Si crees que las grabaciones profesionales no tienen ningún problema y que eso ocurre sólo con los trabajos hechos en project o home studios, no sucede así. Las grabaciones, sean análogas o digitales, profesionales o no, deben luchar con el mismo problema: la sala. No importa el instrumento, voz, micrófono, preamplificador, consola, DAW, plug-in, reverb o monitores que poseamos, si el espacio donde grabamos, escuchamos o mezclamos no nos acompaña o no está correctamente diseñado, nuestras grabaciones, mezclas y producciones tendrán un sonido/audio que no alcanzará a cubrir nuestras expectativas.
¿Qué hacer?
Primero debemos entender cómo funciona nuestra sala para poder trabajar en ella. Trataremos de encontrar una solución, de ser posible, y si no, aprenderemos dónde están sus puntos débiles y cómo estos perjudican nuestro trabajo.
En este artículo hablaremos de salas que pueden ser de ensayo, grabación o control-rooms para mezcla o masterización. También comentaremos sobre los modos (no confundir con los modos griegos o gregorianos, que establecen los fundamentos teóricos para lo que se denomina posteriormente escalas musicales) y de las ondas estacionarias.
La sala como extensión del altavoz o el instrumento
Grabaciones como las de un piano, batería, guitarra o saxofón, se sirven de la sala donde se graben para desarrollar todas sus cualidades sonoras. Muchas producciones actuales son realizadas en cuartos muy pequeños y eso se escucha en el producto final. ¿Por qué? La sala, al funcionar como un resonador o extensión natural del instrumento (imaginemos la diferencia de sonido de la caja de resonancia de una guitarra acústica enorme o una pequeña), le aporta al mismo cambios en su sonido final que pueden ser temporales y/o espectrales.
Cuando hablamos de temporales nos referimos a que los sonidos se prolonguen más o menos en el tiempo, desde su ejecución hasta su total extinción. En cambio, cuando decimos espectrales, hacemos referencia a que algunos sonidos o notas musicales que sean ejecutados en nuestra sala por algún instrumento, se percibirán con mayor presión sonora (o más reforzados) que otros. Esto sucede, ya que el espacio de la sala interactúa con las ondas sonoras. Estas ondas son emitidas por el instrumento y golpean contra las superficies de la sala, y dependiendo de la forma, el material y el tamaño de la misma, ésta las devuelve con mayor o menor energía, dependiendo el caso.
Respuesta modal de una sala
Muchas veces, al mezclar en nuestra casa y al no tener nuestro cuarto preparado acústicamente para esta tarea, notamos que cuando escuchamos nuestras mezclas fuera de casa o en otro equipo de audio que no esté en nuestro cuarto, éstas tienen defectos que no habíamos escuchado antes. Por citar algunos ejemplos: frecuencias bajas exageradas o por el contrario, inexistentes. También aplica a frecuencias altas y medias, problemas de inteligibilidad de la voz o conflictos entre elementos como el bajo y el bombo. Esto responde a una dificultad ocasionada por las ondas estacionarias y éstas son generadas por la forma y tamaño de nuestro cuarto o sala para mezclar. No olvidemos que al encerrar el sonido entre paredes empiezan a suceder todo este tipo de fenómenos de los cuales no se puede escapar.
De acuerdo a las dimensiones, generalmente ocurre en salas pequeñas y medianas; algunas frecuencias quedarán resaltadas y otras atenuadas (ya que estas últimas no desarrollan toda su longitud de onda por las dimensiones de la sala), por sobre el resto de las frecuencias del espectro. Esto produce que nuestro oído “deba” o “quiera” compensar ese realce o esa atenuación de frecuencias con procesos como la ecualización para mantener o generar el balance en la mezcla, lo cual está por demás desaconsejado, ya que nosotros deberíamos tratar de corregir los problemas en nuestra sala de forma acústica (en función de la frecuencia y tiempo) y no por un proceso como la ecualización (en función del tiempo). Este proceso altera inherentemente todo el contenido espectral del audio que pase por él.
