“¿A qué te vas a dedicar en la vida, Mérlindon?” Preguntó con pesimismo el director de la escuela preparatoria donde yo estudiaba.
“¡A la música, profesor! Contesté convencido.
“No, ya en serio”, reafirmó intolerante, pues no halló sentido en mi respuesta.
“Ya le dije, a la música, seré guitarrista!” Exclamé molesto.
En seguida respondió el profesor y dejó ver, de manera agresiva y muy despectiva, lo que era su frustración personal y docente: “¡Sólo hay un John Lennon en la vida! dijo levantando el dedo índice con extrema seguridad.
La música forma parte de todos
El astrónomo Carl Sagan decía: “Si quieres hacer un pastel de manzana desde el principio, debes primero intentar conocer el universo”. Parece ser que al principio de todo cuanto existe en la creación, estuvo el vacío, después surgió la vibración, luego el movimiento, después el sonido y finalmente todas las formas y todo lo que conocemos. Podemos deducir con claridad que todo cuanto existe en el universo tiene sonido, así que la música, por naturaleza, es eterna, como también es infinita la forma en la que es creada. De esta reflexión surge una pregunta: ¿Qué debemos experimentar en nosotros, antes de hacer música? También surge otra pregunta más compleja aún, más profunda y que provoca un sinfín de cuestionamientos: ¿Qué debemos experimentar antes de ser nosotros mismos?
En una entrevista reciente a Steve Vai se le preguntó qué es la música, a lo que contestó que después de toda su experiencia, no sabía. Agregó algo aún más interesante: que los instrumentos musicales no son naturales para los seres humanos, pero en cambio la música sí lo es. Con los instrumentos tenemos que aprender de cero, adaptarlos con gran esfuerzo a nuestra anatomía corporal, practicar repetidamente, estudiar por años enteros para ampliar nuestra plasticidad cerebral y entrenar nuestros sentidos para sensibilizarnos con profundidad a lo que experimentamos psicológica y emocionalmente para así lograr transmitir nuestros mensajes más significativos a través de la música.
La música es natural en nosotros los humanos, lo es en el mundo mineral y también lo es para los animales y las plantas, ya que también emiten sonidos para comunicarse. El primer instrumento natural y por excelencia es la voz; con ella, los budistas emiten mantras, por ejemplo. En otras religiones también se emiten cantos y entonaciones donde se usa el “resonador natural” de nuestra caja torácica con la respiración, tal como lo hacen los bebés y los cantantes. El sonido es el primer paso en la comunicación, mientras que el segundo es más importante aún: es el sentido que contiene la calidad del mensaje. La música emite muchos mensajes y su infinito sentido es lo que está por debajo de lo que se oye; es lo que enlaza un ente vivo con otro, como por ejemplo, en la película de ciencia ficción “Encuentros cercanos del tercer tipo”, donde la comunicación, en el momento del encuentro, es con sonidos específicos que crean música, una melodía en particular que se sincroniza con la buena intención de hacer contacto y saludar a los vulnerables y asombrados terrestres.
Autenticidad: clave para la comunicación real
Nosotros hemos enviado, a través de la NASA, saludos reales al espacio, como lo hicimos a través de las naves Voyager 1 y 2 en 1977. Naves lanzadas como una botella hacia al vasto océano cósmico, a ver si alguien puede leer el mensaje y nos encuentra. En estas naves hay hora y media de música de Chuck Berry, Vivaldi, Bach y Beethoven, entre otros. Rusia tuvo también su oportunidad, cuando los astronautas soviéticos Sergei Krikalyov y Alexander Volkov, a bordo de la nave espacial Soyuz TM-7 que se dirigía a la estación espacial MIR, reprodujeron el casete de Delicate Sound of Thunder de Pink Floyd. Así como las matemáticas son un lenguaje universal, la música también lo es.
Otro ejemplo de mensaje y de la calidad de su sentido es el anhelado contacto extraterrestre del científico Frank Drake a los inicios del proyecto SETI (búsqueda de inteligencia extraterrestre), quien envió un mensaje con Carl Sagan desde el radiotelescopio de Arecibo en Puerto Rico en 1974. Concretamente lanzaron el mensaje hacia el cúmulo globular de estrellas llamado M13, el cual está situado en la dirección de la constelación de Hércules, cerca del borde de la Vía Láctea, a una distancia de alrededor de 25 mil años luz y formado por alrededor de 300 mil estrellas. El “sentido del mensaje” fue presentarnos como especie y en caso de lograrlo, en realidad, en el fondo de la nostálgica búsqueda, era poder descubrir realmente quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Volviendo a nuestro planeta, las preguntas siguen vigentes: ¿Qué debemos experimentar en nosotros, antes de hacer música? ¿Qué debemos experimentar antes de ser nosotros mismos?
