Con una carrera que les ha permitido ser nominados al Latin Grammy, Los Claxons presentan su quinto álbum, Un día de sol, una colección de temas producido por Thom Russo (Audioslave, Michael Jackson, Johnny Cash) y grabado, como de costumbre, en El Cielo, el reconocido estudio ubicado en San Pedro Garza, Monterrey. Pablo González (bajo), Cesáreo Castillo (batería), Mauricio Sánchez (voz y guitarra), Édgar Lozano (guitarra) e Ignacio Llantada (voz, guitarra y teclado), se juntaron con Thom para grabar un álbum “híbrido, pues usamos herramientas digitales, pero también análogas”, como el propio Ignacio comenta.
“Llegamos a El Cielo con maquetas previamente trabajadas –comenta el vocalista-, entonces, ya bien ensayados, nos juntamos con Thom. Él sugirió que hiciéramos el híbrido entre análogo y digital porque todos reconocen la calidad que da grabar en cinta, pero la computadora otorga muchas facilidades; entonces decidimos aceptar su propuesta, después de todo para eso le llamamos, para hacer una co producción e intercambiar ideas”. Antes de presionar record, el grupo y su sello disquero, Movic Records, le dieron una manita de gato al estudio de grabación, llamaron a un ingeniero para “aceitar la consola” y el resto del equipo, pues algunos compresores no estaban funcionando del todo y había que hacer cambios de bulbos. Una vez arreglado todo, las bases se registraron de modo análogo, con el quinteto ejecutando al mismo tiempo sus instrumentos para que de ahí se extrajera bajo y batería. Los overdubs fueron ya registrados bajo sistemas digitales, aunque vale recalcar que Sin fin tiene la toma de voz de la primerísima grabación pues, según el cantante, interpretarla sin presión le otorgó una cualidad especial.
El encuentro con Thom Russo fue afortunado desde el comienzo. “Estábamos a punto de entrar a grabar y aún nos sabíamos con quién hacerlo –explica Ignacio. Uno de los planes era encargarnos nosotros mismos de la producción y más tarde traer a un ingeniero para que éste hiciera la mezcla, el filtro de calidad final. Luego empezamos a soñar con productores e intentamos materializar enlaces con algunos de ellos, y precisamente uno con quien no pudimos concretar el encuentro nos habló de Thom; dijo que a él podría interesarle nuestra propuesta, le llamamos y se concretó. A las dos semanas ya estaba en Monterrey, listo para quedarse dos meses con nosotros”. Sin embargo no todo fue miel sobre hojuelas, Ignacio acepta que en determinado momento “teníamos ciertas dudas respecto a cómo íbamos a comunicarnos. Porque nosotros sabemos hablar inglés, es decir, la parte técnica estaba solucionada; pero, ¿qué hay del feeling? Y es que nosotros tenemos muy buena vibra en el estudio, nos gusta tener todo relajado, en buena onda. Finalmente nos sorprendió que él estuviera en el mismo canal. Es un chavo súper aliviando en todos los aspectos. Nos tomamos cariño y nos integramos bien en todos los niveles de la producción, desde la interpretación y las letras hasta la ejecución”.
Creación uniforme con detalles únicos
Pese a que Un día de sol posee un diseño sonoro que unifica todos los tracks, “cada canción es diferente, cada tema posee un color distinto y esto significó, por ejemplo, hablando de guitarras, hacer muchos movimientos, como cambios de instrumento, pedales y amplificadores, que una grabación en cinta nos hubiera permitido, seguro que sí, pero con mucho más tiempo y esfuerzo; en cambio, el trabajo digital agilizó el camino”, recuerda Ignacio.
La meticulosidad con la cual Thom trabajó es reconocida por la banda. El cantante de Los Claxons lo explica: “para la batería, por ejemplo, ponía tres micrófonos en el bombo, dos en cada tambor, tres en la tarola, dos overheads, uno en platillos y cuatro rooms diferentes- , pero dependiendo de cada rola todo cambiaba, hasta el set de tambores. La filosofía de Thom era clara: grabemos todo lo que se pueda y después seleccionemos qué nos gusta más’. Teníamos, así, muchas opciones, muchas tomas. Y lo mismo ocurrió con las guitarras, poníamos los gabinetes en el control room y usábamos dos micrófonos para luego elegir cuál nos gustaba, o ambos. También llegamos a usar dos amplificadores a la vez”. Mención aparte merece el trato vocal, pues “Thom ponía tres micrófonos frente a mí, y yo pasaba por cada uno hasta decidir cuál toma nos gustaba más. Yo traía unos vicios impresionantes a la hora de cantar, pero él me ayudó a eliminarlos”.
Finalmente, la masterización la hizo Gavin Lurssen en una semana mientras que el propio Tom se encargó de la mezcla en Los Angeles, en su propio estudio durante tres semanas. Ignacio Llantada advierte que durante el proceso de mezcla se siguieron haciendo cambios, es decir, Thom le mandaba algo al grupo y éste le hacía indicaciones y comentarios. “Nos comunicábamos por internet y nos llamó la atención, a diferencia de nuestros discos previos, el cambio que sufrieron las canciones cuando nos llegó la masterización. Esta vez sentimos un empujón durísimo. Aunque desde que trackeamos con Thom ocurrió esto. Cuando parábamos de grabar de inmediato nos íbamos al lado de la consola y escuchábamos algo especial, un sonido que nos encantó”.
¿Qué clase de textura posee Un día de sol”? El también tecladista y guitarrista explica que se trata de “un disco cálido en cuanto a sonido, “gordo”, digamos. Los que se claven en el sonido se darán cuenta de que existe una diferencia respecto a otros trabajos. Quizá no todos digan que suena análogo; pero sí entenderán que suena grande y que no es del todo brillante, que se siente orgánico y que todos los instrumentos están muy presentes. Cuando lo escuchamos terminado por primera vez fue la ocasión que Thom nos puso todas las canciones al hilo, y nos gustó tanto esa experiencia que de hecho dejamos el orden en el cual las escuchamos. Ese día ni siquiera oímos las mezclas, sino el último corte en crudo, y fue un momento mágico luego de cuatro meses. Entonces dijimos: valió la pena el trabajo, lo logramos muchachos”.