¿Por qué le sucede esto a mis mezclas?
Al encerrar el sonido en un lugar relativamente pequeño para el espectro de frecuencias que utilizaremos (20 Hz a 20,000 Hz), el lugar responde realzando o atenuando algunas frecuencias. Por citar un ejemplo, si vamos a trabajar mezclando flautas, no tendríamos problemas, ya que manejan un registro de frecuencias medias a altas y éstas llegan a desarrollarse en un espacio chico. Ahora, si quisiéramos trabajar mezclando un contrabajo, un bajo, un piano o un bombo, al manejar frecuencias bajas generarán conflictos con el espacio en donde mezclemos, ya que la longitud de onda de las frecuencias de esos instrumentos tiene un tamaño que a la sala no le es posible resolver.
Ejemplos de longitudes de onda para cumplir solo un ciclo de la misma:
10.000 Hz ⇒ 0,034 m
1000 Hz ⇒ 0,34 m
100 Hz ⇒ 3,4 m
40 Hz ⇒ 8,5 m
20 Hz ⇒ 17 m
De modos y modales
Para no excedernos de los límites de este artículo, ahora comentaremos brevemente sobre los tres tipos de modos que existen y su representación gráfica:
El modo axial es el que se genera entre dos superficies; es decir, que la onda queda anclada entre las dos paredes enfrentadas. Por su parte, el modo tangencial es el generado entre cuatro superficies, por ejemplo, entre paredes enfrentadas, suelo y techo. Por último, tenemos el modo oblicuo, que se produce entre las seis superficies del espacio.
¿Qué sucede cuando se exceden las seis superficies? Se deben emplear otros procedimientos para el cálculo y determinación de los modos. Ahora, este tipo de salas no son tan comunes en home studios o semi-profesionales.
El cálculo
Antes de empezar, tenemos que entender que nos enfrentamos a un problema que tiene tres dimensiones (ancho, largo y alto); que el sonido no se comporta como un haz de luz, por más que los gráficos simplificados traten al sonido como tal, sino como energía en movimiento que se difumina, se refleja y se absorbe.
A continuación presentamos la fórmula de Rayleigh para calcular las frecuencias de los modos de resonancia de una sala:
f_(k,m,n)=Vp/2 √((k/L_x )^2+(m/L_y )^2+(n/L_z )^2 )
Donde podemos encontrar que Vp es la velocidad de propagación del sonido (340m/s a 17 °C), “k”, “m” y “n” son el número de modo y ancho (Lx), largo (Ly) y alto (Lz). Esto nos permite saber cuáles serán las frecuencias resonantes en nuestra sala. Podemos usar esta fórmula sobre algo ya existente (nuestro cuarto) o sobre algo a diseñar (nuestra sala futura).
Conclusión
Es importante que tratemos de grabar, mezclar y/o producir en el mejor espacio acústico posible. No pensemos que porque la mayoría de cosas hoy en día se hacen “in the box” (dentro de la computadora) no es necesario un espacio y monitoreo correctos. El espacio correcto para escuchar, monitorear, grabar y mezclar, debe ser una de nuestras prioridades, si no es que la más importante. Aunque parezca increíble, tener un espacio correcto dará a nuestro trabajo la altura, calidad y el acabado final que se merece. El pensamiento de que no necesitamos espacio o que mezclar con auriculares es la panacea, puede afectarnos muy seriamente y ser peligroso para nuestra salud auditiva y nuestro trabajo. Si bien podemos tener limitantes habitacionales, existen muchísimas formas de mejorarlos con poco presupuesto, logrando resultados muy buenos, igual a no esperar milagros o recetas mágicas. Ahora, ¿esto reemplaza el trabajo que realiza un diseñador acústico para mejorar un recinto, sala o control room? ¿Esto nos evita estudiar la física del sonido y su comportamiento en distintas salas? ¿Esto nos ahorra hacer un análisis profundo de los resultados obtenidos por mediciones serias? La respuesta: Por supuesto que no.