Juan Carlos Delatorre Bouvet, el negocio del espectáculo como arte

Explorar en los albores de la producción independiente de conciertos con base en nuestra experiencia como espectadores es una labor altamente apasionante y reveladora. El empresario tapatío Juan Carlos Delatorre Bouvet decidió hacer arte con eventos de música internacional y creó la empresa Movimiento Revolucionario Social y Artístico (MORSA), activa desde los años setenta hasta principios de los noventa, para abrir algo que no existía y que realizó conciertos clave para la generación de diversas sub-industrias en el espectáculo local y nacional. Actualmente, Delatorre Bouvet se dedica a su carrera como artista, aplicando en sus exposiciones el DNA de su experiencia en conciertos.

Buenos cimientos
El empresario inicia su historia: “No soy ingeniero de audio o algo que tenga que ver con temas técnicos en la industria. Estudié en Londres, en la Chelsea School of Art, que iba muy ligada a la música en esa época. De alguna manera, de ahí nació el gusto y fue muy interesante mi entrenamiento en el arte y producir conciertos para lo que haría después. De la escuela, en ese entonces con mi amigo Alejandro González Gortázar solíamos ir a los pubs y conciertos. En una ocasión, nos encontramos a algunos miembros de Procol Harum y platicando surgió la invitación de ir a México, a lo que ellos contestaron que les encantaría. Cuando regresamos a Guadalajara, propusimos el concierto al Secretario de Cultura del Estado de Jalisco, y dijo: ‘Hay que hacerlo’. Decidimos hacerlo en el Auditorio Benito Juárez, uno de los escasos foros existentes en la época. Los hospedamos y los movimos a nivel local en nuestros autos. Obviamente, no fue un concierto con la calidad actual: la banda no era muy exigente en asuntos de producción y el lugar no tenía muy buena acústica, pero eso no le importó al público. Posterior a ese evento hubo un espacio de tiempo en el que no sucedió nada en la ciudad, hasta principios de los ochenta”.

Mecano y Soda Stereo, abriendo brecha
El germen del espectáculo ya se había inoculado en Juan Carlos: “Hubo un momento en el que a mi padre —que criaba gallos— le pidieron mejorar el Palenque de las Fiestas de Octubre y me asignó el manejo de los artistas, y ahí manejé otros géneros. Como éramos la entidad que constantemente hacía conciertos, empezaron a ofrecerme fechas. Era la época de La Movida en España, empezamos a traer artistas de ese país y posteriormente argentinos. La producción era muy difícil, porque no había foros. Escogíamos lugares, pero no estaban habilitados y había que crear camerinos y escenarios que no existían. También me vi en la necesidad de crear un cuerpo de seguridad y otro de producción”, recuerda.

Acto seguido, Juan Carlos rememora la experiencia de producir la presentación de Mecano, que en ese tiempo lanzaba su exitoso álbum “Entre el Cielo y el Suelo” y poco después, daría la entrada a tres jóvenes con una banda llamada Soda Stereo, ambos en 1987: “El armado del rider de Mecano fue local. No recuerdo el nombre de los proveedores, pero se juntaron varias empresas para poder lograr la capacidad requerida. Resulta que era época de lluvias y no podíamos hacerlo sin techo. Gracias a René González, funcionario del Hospicio Cabañas, logramos conseguir el Patio Mayor, el cual es de gran tamaño. La gente de producción tiró un cable de lado a lado del patio y una manta como de casa de campaña. Esa noche cayó un diluvio y a pesar de eso, hubo un lleno total. Gracias a ese tipo de esfuerzos improvisados, los conciertos se realizaban, después de la incertidumbre y tensión natural. La primera vez de Soda Stereo fue un evento de promoción, en la discoteca Osiris. Era una producción sencilla y se trató de un showcase para prensa. No llenó, nadie los conocía, aunque después llenaron estadios. Posteriormente los presentamos en la pista de hielo de un hotel y después en la Plaza de Toros Nuevo Progreso”.

