Algún día se hablará de lo que hoy estamos viviendo. Por más de un año, la actividad en la Industria de la Música y el Espectáculo se paralizó por completo, como igualmente sucedió en la mayoría de los sectores productivos en todo el mundo. En el ámbito artístico, tanto cultural como comercial, la crisis sanitaria ha dejado estragos importantes, sobre todo porque una gran parte del medio musical depende de los conciertos en vivo y las grabaciones. Los músicos ejecutantes viven principalmente de tocar en vivo, ya sea en orquestas, ensambles, como parte de una banda o como parte de un proyecto solista. Los ingresos económicos de estos profesionales dependen al cien por ciento de los conciertos y de participar en dichas grabaciones, en salas de conciertos, restaurantes, eventos privados y demás.
Durante la actual crisis sanitaria, los sectores más afectados han sido todos los rubros en los que se requiere de la participación presencial, siendo los músicos más afectados los ejecutantes.
Entornos cambiantes como nunca
A raíz de la contingencia sanitaria, toda esta actividad se suspendió, dejando a muchos músicos sin trabajo y sin la posibilidad de continuar su actividad artística y productiva. Además, se suspendieron todas las labores del sector de la producción de espectáculos en teatros, salas de conciertos, foros para conciertos, giras y demás; se quedó sin trabajo de un momento a otro, todo el personal involucrado en estas actividades, compañías de renta de equipo de audio, iluminación, boletaje, técnicos, ingenieros, managers, agencias de booking y mucha gente más.
Con las ventajas tecnológicas actuales, muchos músicos lograron mantenerse grabando a la distancia, quienes particularmente estaban preparados para poder realizar este tipo de trabajo desde el punto de vista técnico; sin embargo, muchos músicos lamentablemente no estaban preparados cuando esta inesperada realidad nos alcanzó.
De aquí derivo la importancia de citar la necesidad de observar el rol de un músico en la actualidad, dadas las circunstancias que esta pandemia nos ha dejado, considerando que, aunque eventualmente volveremos a una cierta normalidad, nadie sabemos en realidad cómo será y si volveremos a contar con las mismas condiciones del pasado, ya sea en los conciertos en vivo o en el estudio de grabación.
Las artes escénicas son presenciales, se interpretan en un escenario, pertenecen a un entorno performático, que incluye otro elemento que constituye su esencia: el público. El escenario es un entorno insustituible.
Revalorar el papel del músico
Un músico ejecutante es un artista en toda la extensión de la palabra. Invierte la mayoría de su tiempo en dominar un instrumento, tarea que no es fácil alcanzar. Recuerdo a un célebre pianista en una master class que impartió a varios estudiantes de piano, que el fin de un intérprete es buscar la perfección durante toda su vida, siendo la perfección paradójicamente imposible de alcanzar. El dominio técnico y la capacidad artística para poder expresar la belleza a través de un instrumento musical es una tarea que demanda un arduo trabajo, tiempo, disciplina, atención y un compromiso absoluto. Por ello, en las escuelas de música se divide con claridad, dentro de las disciplinas a estudiar dentro del arte musical, por un lado la ejecución, especialización concentrada en el complejo proceso de dominar un instrumento, la composición enfocada en la creación musical, actividad que igualmente demanda un trabajo de por vida, y actualmente la producción musical, actividad que hoy es fundamental en el escenario de la industria musical.
Durante la actual crisis sanitaria, los sectores más afectados han sido todos los rubros en los que se requiere de la participación presencial, siendo los músicos más afectados los ejecutantes, por lo ya anteriormente expuesto. Esto me lleva a reflexionar varias cosas.
Por un lado, esta situación nos ha obligado a permanecer aislados. Este aislamiento nos ha permitido contar con más tiempo para prepararnos en lo que cada uno de nosotros hacemos. En mi caso, he utilizado este tiempo para practicar y disponer de mi tiempo de manera mucho más organizada y predecible. Al vivir en una ciudad como la Ciudad de México, el tiempo invertido en los traslados, muchas veces extendidos e improductivos por efecto del tránsito, lo he convertido personalmente en un tiempo de práctica, de lectura e investigación, en una oportunidad única para llevar cabo varios proyectos que no había podido desarrollar e incluso abordar actividades no necesariamente relacionadas con mi actividad profesional.
