Cuatro, treinta y tres

En un día de tour, después de hacer el show numero “xxx” de la gira, el crew está en el camerino, se preparan y comentan detalles finales. Por el radio se escucha: “Listos para el show, en treinta minutos comenzamos”, y poco después se le avisa a todo el staff: “Todos en sus posiciones, hagamos linecheck, prueba de luces y visuales…todo bien en FOH, monitores y escenario, ¡estamos listos para comenzar…!”

“Una pausa en la música induce una relajación mayor a la precedente exposición a la música”, lo que indica que tal vez el placer de la música viene de ‘una alteración controlada entre la estimulación y la relajación”.

Luciano Bernardi

Sonido y silencio

Puntuales en llamados según el horario general, el público está inquieto y sientes la energía que abraza y traspasa muros, equipo, personas… todo comienza a vibrar más y más hasta que se apagan las luces y ahí es cuando músicos, staff y público hacen una conexión invisible y la adrenalina comienza a invadir nuestros cuerpos, llevándonos a un estado de subconsciencia, concentración y alerta máxima.

Durante el show suceden miles de situaciones que resolver, algunas muy buenas y otras muy estresantes, pero no importa: el show continúa y todo el equipo trabaja para hacer un muy buen concierto; somos familia y nos cuidamos (lema en tour); siguiendo el setlist comienza la cuenta regresiva para el final del show…un gran cierre y la última descarga de energía se libera recargando a todos los que estamos ahí. Después…silencio total.

Las ondas sonoras viajan por el aire y entran al oído externo por el conducto auditivo que llega hasta el tímpano; el movimiento de las ondas hace que éste vibre para después transmitir estas vibraciones a los huesecillos del oído medio, que amplifican las vibraciones y las envían a la cóclea que tiene forma de caracol y está llena de líquido, mismo que forma ondas que viajan por la membrana basilar, convirtiendo las vibraciones físicas en señales eléctricas que son las que llegan al cerebro y ahí es cuando se convierte en sonidos que podemos reconocer y entender. El cuerpo reacciona inmediatamente a estas señales, incluso en medio del sueño profundo.

Las personas que viven consistentemente expuestas a ambientes ruidosos experimentan niveles de estrés crónicamente elevados. Al estar mucho tiempo en esta condición, lo primero que se activa es la amígdala y los cúmulos de neuronas ubicados en los lóbulos temporales del cerebro, que también se asocian con la formación de la memoria y las emociones; después se detona una inmediata liberación de hormonas de estrés como el cortisol.

Es sumamente importante cuidarnos cada vez que exponemos nuestros oídos a mucho volumen, ya que estos entran en estrés. Como ingeniera de sonido, al finalizar un show, lo primero que hago es colocarme atenuadores (tapones que reducen y aíslan el sonido en los oídos) para “descansar” después de estar expuesta a grandes niveles de presión sonora.

El silencio es agudizado por los contrastes; entonces, ¿qué sucedería si nos exponemos al silencio total?

Cuando se elimina completamente el sonido, nuestros oídos hacen todo lo posible por localizar una fuente, lo que hace que el propio cuerpo se convierta en generador de ese único sonido, por lo que con el paso del tiempo se comenzará a escuchar la respiración, los latidos del corazón y hasta de las tripas, lo que puede llevar a que la mente pierda el control e incluso se provoque la pérdida del equilibrio.

Pongo el ejemplo de una cámara anecoica. Si una persona pasa cierto tiempo (aproximadamente 45 minutos) dentro de ella, tanto silencio puede provocar mucha tensión en nuestro cerebro y después comenzarán los síntomas de pérdida de control mental o locura.

“La cámara anecoica creada por Steven Orfield, es el lugar más silencioso del mundo, logrando una absorción del 99.99 por ciento del sonido, el cual hace que lo que allí se registra esté por debajo de los -9 decibeles y desaparezca en tan sólo un instante”.

El silencio también es música

John Cage compuso “4’33’’ (se lee “Cuatro, treinta y tres”)​, obra que dura cuatro minutos y treinta y tres segundos y donde no toca una sola nota en el piano, sino que más bien la melodía es escuchar los sonidos y ambientes propios de ese momento. Para muchos fue una broma, pero detrás de todo esto existe algo más que una simple ausencia de sonido. John Cage visitó la misma cámara anecoica que mencioné anteriormente porque quería escuchar silencio total, pero en lugar de ello, escuchó dos zumbidos, uno agudo y otro grave. El primero correspondía a su sistema nervioso y el grave era la sangre pasando por sus venas. El silencio no existe, fue la reflexión que le llevó a realizar esta gran obra musical, buscando transmitir una nueva experiencia compuesta de ruidos y sonidos que el cerebro humano “desconecta” automáticamente, como la respiración, roces de manos, aire y demás.

