Jonathan Wyner, versatilidad sonora

Sí, tal vez cuando uno es niño nunca sueña con ser un ingeniero de masterización. Es decir, cuando te preguntan qué quieres ser de grande, a la mayoría nunca se les ocurriría responder algo así. Pero es una lástima, si uno considera las oportunidades que existen en la industria. Jonathan Wyner es uno de los que supieron ser parte y tomar el tren tal como venía. Así, al día de hoy ha ganado premios Grammy y es muy reconocido donde quiera que se pare. Sus trabajos incluyen artistas como James Taylor, David Bowie, Aerosmith, Pink Floyd, Nirvana, Miles Davis, John Cage y muchos otros, y muy afortunadamente estuvo presente para impartir una de las sesiones que conformaron la Conferencia Anual AES México, durante la pasada sound:check Xpo. Gran oportunidad para aprender.

“Deseaba tocar otras cosas y experimentar con el instrumento; colocar una pastilla a la boca del corno y conectarla a un sintetizador ARP2600, por ejemplo. Me gustaba descubrir nuevos sonidos y explotar ese bello instrumento de maneras innovadoras”.

Música y audio, pasiones combinadas

La mezcla en vivo y en estudio, la educación, investigación y masterización han sido las principales actividades profesionales de Jonathan Wyner desde hace mucho tiempo; no obstante, como en muchos casos, es un músico lo que realmente vive dentro de su cuerpo. Jonathan toca corno francés, trompeta y un poco de tuba. “Sí, vengo de una familia de músicos. Mi abuelo era compositor y director de orquesta, mi padre era músico y uno de mis tíos era también compositor,  por lo que me atrevo a decir que la música es mi primera lengua, incluso antes que el inglés.

Comencé a estudiar piano desde una edad muy temprana, pero un día en la escuela, más o menos cuando tenía nueve años y tuve que elegir un instrumento, comencé a tocar trompeta (realmente el proceso era que te veían y según le parecía al profesor de música, él seleccionaba un instrumento para ti). Unos años después, en la preparatoria, el director de la orquesta de la escuela necesitaba desesperadamente un cornista; yo me ofrecí y ese fue mi debut como cornista. Pero yo no quería tocar el corno solo en la orquesta con obras de Strauss, sino que deseaba tocar otras cosas, como jazz, rock, avant garde y experimentar con el instrumento; hacer cosas como colocar una pastilla a la boca del corno y conectarla a un sintetizador ARP2600, por ejemplo. Me gustaba descubrir nuevos sonidos y explotar ese bello instrumento de maneras innovadoras”, recuerda.

El camino hacia la tecnología fue muy orgánico. Jonathan ya se encontraba en su entorno y sólo tuvo que aprovecharlo. “En la escuela teníamos un pequeño estudio muy primitivo y ahí fue donde comenzó todo, porque cuando yo era adolescente obviamente no había ningún programa formal de estudios para aprender esas cosas. En aquel lugar yo era muy feliz. Podía realizar dos de las actividades que más me gustaban: tocar y grabarme. Sin embargo, la verdad es que ni siquiera me había dado cuenta de que podría ser una carrera para mí. Eso lo descubrí tres años después, cuando decidí ir a un curso en Ohio, al que asistí para darle algo así como más formalidad a eso que adoraba hacer”.

Antes de convertirse en un reconocido profesional del audio, evidentemente Jonathan tuvo que pasar un proceso, especialmente antes de convertirse en ingeniero de masterización. Así lo recuerda: “Trabajé por algunos años como ingeniero de QC en un estudio. QC quiere decir Quality Controller, lo que significa que tenía que escuchar muchísimas grabaciones todos los días, buscando defectos; así que me pagaban por escuchar, por lo que fue una gran experiencia de entrenamiento auditivo. Me tomó unos cinco años más desarrollar las habilidades necesarias para lograr buenos resultados de manera repetida”. Jonathan considera que a partir de aquí su carrera realmente despegó cuando lo llamaron para involucrarse en proyectos como el catálogo de David Bowie o el catálogo de Frank Zappa. “Ese fue el momento cuando dije: ‘wow, realmente estoy haciendo esto?”.

