Cuando era niño soñaba con ser astrónomo; de hecho, me considero un astrónomo informal, más que un aficionado. Mi relación con los cielos es íntima, muy personal y es más evidente en mis actitudes cotidianas, pues me acompañan los sentimientos del cosmos en cada momento, cada abrazo, cada persona y con todo ser vivo. Este gusto natural por la ciencia entraba en conflicto con las creencias en las que me formé en mi familia y en nuestra sociedad occidental; se trata del conflicto que toda la humanidad padecemos: la distancia que existe entre la ciencia y las creencias, entre lo objetivo y lo subjetivo, entre lo concreto y lo ideológico, entre los sentimientos del cuerpo y su milenaria lucha contra la razón, así como las confusiones que surgen entre aplicar la teoría y la práctica en la música.
Conocimiento y creatividad
La glorificación de ver las notas musicales y signos elegantemente escritos en el papel me hechizaban lo suficiente como para querer saber qué querían decir y cómo sonaba eso. Me daba curiosidad saber cómo cabía en el papel lo que escuchaba. ¿Cómo era posible que cupieran tantos sonidos y figuras en un espacio tan pequeño de tiempo? A mis 49 años he empezado, hace un año, a aprender formalmente a leer partitura; soy nuevo en el ámbito, pero veterano con la música. Recuerdo que cuando empecé a tocar guitarra, en el celo del glamour de mis fantasías decía: “No necesito partitura, yo todo lo recuerdo y me sale natural, con sentimiento”, así que todo error que cometía tocando mi instrumento debía ser en automático pasado por alto, pues los genios también nos equivocamos. Cuando entré de joven en la industria profesional y me pusieron una partitura enfrente, no sabía leerla.
Cuando estudiaba música, entendí que la partitura es un instrumento científico donde reinan las matemáticas y la lingüística de un idioma universal que lleva tiempo cultivar y dominar. Entonces me asusté y entré en conflicto con lo subjetivo, con lo que siento en mi creatividad y pensé, ignorantemente, que perdería la libertad de mi talento y genialidad si aprendía a leer música. Entonces me puse a tono con el milenario conflicto humano entre la ciencia y mis creencias. Aprender a leer y a escribir partitura nos ayuda a sensibilizar y organizar nuestros sentidos ante las percepciones y sensaciones que nos produce escuchar y sentir la música. Nos ayuda a dar forma a lo intuitivo en la precisión que se necesita para alcanzar las bellas y sensibles exigencias que requiere interpretar una obra, componerla o transcribirla. Nunca es tarde para empezar a leer partitura.
Existen una gran cantidad de libros y métodos de lectura, así como diversas técnicas y estrategias para solfear, leer, entonar, escribir, usar el dictado y educar el oído. Es importante tener un buen maestro que domine la lectura y que esté activo en la música; es decir, grabando, tocando en conciertos y que conozca cómo funciona la industria musical.
En ocasiones me impresiona cómo desarrollan los músicos la habilidad para leer y tocar con partitura; sin embargo, he visto cómo hay algunos músicos que presumen, con pedantería, que pueden leer y trabajar con la partitura. Esto me parece desagradable y al mismo tiempo es una deformación personal; leer partitura es un requisito profesional y no debería de tener ningún asomo de soberbia. Leer música es igual que leer un libro para narrárselo a alguien, debe ser una experiencia natural y automática, pues tal generosidad debe ser para el público.
Para mi aprendizaje, me ha servido la combinación entre el libro de solfeo de Jerónimo Baqueiro Foster (México,1898-1967), tomos 1 y 2 y “Solfeo de los solfeos” de Henry Lemoine (1786-1854) y Gustave Carulli (1801-1876), ambos franceses. Se realizó una nueva edición para voces de soprano en el libro 1A. Se hicieron nuevas clasificaciones de los volúmenes 1A, 1B, 1C, 2A, 2B, 3A y 6A con adición de numerosas lecciones compuestas y escogidas por Alberto Lavignac, Francia (1846-1916). La diferencia radica por ejemplo, en que los libros de Jerónimo Baqueiro Foster, Tomo 1 y 2, nos llevan por secciones de aprendizaje, empezando primero por la rítmica y la métrica, la lectura, después la entonación y finamente por el dictado. Una vez dominada la primera parte del libro, pasamos a la segunda parte con la misma dinámica, aumentando la complejidad y con diferentes valores de compases. En la tercera parte continúa la misma estrategia, sólo que agrega lectura para clave de fa. En “Solfeo de los solfeos”, de manera integrada y directa, se lee al mismo tiempo la entonación, el valor de la nota y su posición en el pentagrama, y también marca por pasos la velocidad del tiempo en expresión italiana, iniciando en Lento, después Moderato (moderado) y así sucesivamente. El libro de Jerónimo Baqueiro Foster nos invita a iniciar con tiempo lento, supervisado por un maestro para aumentar la velocidad.
