David Nájera llega con su “Water Corner”

Con el estreno del sencillo “Water Corner”, el baterista mexicano David Nájera continúa afianzando su discurso musical con composiciones propias. Radicado en Nueva York, una escena que estimula las inquietudes jazzísticas y de colaboración multicultural, David desglosa el proceso de producción y grabación del tema a trío, junto a Nate Liebert (guitarra) y Sebastián De Urquiza (bajo).

De inicio, agradecimiento

Dos inquietudes inspiran el tema, afirma David: “Empezó emocionalmente para expresar el sentimiento de gratitud que tengo por la oportunidad de dedicar mi vida a la música y, por otro lado, para expresar eso que nos mueve para sacar la música”. 

El sonido de mi batería está basado en la selección de parches que tengo y la tarola; para mí ahí está muy definida mi personalidad”.

El trabajo de producción se concretó en los ensayos con la banda y una sesión de grabación: “Hicimos cuatro tomas y fue curioso ver cómo esta canción funciona de una forma si la tocábamos como balada y de otra manera, tocándola rápido. Las tres primeras fueron lentas y la última versión tocamos más rápido y me gustó mucho, así que decidí quedarme con esa toma. Llevo tocando varios años con Nate, tenemos una historia de amistad y musical, y Sebastián es un bajista argentino que vive acá, estudió en Suecia. Lo conocí grabando con Nate y es un gran bajista; siempre que lo llamo está dispuesto a tocar”. 

Grabado en Liquid Sounds, el estudio de David y unos amigos en Brooklyn, el equipo usado en la grabación fueron micrófonos SE, Shure SM57 y SM81, Beyerdynamic M160 y Warm Audio WA87 para la batería; en la guitarra un Telefunken M80 frente al amplificador más caja directa, y para el bajo, un AKG C414. El espacio cuenta con interfaces Apollo Twin y Apollo X8P de Universal Audio, más una Focusrite Clarett+ 8Pre. 

Ese acento en el tratamiento digital del audio es algo que explota al máximo David y sus colegas; así lo relata: “La Apollo trae varios plug-ins y cosas que había en piezas de hardware análogas, pero ahora tenerlas como un software ofrece muchas opciones, da la opción de tener los compresores viejos o el sonido de una consola Neve, pero todo en una simulación digital; son muy fieles al sonido de esos discos de los setenta y sesenta, cuando se usaban fierros carísimos y que ahora tenemos al alcance con esta tecnología, que hace las cosas muy convenientes para nosotros, para añadir texturas”. 

“El sonido de mi batería está basado en la selección de parches que tengo y la tarola; para mí ahí está muy definida mi personalidad. Tengo un Istanbul Egop modificado en la forma de la campana y en la capa debajo del platillo, que da más flexibilidad de movimiento, genera un sonido más abierto y lo hace resonar más tiempo, de forma consistente. También tengo un Paiste Deep Beat y unos Custom K de Zildjian en los hi hats. En los parches uso Evans Coated, que hacen sonar los tambores más denso y rico”.

Me parece que en México y en Estados Unidos hay gente muy talentosa, que están muy preparados y ya se han educado en el género. Ahora se trata de hacer un trabajo extra para tener una voz original, que sea honesta a ti mismo”.

La mezcla quedó en oídos de Steve Xia, en los estudios Dimensión 70, mientras que la masterización fue hecha por el colombiano Julián Picado. “Lo que quería es que sonara como una grabación en vivo, sin producción musical pesada con sonidos, efectos y demás. Quería sonar como esos discos que me encantan setenteros de Earth Wind and Fire, Stevie Wonder, y que sonara la captura de los micros. Con pocas revisiones quedó listo”. 

Con la mira de entregar un disco completo, David está claro en el sonido que quiere mantener, yendo hacia algo energético: “Cuando toquemos en vivo quiero tener más involucrada a la audiencia y he venido probando arreglos con groove para ese fin; creo que el disco irá mucho por ahí”. 

Finalmente, el baterista reconoce éste como un momento especial para los jóvenes que quieren hacer jazz: “Me parece que en México y en Estados Unidos hay gente muy talentosa, que están muy preparados y ya se han educado en el género. Por ejemplo, antes no era común que los bateristas compusieran y ahora es más común, porque el jazz está institucionalizado y eso ha cambiado mucho la manera en la que la gente toca el género, pues antes era mucho por tradición oral y sólo lo aprendías yendo a jam sessions y pagando a un músico por darte clases privadas, así aprendías el lenguaje. Ahora se trata de hacer un trabajo extra para tener una voz original, que sea honesta a ti mismo”.

“No es un género popular y al menos acá en Nueva York se sabe que hay pocos lugares donde la gente de verdad quiere escuchar jazz y están dándole su atención, no como una cosa de club y música de fondo. Con el nuevo disco tengo planeado hacer más una fusión de géneros e incorporar lo que disfruto tanto, más canciones de jazz pero con un acento más energético que le permita al público estar más atento a la música”.

Entrevista: Nizarindani Sopeña / Redacción: Marisol Pacheco