El trabajo en el material de David Bowie fue muy extenso e intenso. “Trabajé en un catálogo de trece discos que compilaban su trabajo. Nos tomó varios años finalizarlo, desde el punto de desempacar todas las cintas y analizar cuáles canciones sonaban mejor para cierto álbum, hasta darles su tratamiento, enviarlos para su análisis, tenerlos de regreso con sus comentarios, corregir y demás. Aunque no fue una labor retadora en sí, puedo afirmar que fue un proceso largo e intenso, pero muy satisfactorio. Ahora, si hablamos de algo difícil, podría mencionar la restauración que realicé en uno de los discos de Thelonious Monk. Aquí lo que se estaba buscando era recrear una sensación de imagen y perspectiva. Aquí colocamos el piano de un lado, la batería del otro y el saxofón y el bajo en medio. Eso fue mucho más retador!”. Pero aún así, Jonathan afirma que los proyectos más difíciles son en realidad aquellos donde comprendes que el músico tiene una gran idea, pero que desafortunadamente no la logra ejecutar de manera correcta.

“Cuando comencé a masterizar, a finales de los ochenta, las herramientas para la disminución de ruido empezaban a utilizarse de manera comercial y gracias a que yo conocía estos equipos, hubo gente que se acercó a mí para limpiar grabaciones de casos criminales. Es una rama del audio muy apasionante”.

El variado trabajo del mastering

La masterización la ha preferido siempre por encima de la mezcla en estudio. De hecho, por estos trabajos es por lo que Jonathan es más reconocido. “Va a sonar extraño”, afirma, “pero una de las razones por las que me encanta masterizar es porque me gusta tener variedad en mi trabajo. El proceso de mezcla de un álbum en el estudio puede llevar varios días, semanas o hasta meses; en cambio, una masterización puede ser ejecutada en uno o dos días. Ya sabes, un día puedo estar trabajando con Danilo Pérez y el siguiente en un disco de heavy metal y el día después en un proyecto sinfónico. Esa diversificación me gusta. Además, creo que un tipo de música me ayuda mucho para masterizar el otro. Siento que de alguna manera se interconectan”.

Las herramientas que utiliza un ingeniero de masterización en realidad no son tantas, siendo la más importante sus oídos, evidentemente, y el cuarto de control en segundo lugar. “Definitivamente, mi estudio me encanta. Contraté a un especialista que se llama Fran Manzella e hizo un trabajo extraordinario. Yo colaboré aquí y allá, pero la mayor parte del crédito es sin duda para él. Después de eso, diría que mis bocinas; unas SC5 que he usado por 25 años. Y finalmente, mi ecualizador Sontec. Lo he usado por tanto tiempo que lo siento muy familiar y cómodo. Simplemente es uno de mis mejores amigos”.

Esperen…Jonathan ha trabajado también en campos poco explorados por los ingenieros de audio, como el área forense. Así de versátil. “Esto fue algo que aprendí de manera espontánea, si así lo podemos llamar. Cuando comencé a masterizar, que fue a finales de los ochenta, las herramientas para la disminución de ruido empezaban a utilizarse de manera comercial y la masterización fue uno de los primeros que las adoptó, así que gracias a que yo conocía estos equipos, hubo gente que se acercó a mí para limpiar grabaciones de casos criminales. Es una rama del audio muy apasionante y pienso que la gente que hace esto son verdaderos ingenieros que comprenden a profundidad el comportamiento de una señal auditiva, al contrario de un ingeniero musical, que sólo está tratando de ecualizar una voz, por ejemplo, para hacerla sonar mejor”.

¿Qué viene? “Un año sabático”, concluye. “Quiero tomarme un año fuera de la universidad para indagar y desarrollar nuevas interfaces orientadas a la gente que manipula audio. Creo que estamos en el punto donde deberíamos de comenzar a interactuar con el sonido de manera diferente. El uso de faders, compresores, ecualizadores y demás ha sido muy útil a lo largo de los años, pero ya es el momento para crear herramientas que nos permitan casi bailar con el sonido. A ese nivel de fluidez. Algo mucho más intuitivo que permita una escala mucho mayor de creatividad”.

“Tenía que escuchar muchísimas grabaciones todos los días, buscando defectos, así que me pagaban por escuchar, por lo que fue una gran experiencia de entrenamiento auditivo”.