Pienso que el infinito sentido de la música es conectarnos de manera profunda entre los humanos y eso busca el artista: conectarse y re-conectarse con todo aquello que está vivo en el cosmos. Un principio es que todo lo que hagas, trata que sea espontáneo, lo más natural posible para ti. Ser sincero y honesto contigo mismo para lograr encuentros verdaderos entre tu público y tú. Según el psicólogo Carl Rogers: “Cuando esto pasa realmente, no existe la manipulación”, y es precisamente esto lo que buscamos en el escenario, estar en contacto con el público, con nosotros mismos, con nuestro cuerpo y nuestras sensaciones, y fluir con libertad.
Esto da respuesta a la primera pregunta: ¿Qué debemos experimentar en nosotros, antes de hacer música? La respuesta es placer ante lo que nos gusta y apasiona; también es muy importante procurar el buen humor. Esto último es vital para lidiar con el ego y cultivar la sinceridad, así como la honestidad, pues si hay algo muy bonito y alimentador en la vida de un artista es tener muchos amigos y estar en contacto con la sociedad. La gente siempre aprecia esto de quien admiran y respetan. La respuesta a la segunda pregunta acerca de qué debemos experimentar antes de ser nosotros mismos es no tomarnos tan en serio en la vida, tener claras nuestras expectativas y llevarlas con soltura. Hay ambiciones que pudieran estar demasiado lejos de nuestras metas y esto puede hacerlas inalcanzables y terminar por amargarnos. A tu público le interesa verte avanzando y que te vaya bien en la vida, pues a la gente le sirve tu ejemplo.
Seriedad, disciplina y buen humor
Si la creación oculta al creador, como la música a su compositor, entonces me surge otra inquietante pregunta: ¿Qué debemos sentir en el momento mismo de hacer música? Es sencillo, pero difícil a veces, y se trata de dejarte llevar por lo que sientes, permitirte la inocencia del asombro, respirar profundo y dejar que salga con soltura lo que surja de tu creación, sin miedo, ya que éste puede frenar tu capacidad de expresión. No hagas música para unos cuantos, sino para todo el mundo, para todo el universo, pues nunca sabemos qué alcance tendrán nuestras acciones en las personas; de ser posible, haz cosas magnánimas, es decir, hacer el bien en grande, todo esto de manera tranquila y disfrutando el momento, el presente. Si vas a entrar al estudio de grabación, organiza tu trabajo, lleva tus partituras o cifrados en orden, procura un buen ambiente social con los ingenieros, staff y con tu grupo de trabajo, pásala bien y cultiva con sensibilidad la seriedad y la disciplina, combinándolas con el buen humor.
Un par de años después llevé con mucho orgullo al director de mi escuela mi primer disco profesional, grabado en 1990.
“¿A qué secta perteneces?”, fue lo primero que me dijo al verme vestido con botas, ropa negra y gabardina, bien arreglado, con lentes oscuros, collares y aretes.
“Pertenezco a la secta de aquí, respondí, a la de su colegio, del cual no se puede salir triunfando”. Acto seguido de mi respuesta, le entregué en la mano el disco y me retiré.
Desafortunadamente, mi profesor se quedó estacionado en el tiempo, buscando el sentido eterno y aburrido de volver a repetir una y otra vez, lo que le provoca oír a John Lennon cada vez que necesita sentir lo mismo y que lo repite eternamente para buscar algo de placer. En mi caso, no he dejado de disfrutar a John Lennon, pero me ha tocado el eterno sentir de que no hay nada de lo que me pueda aferrar en este universo; cada momento de dolor, cada cirugía que experimento, cada momento de mi discapacidad sin poder caminar y cada placer, es único. Cada instante en el que toco la guitarra existe para mí un infinito sentido de inconmensurable placer y cada momento en el que me pongo a componer música, desde la inmensidad de mi pequeño ser en este universo, surge por única vez y de manera irrepetible, la melodía escondida en el silencio del vacío, única como el infinito sentido de las notas siempre eternas.
*Guitarrista, compositor y productor. Ex-guitarrista del grupo Kerigma (1989 – 1993), grabó el disco “Esquizofrenia”. Como solista, sacó su primer disco instrumental “Horizontes” en sound:check Xpo 2018. Psicólogo educativo, psicoterapeuta corporal y de pareja, conferencista, consultor en sexualidad, cuenta con el Postgrado CORE Institute of New York. Es empresario, filántropo, fundador y director de la fundación Más allá de la Adversidad AC, para apoyo de personas con enfermedades reumáticas.