El empresario recuerda el proceso de aprendizaje del staff que lo acompañaba: “La gente que trabajaba conmigo se fue entrenando y aprendiendo de los técnicos extranjeros en algo que aquí era completamente nuevo. Sin embargo, el impulso de los jóvenes de esa época hacía estos eventos muy exitosos, aunque no tuviéramos las virtudes técnicas. Así, poco a poco fuimos mejorando la conformación de los riders; varios de mis colaboradores, con base en esas experiencias, fundaron grupos de seguridad privada y otros se dedicaron a hacer producción. También impulsamos a nuestros proveedores a que crecieran y algunos de ellos son actores activos de los conciertos grandes”.

Rod Stewart y Bon Jovi, monstruos de mil cabezas
El aprendizaje tuvo su prueba de fuego con la producción del concierto de Rod Stewart en el Estadio Jalisco de la capital tapatía. Juan Carlos Delatorre nos comparte la jornada que se vivió: “Hicimos Monterrey y Guadalajara. Este último fue un concierto en el que vendimos alrededor de cuarenta mil boletos. Tuvimos que poner un cubrecampo para que el pasto del estadio no se dañara y ya que en México no había equipo suficiente para un concierto de esa magnitud, tuvimos que fletar un avión especial de carga y rentar el equipo en Los Angeles, además de enfrentar a las autoridades de ese tiempo, que veían el concierto como un apetitoso platillo para la corrupción”.

Una tensa situación en la que la combinación de política con espectáculo casi derivó en una tragedia, se dio en la realización del concierto de Bon Jovi en 1991, que finalizaba la gira del álbum “New Jersey”. El empresario recuerda: “El concierto de Bon Jovi no sólo fue un concierto, sino un evento político muy importante para la Universidad de Guadalajara. Se alquiló el Estadio Tecnológico de la universidad, el cual no tenía iluminación adecuada, de forma que para solucionarlo, compramos luminarias y las instalamos alrededor de todo el foro. Se realizarían dos conciertos, en viernes y sábado, con un aforo de veinte mil boletos por fecha. Resulta que un día antes del primer concierto, me llamaron de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG), intentando impedir que se realizara el concierto por cuestiones políticas, aunque ya teníamos contratos con la universidad y su rector. En la mañana del viernes llegó una horda de salvajes armados y tomó el estadio. Yo tenía doscientos elementos de seguridad que pudieron haber intentado sacar a estas personas, pero pensé que si había hechos violentos, esto se cancelaría definitivamente. La publicidad fue muy interesante, porque fue la primera gira nacional publicitada por televisión”.

“Como consecuencia de esto, vino gente de todo México, entre ellos, muchos chavos banda. De hecho, un grupo de estos secuestró un autobús y lo estrelló en la puerta del estadio, intentando entrar, y adentro, la FEG los recibió a balazos. Esa escena la filmó alguien, quien pasó ese video al rector, y gracias a eso la situación se resolvió y más adelante pudieron desintegrar a la FEG. El grupo armado fue desalojado por trescientos granaderos casi a la hora del concierto, pero el equipo no había ingresado al estadio. En pláticas con el management de Bon Jovi y explicándole la situación, se acordó realizar los dos conciertos el mismo sábado. Obviamente, la producción y la estrategia de seguridad fue compleja, pero finalmente se dieron dos conciertos, uno en la tarde y otro más angelado en la noche, con una merma importante de boletos. A nivel técnico, estábamos en una nueva etapa, ya que a través de los años fuimos contactando empresas que con base en darles trabajo durante los ochenta, habían comprado equipo y estaban mucho más preparados. Nosotros también ya teníamos cierta experiencia en producción, pero desgraciadamente, éste fue el ultimo concierto de MORSA”.

Juan Carlos Delatorre concluye nostálgico sobre el ayer y el hoy de los conciertos: “Fue una época interesante. Antes había un concierto y toda la juventud se emocionaba, y ahora tienen veinte conciertos para escoger durante todo el año. Antaño, la mejor publicidad era a voces o por la radio, y todo era más vibrante. Un concierto cambiaba la sociedad, y asistir a uno era apoyar esta misión. Estos eventos eran exclusivamente para los jóvenes y eran su bandera”.

“Ésta es una industria tan compleja, atractiva, brillante y al mismo tiempo tan difícil, y realmente espero que regrese de la mejor manera”, finaliza.