Ninguno de estos dos libros es mejor que el otro; simplemente son formas distintas de aprendizaje según las capacidades del alumno. Sin embargo, hay maestros que tienen sus preferencias. Otra opción es el libro de George Dandelot, Francia (1895-1975), el cual lleva directo al estudio de las claves de sol, fa y do en el pentagrama. La práctica del solfeo debe acompañarse de teoría musical; por ejemplo, el libro “Teoría de la música”, de Francisco Moncada García (México, 1921-1976), es sencillo y práctico. Para la música clásica y mayor profundidad en el estudio de la armonía (que puede aplicarse a cualquier estilo musical), está el libro “A Theory of Harmony”, de Ernst Levy (Suiza, 1895-1981). Éstos métodos me han servido en mi primera etapa de aprendizaje y espero les sirvan a ustedes también.
Otros medios
En relación con medios digitales, por supuesto también existen opciones de aprendizaje (debo hacer énfasis en que tocar la hoja, sentir el papel y escribir sobre él, jamás será sustituido por los medios virtuales). Existen apps que son lúdicas y divertidas, un tanto limitadas, pero que ayudan en los primeros avances a mejorar nuestros reflejos; por ejemplo, pueden descargarse apps como “Gravitas”, para guitarristas; “Music Pro”, “Read Rhythm”, “Read Music Pro”, “Soundbrenner Metrónomo”, “Read Bach” y “Basic Ear Training”. Para escribir música y componer hay programas profesionales como Sibelius Scorewriter con distintos niveles, que van desde partituras sencillas a más sofisticadas.
La partitura humana, la ciencia y la riqueza de la subjetividad son ustedes; deben aprender a escribir música en su cuerpo. Aprendan a ver las notas y símbolos, observar a detalle una partitura aunque no la dominen, respírenlas y síganlas mientras escuchan la obra. No sólo memoricen escalas y acordes; también cántenlos sin el instrumento y siéntanlos para identificarlos cuando oigan música. La mejor forma de integrar la lectura de una partitura, así sean solamente ejercicios de solfeo, es con su instrumento en mano; se trata de tocar al mismo tiempo que leen para ubicar, en automático, lo escrito en el papel. Esto los llevará a soltarse y expresarse libremente. Atrévanse a escuchar el universo, ubiquen en su instrumento y sus sentimientos cada sonido que escuchen en su entorno, ya sea un golpe, el aire, un avión, un claxon, una voz, el llanto de un bebé, el ladrido de un perro; escuchen a una ballena, los sonidos en que vibran los planetas (ya es pública esta información). Por ejemplo, cuando yo inhalo por la nariz, la nota que resulta de mi respiración es re sostenido y cuando exhalo por la boca, es do central.
La creatividad y el talento no son el fin, son medios para aportar algo a la realidad, a la gente. Interpretar la partitura no está en el papel, sino en su cerebro, en su oído; en la capacidad que tienes ante el placer de vivir, divertirse y amar; en ser sensible ante las emociones y sentimientos que provocan las escalas y acordes y lo que estos comunican a través de ustedes. Aprender notas y símbolos ayuda mientras practican y aprenden; sin embargo, consideren que cada nota, cada acorde, cada línea melódica posiblemente representan a sus familias y sus mejores amigos. A una experiencia de la vida que contar.
La ciencia subjetiva es aquella que unifica la ciencia y su ser más profundo en una sola experiencia. La gran prueba científica de su experiencia subjetiva es su cuerpo y lo que éste les puede brindar. Es aquí donde por fin arreglé mi conflicto entre la ciencia y la religión, entre la teoría y la práctica. Aceptamos los productos de la ciencia, pero rechazamos sus métodos. La ciencia es una forma unificada de pensar y debe estar a favor de la humanidad y no en su contra.
*Guitarrista, compositor y productor. Ex-guitarrista del grupo Kerigma (1989 – 1993), grabó el disco “Esquizofrenia”. Como solista, sacó su primer disco instrumental “Horizontes” en sound:check Xpo 2018. Psicólogo educativo, psicoterapeuta corporal y de pareja, conferencista, consultor en sexualidad, cuenta con el Postgrado CORE Institute of New York. Es empresario, filántropo, fundador y director de la fundación Más allá de la Adversidad AC, para apoyo de personas con enfermedades reumáticas.