escalas y complejos acordes que desafortunadamente no transmiten nada en la temática, en la calidad intelectual, en los sentimientos de su estilo de música y no pueden ejecutar cosas sencillas; por tal razón, hay más dedos que música. Este fenómeno fue mi caso por algunos años; en mi urgencia emocional, me dedicaba a tocar con velocidad, con tal de salirme de mi casa. Cuando grabé mi primer disco con grupo, fue una pesadilla, pues no dominaba lo que se requería y las solicitudes para tocar una u otra cosa me rebasaban. En cierta ocasión, un cantante famoso de la época, que se impresionaba con lo que yo hacía, me invitó a grabar su disco, lo cual resultó un desastre y jamás me volvió a contratar. Tuve la oportunidad de nuevo con otros proyectos y, por fortuna, pude grabar bien; después de todo, no me fue tan mal. De alguna manera, la gente percibía mi insatisfacción vocacional y esto me provocó una carrera accidentada entre logros y fracasos.

Otro aspecto a tomar en cuenta en algunos solistas, es que destacan su instrumento sobre todos los demás. La batería, bajo, teclados y otros sonidos quedan subordinados a la complejidad técnica del solista y no se disfrutan estos instrumentos que acompañan a la composición, sino que se convierten en una base repetitiva, aburrida y todas las obras suenan igual.

Cuando toquen su instrumento traten de que todo lo que hagan sea lo más natural posible para ustedes, les divierta y la pasen bien. Si se sienten desubicados asistan a terapia corporal, Gestalt, musicoterapia o alguna con la que se identifiquen. No se esmeren en tocar con perfección, sino en disfrutar tocando, componiendo o estudiando. Cuando se sientan frustrados o desesperados en su práctica, deténganse, respiren profundo, hagan ejercicio, desahóguense o dense una vuelta caminando, esto les ayudará a retomar su instrumento con más claridad. Si la música es lo suyo o no, asistan a conciertos y eventos relacionados, lean biografías de músicos y artistas para que conozcas sus éxitos y fracasos y cómo los superaron.

A veces, las relaciones familiares son difíciles; sin embargo, traten de participar a sus seres queridos de lo que hacen en la música e intenten mejorar la comunicación cotidiana. Aunque la familia no los apoyen, si son testigos de sus avances llegarán a reconocerlos por ello en algún momento y empezarán a creer en ustedes; lo importante es que ustedes estén seguros de sí mismos.

Toquen con una banda o armen una, esto es vital para la socialización con otros músicos, tocar y componer juntos. Exprésense y aprovechen para componer música de todas sus experiencias. Busquen talleres donde aprendan acerca del negocio de la música para entender cómo funciona y así sabrán cómo conducirse con sus proyectos.

Cuando trabajen sobre la teoría de la música, recuerden que sólo es una herramienta y procuren usarla con sinceridad, placer y no en demasía. El guitarrista Paul Gilbert comentó en la master class de sound:check Xpo 2018: “Los guitarristas piensan en función de las escalas, en lugar de sentir y buscar melodías”. Esto quiere decir que cualquier instrumento es sólo un medio de expresión y lo que vale es el músico que llevan dentro, ese que crea música y es sensible con los temas de la vida.

Debemos entender también algo que comenta el guitarrista Steve Vai cuando cita: “Los instrumentos musicales no son naturales en los humanos, pero la música sí lo es”; por tal razón, practicar un instrumento implica moldear músculos y tejidos, memoria corporal y usar la plasticidad cerebral para adaptar todo esto a la ejecución. En cambio, la música la puedes sentir, oír, percibir, está dentro de ti. El cantante y compositor Oscar De León creció en la pobreza y en la adolescencia era taxista. Cuando llevaba a sus clientes, les tocaba con un cencerro la clave de son cubano y les cantaba durante el viaje.

En una ocasión, tocando en mi recámara, escuché algo sorprendente: “Mi hijo se esmera en ensayar y toca bien”. Mi padre por fin se convenció de mi capacidad, aunque no me lo decía de frente. Sin embargo, el daño ya estaba hecho de tantas peleas con él, así que a mí me tocaba responsabilizarme y resolver mis problemas surgidos de nuestra mala relación. Cuando logré introducirme en la industria con el grupo Kerigma, Paty Manterola y grabar jingles, acompañar a otros artistas y tocar en EU, donde gané buen dinero, finalmente me retiré quince años de la industria y he logrado regresar poco a poco.

Después de veinte años de terapias y de crecimiento personal que he logrado cultivar, un día mi padre me dijo que él era responsable de mi artritis reumatoide, lo abracé y lloró bastante. Le comenté que seguramente contribuyó, pero que no era su culpa y que es mi responsabilidad cuidarme, le dije que lo perdonaba y nos abrazamos con cariño. Así que me tocó curarlo ese día y hace años que nos llevamos bien. Mi bello padre, quien es autor de “Quien Pompó”, entre otros éxitos, me heredó la música.

*Guitarrista, compositor y productor. Ex-guitarrista del grupo Kerigma (1989 – 1993), grabó el disco “Esquizofrenia”. Como solista, sacó su primer disco instrumental “Horizontes” en sound:check Xpo 2018. Psicólogo educativo, psicoterapeuta corporal y de pareja, conferencista, consultor en sexualidad, cuenta con el Postgrado CORE Institute of New York. Es empresario, filántropo, fundador y director de la fundación Más allá de la Adversidad AC, para apoyo de personas con enfermedades reumáticas.