Su ejecución al piano cubre lo clásico, el jazz y lo popular; con esto ha construido un sello sonoro que como intérprete y compositor permiten identificar a Héctor Infanzón como un híbrido: un creador de música ecléctica que le devela como un músico de su tiempo en constante búsqueda, ávido de mostrar creativamente la identidad que ha absorbido como mexicano y capitalino.
Dicha hibridez le ganó aplausos y gira por Asia, de la que quedó registro puntual en el disco “Live in Hong Kong”, álbum que captura la esencia, energía y talento de él y su grupo, el cual gozó del júbilo de un público que hizo de la música el vínculo para conectar sin limitantes. Una grabación orgánica que se terminó de afinar en nuestro país y que sirve de pretexto para tener de Héctor sus impresiones como músico y productor en esta momento de la industria musical y la grabación.
¿Cuáles son los elementos que distinguen tu identidad musical?
“Es un proceso evolutivo del que a veces no eres consciente, uno hace las cosas por la necesidad de crear, de componer, de tocar, de explorar y esa constante búsqueda se vuelve un estilo o evolución que se observa hasta que miras en retrospectiva. Los discos son un referente de lo que hemos hecho a través del tiempo, de ahí la importancia de estar grabando porque es el testimonio de la época que uno vive, de cómo concibe uno la música, la vida; se deja un testimonio o concepto musical”.
“Me gusta hacer música para grupos de cámara, orquesta sinfónica o solistas; hago esta combinación, este cruce de información. Estudié música clásica, pero también me formé en la calle, en los centros nocturnos, en la música popular y este cruzamiento de vidas me ayudó mucho a hacer la música que hago ahora, que las combino sin ningún problema ni prejuicio. Mis discos tienen este sentido de identidad, la que yo me propongo aunada a la que siempre he querido plasmar de ese México complejo que somos, esa hibridez de los que vivimos en esta ciudad. El eclecticismo es la característica de quienes vivimos acá. Es la parte cosmopolita de una orbe del mundo que da cabida a todas las culturas; a veces no lo vemos, pero basta con salir del país para apreciarlo, sin perder nuestra esencia”.
Produces la mayoría de tus discos, ¿no has requerido de un oído externo para esa labor?
“La razón por la que me auto-produzco es porque uno sabe lo que quiere. Cuando te enfrentas con un productor o una disquera, ellos asumen que saben lo que va a vender en el público y no necesariamente es así. A veces es para bien y son creativos y ayudan a potenciar lo que quiere el artista. Yo he colaborado, así fue el disco “Nos toca”, un emblemático de mi discografía, que produjo Tania Libertad. Fue muy respetuosa y como artista que es, sabe lo que implica. Hizo la producción ejecutiva y tuve la libertad de hacerlo como lo concebí. Los demás son discos que yo produje. Actualmente he tenido pláticas con productores que son sensibles y quizás otra vez haga una colaboración. No estoy cerrado, me parece importante juntarse con gente creativa, que a su vez tenga una visión empresarial. Que sea artístico y lucrativo en esta época donde no hay fórmulas”.
Eres un músico autogestivo…
“Actualmente, los músicos nos hemos convertido en empresarios, managers y productores; a mí me parece importante tener esta visión, no obstante sumergirte de lleno en esa experiencia de pronto es muy desgastante: yo, que soy muy obsesivo con la producción de mis discos y espectáculos, he debido aprender a tener confianza y contar con colaboradores en cada área. Es importante dejarse ayudar para que uno sólo se dedique a componer y practicar; tener ese engranaje de personal y delegar, porque si un día te llega la oportunidad de salir al mundo, tienes que estar listo. Yo miro esta estructura como mis “tienditas”, confío en personas que me ayudan con esas tareas”.
Así surgió la gira por Asia, ¿cómo fue la producción de ésta?