La música es un mundo sin fronteras. Como bien lo decía el compositor alemán Carl María Von Weber: “Es el verdadero lenguaje universal”.

Una melodía provoca un sentimiento diferente en dos personas de cualquier parte del mundo con una cultura o educación distinta, pero siempre genera una reacción. Incluso es capaz de afectar nuestro estado de ánimo. Miguel de Cervantes creía que la música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu.

En 2005, Luciano Bernardi, médico y músico, realizó un estudio seminal en la literatura que explica el uso de la música como medicina junto con los efectos del silencio y de aquí, los intervalos e inter-espacios de las canciones. Entonces, la neurofisiología del silencio se hizo presente. 

El silencio sólo existe con relación al sonido, como la obscuridad con la luz y quizás también como el vacío, que en realidad es una abundancia excesiva de energía creativa en potencia.

Algunos científicos notaron que para algunas personas, los espacios de silencio intercalados al azar tenían un efecto considerable en el ritmo cardiaco, la respiración y los registros cerebrovasculares; además, también descubrieron que hacer pausas de dos minutos era mucho más relajante que el silencio continuo. Así, el silencio se convierte de alguna manera, en un ambiente enriquecido, paradójicamente estimulante para el crecimiento.

“The loudest noise in the world is silence”.

Thelonious Monk

Cada tipo de canción desemboca una reacción diferente en nosotros. Psicólogos de la Universidad de Keele (Reino Unido), destacan que las melodías más lentas provocan sentimientos de tristeza, y por otro lado, por ejemplo, canciones como “Don’t Stop Me Now”*, es una de las melodías que más felices nos hace. Según un análisis del doctor Jacob Jolij, esta canción genera energía, con un ritmo de 150 pulsaciones por minuto. Científicamente, ¿cómo se mide el  nivel de “sentimiento de bienestar” en una canción?:

Rating = 60 + (0.00165 * BPM – 120)^2 + (4.376 * Major) + 0.78 * nChords – (Major * nChords)

De esta manera, con una melodía podemos pasar de un estado feliz y eufórico a inmediatamente un ambiente solitario y callado. Cuando esto pasa, podemos enfrentarnos a la depresión post-concierto.

Creo que todos los que hacemos o vamos a shows en vivo, de alguna u otra forma hemos experimentado esta depresión después del concierto. Definitivamente, los más afectados son los músicos.

*”Don´t Stop Me Now” (1978), canción incluida en el álbum “Jazz” de Queen, en la que Freddie Mercury toca el piano, acompañado por Roger Taylor y John Deacon en bajo y batería, respectivamente.

Segundos antes de comenzar el show, la emoción de las personas crece y la dirigen a un solo punto: el escenario, donde se encuentran los músicos, la banda preferida a la que vas a ver y escuchar. Entonces, después de estar expuestos dos horas a una descarga de adrenalina, euforia, atención y muchos otros estados de ánimo, el show termina y antes de que lo asimiles y te “descargues de toda esta energía”, subes a una auto directo a la soledad y silencio de los pasillos largos y las habitaciones de hotel, coches o autobús de gira. El contraste de recibir mucha energía y sonido al vacío y silencio, puede llevarnos a la depresión muy fácilmente y esto es una experiencia fuerte que a muchos les ha afectado de manera lamentable. Por eso, estar con alguien y adoptar a los colegas como nueva familia, facilita la convivencia y nos hace sentir acompañados, por lo que es más sencillo contrarrestar estos sentimientos y volvernos a sentir bien.

En la música como en la vida diaria, el silencio tiene la misma importancia expresiva que el sonido. Al igual que hay sonidos cortos y largos, existen los silencios cortos y largos. En la música, al igual que en el habla, es importante detenerse para respirar. Además, el silencio y las pausas son una herramienta indispensable para crear tensión y muchas mas experiencias en todos nosotros.

“La música no está en las notas, sino en el silencio entre ellas”. Wolfgang Amadeus Mozart

Aconsejo ampliamente descansen de todo sonido y aprendan a disfrutar del silencio.

Por Carolina Anton*