Por otro lado, la pandemia nos ha permitido entender que nuestra actividad puede diversificarse de muy diversas maneras. Muchos músicos, a raíz de la situación actual, han tenido que dar clases a distancia, aprender a grabarse a sí mismos, prepararse tomando cursos o de manera autodidacta en el terreno de la producción musical, incluyendo la composición musical, actividades que a pesar de la pandemia pueden hasta cierto punto, llevarse a cabo a distancia.
Mi visión actual es mantenernos creando y produciendo música, con el fin de volver a reunirnos y disfrutar de la experiencia real y colectiva, humana en todos sus sentidos.
En mi caso, aunque me cancelaron cinco eventos en vivo que se realizarían en 2020, hecho que afectó por supuesto a mis expectativas de trabajo y económicas, mi actividad como compositor, productor y arreglista no se vio tan afectada por la ventaja de haber adaptado inmediatamente mi actividad para poder trabajar a distancia. El problema ha sido confrontar el hecho de que mucho de lo que uno compone, escribe y produce, muchas veces debe ser interpretado en vivo. A pesar de ello, muchos músicos hemos encontrado la manera de realizar grabaciones y ciertas “presentaciones en vivo” a distancia. La pérdida más grande: la interacción con tus compañeros de trabajo, con tus colegas, con quienes finalmente compartes el hecho musical, que finalmente es una actividad colectiva y no en todo momento, solitaria.
Como educador y siendo dueño de una escuela de música, el reto ha sido igualmente mayor. Adaptar las clases a un formato no presencial, en particular la enseñanza musical, ha sido igualmente complejo, aunque no imposible. Al comenzar la crisis sanitaria, alguien me dijo que había llegado el momento de finalmente convertir mi escuela en una escuela virtual. Aunque dudé, nunca estuve de acuerdo con la idea, porque en las artes, la actividad y guía presencial es fundamental en el desarrollo de un alumno que estudia música. Pero no sólo eso: la interacción, la plática fuera de clase, el momento de compartir en la cafetería de la esquina, la sensación de convivir físicamente en una comunidad, es fundamental en el desarrollo humano. Tengo alumnos en el Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM que no han podido hacer teatro, porque el teatro no puede hacerse a distancia. Igualmente, un ensamble musical no puede interpretar música de manera ideal, a través del monitor de una computadora. Las artes escénicas son presenciales, se interpretan en un escenario, pertenecen a un entorno performático, que incluye otro elemento que constituye su esencia: el público, el espectador, a quien se dirige todo el trabajo realizado. El escenario es un entorno insustituible.
Aún así, mi visión actual es mantenernos creando y produciendo música, con el fin de volver a reunirnos y disfrutar de la experiencia real y colectiva, humana en todos sus sentidos. Vivimos una época con un acceso inmediato a la información, circunstancia que nos ayuda a que el aislamiento no sea improductivo, si sabemos organizarnos y aprovechar el tiempo. Debemos equilibrar el tiempo frente a la computadora y tomarnos un respiro, ya que la distancia nos ha obligado a depender de ella y pasar más tiempo en actividades virtuales, que en nuestros rincones de descanso. Debemos reflexionar cómo se afecta nuestra productividad al estar en casa y por último, recordar que ante cualquier pérdida, siempre debe haber un aprendizaje, una forma implícita y obligada para aprender, aún en las circunstancias adversas.
Por Mario Santos*
*Es músico, pianista, compositor y productor musical mexicano con 35 años de experiencia en el medio musical contemporáneo. Ganador de un Latin Grammy como productor musical, ha sido director y arreglista en múltiples proyectos y con diversos artistas: Natalia Lafourcade, Café Tacvba, Filippa Giordano, Gustavo Dudamel, Eugenia León, Cecilia Toussaint y Fernando de la Mora, entre otros. Ha sido compositor para diversos proyectos de cine, teatro y danza y es fundador de CCM Centro de Creadores Musicales, pedagogo, conferencista e importante impulsor de la educación musical en México.