Con dos producciones en su haber, “Algo simple” (2016) y “Somos, seremos o no somos tal vez” (2018), Alto Volumen es un grupo de Cali, Colombia, que hermana el rap y hip hop con el funk, el soul y el jazz. Su participación en los festivales Tecate Arcadia Mérida y Tecate Comuna Puebla en México, confirmó la expansión de su propuesta: rimas a la vida y al barrio con las que se identifican sus seguidores; el manifiesto de un sonido que ha evolucionado con el apoyo en la producción de Pedro Rovetto (Superlitio).
La agrupación se formó en 2012 y tras varios ajustes en la alineación, hoy mantiene un ensamble de cuatro músicos y dos vocalistas: “Nos unió lo que pasaba en el barrio, nuestro sentir y lo que queríamos expresar. El rap nos sirve para comunicar y no nos limita en lo musical, porque también se puede montar éste y sonar con una orquesta o música del pacífico, el funk, el jazz y el rock; no hay limite”, comparte Dawer, uno de los vocalistas del combo.
De la primera a la segunda grabación, el grupo amalgamó un concepto musical sólido que sumó el oído de Pedro: “El primer disco se basó en ideas que combinamos: funk, hip hop, jazz, rap, rock, reggae y hasta soul. Migramos a tantos lugares que no había un sonido estructurado como tal. Quedamos contentos, pero cansados de esa primera experiencia”.
“Para el segundo disco ya teníamos un universo musical que le mostramos a Pedro, quien le dio piso y madurez. La mezcla quedó entre el hip hop y el funk, lo que llamamos hip-funk. Edward (Vergara) atendió la dirección musical y entre Pamela (Bravo) y yo las letras para marcar hacia dónde va el alma en cada canción; en los ensayos los músicos también proponen, al final sonamos todo para ver qué se quedaba”.
“Pedro Rovetto es un mago, un genio del oído y era un sueño grabar con él porque sus veinte años de carrera son sonidos e ideas de música que le permiten colocar cada uno en un momento distinto y con profundidad. Una parte importante que trabajamos con él fue enviarle un montón de referentes y a partir de eso empezamos a crear. Buscábamos un sonido ochentero-noventero sin que perdiera los sonidos análogos y digitales que suenan hoy. Junto a él hicimos la mezcla y entendió fácilmente lo que queríamos”.
“Grabamos las baterías en Árbol Naranja, en Bogotá, y luego Pedro llevó sus máquinas a nuestro espacio, llamado Somos Pacífico, para capturar lo demás. Teníamos unas 16 o 17 letras y bien puesto cómo queríamos los arreglos, los interludios, cada cosa. Ha sido nuestra mejor experiencia en estudio y el disco que amamos en este instante”.
El hip-funk, alternativo. “El hip hop colombiano es fuerte, pero nos sentimos más como músicos alternativos en cuanto a que nuestra musicalidad es más amplia que sólo estar en la escena hip hop que tiene ciertos encasillamientos. Debemos trabajar para cambiarlo: público, artistas, medios, empresas privadas e instituciones públicas. En Medellín y Bogotá la escena es más grande, hay festivales y espacios donde se pueden transmitir estos mensajes un poco underground y unirse con otras agrupaciones; ése es el camino”.
Entrevista: Nizarindani Sopeña / Redacción: Marisol Pacheco