“Se dio gracias a una serie de circunstancias fortuitas y afortunadas. Gracias a una gran amiga pianista Lina Ramírez, promotora de la música mexicana que vive en Singapur, quien me invitó a ir, se armó una serie de conciertos. Estando allá, Lina platicó con otras personas del consulado mexicano en Hong Kong y se armó la gira; antes de salir de México ya teníamos veinte fechas confirmadas y estando allá otras. Gustó mucho la propuesta: fui con Enrique Nativitas (batería), Adrián Infanzón (bajo), Luis Gómez (percusión), a quienes respeto como músicos que son maravillosos. Fuimos a Singapur, Gansu y Hong Kong, que tienen clubes de jazz y festivales, y la última parada del tour fue en el Orange Peel, recinto famoso, y se dio la ocasión de grabar el concierto a solicitud del consulado mexicano para tener el registro. Me lo mostraron y decidí sacar el disco, porque fue una experiencia muy bonita que no podía nada más quedarse en anécdota; musicalmente me gusta mucho cómo quedó. Fue una grabación que no estaba pensada para ser disco, así que no hubo multitrack, el ingeniero sólo puso su consola, el estéreo que salió de ella y fue todo. Capturó y mezcló bastante bien, como en los viejos tiempos, a dos tracks estéreo, y no hubo que hacer nada más que masterizarlo y listo”.
¿Cómo elegiste el repertorio?
“Con los años y tras haber estado en festivales como Montreal y Nueva York, he aprendido que debo tocar música original cuando no te conocen; uno cree que tocando el repertorio consabido de los standards de jazz es como se abrirán las puertas, pero no. Es al revés: la mejor manera de defender mi propuesta es con música original, y esa confianza me la ha dado el tiempo y los escenarios. Tengo que contar las historias de mi país y de mi ciudad querida, eso es lo que me corresponde. Y la gente lo percibe”.
¿Dónde se masterizó el disco?
“Cuando me llegó la grabación, la escuché y me emocioné mucho. Alcanzaba para dos discos, pero tomé los temas más representativos e hice la postproducción acá. Lo masterizó Juan Carlos Ertze, con quien he trabajado eso toda la vida, lo revisamos e hicimos el diseño y las gestiones de permisos que implicaba editarlo en México. En la gira no sabíamos que iba a ser un disco, ahí se culminó un viaje de tres años prácticamente, desde que estuvimos en al Java Jazz Festival; es la síntesis de ese lapso de visitas a Asia. Por eso este disco representa mucho para mí”.
¿Quién mezcla por lo regular tus álbumes?
“Mi sobrino Adrián Infanzón, quien además de bajista es ingeniero también. Él mezcla, tiene un oído maravilloso. En grabación, el tracking lo suele hacer Juan Carlos Ertze cuando tengo conciertos en vivo, pero la mezcla Adrián: es músico y sabe cuál es el sonido de la banda”.
Además de ese proyecto, ¿qué otros tienes?
“Estoy con mi orquesta inspirada en la sonoridad de la que tuvo Machito en Nueva York en los años cincuenta, la que escuché en los discos de mi papá y que tiene una instrumentación de cuatro trompetas y cinco saxofones, esa sección rítmica que oímos en las películas de rumberas mexicanas y no siempre fueron las de Pérez Prado, sino de un arreglista mexicano llamado Rafael de Paz, un músico chiapaneco. Con ella armo “Nocturnando”, un espectáculo en el que invito a la gente a volver a vivir esa experiencia con música original. Además, tengo ya tres discos en puerta: con cuarteto, orquesta y mis conciertos de violín, piano, vibráfono y flauta para orquesta sinfónica”.
Háblanos de tu piano…
“Hemos establecido esta relación desde hace doce años. Comenzó con una gira muy especial en el metro, con el proyecto “Sombrereando”, que era llevar esta música de una vez por todas al público en general, quitarle elitismo, era en cuarteto y fue increíble. En una de esas jornadas, Gerardo Arreguín me pidió probar el C7 de Yamaha y desde entonces no lo dejo”.
“Para mí el C7 profesional de tres cuartos de cola ha sido una maravilla. Lo he usado con orquestas, en mi casa y es un instrumento fabuloso que procuramos afinar cada seis meses. Soportan todo, además de tener la calidad que han absorbido en construcción y mecánica que les ha valido ganar los máximos premios como el Tchaikovsky y el Chopin”.
“Con el C7 hice el disco “Citadino”, grabado en mi sala y masterizado por Andrés Mayo; no podía creer cuando le dije cómo y dónde lo grabé. Adrián me ayudó con algunos preamplificadores y sus orejas. No son sólo los fierros, sino qué vas a hacer con ellos”.
Así concluye la puntual radiografía de los factores que han hecho de Héctor Infanzón uno de los músicos a los cuales seguir si de identidad musical mexicana contemporánea se busca. Un ser congruente y responsable de su misión como artista.
Entrevista: Nizarindani Sopeña / Redacción: Marisol Pacheco