México es un país que en general importa tecnología para que quienes viven del audio profesional tengan una herramienta a su alcance para buscar el mejor resultado. Es todo un reto. Pero cuando el desafío es establecerse en algún país de primer mundo para enfrentarse a una competencia aún más despiadada, es un logro digno de reconocerse. Oídos de Oro tiene el honor de contar con varios “tránsfugos” que destacan con su labor en países como Suecia, Finlandia, Inglaterra y principalmente, el vecino país del norte. En esta ocasión nos acercamos a un ingeniero de audio que ha conseguido el reconocimiento de propios y extraños y una carrera con grandes historias para compartir. Desde Los Angeles, Pablo Munguía.
¿Cómo y cuándo te iniciaste en el mundo del audio?
“Empecé tocando con grupos en el Distrito Federal en la preparatoria. Era baterista, porque el grupo de mi primo necesitaba uno, y una vez que pude sostener un ritmo básico durante tres minutos (¡lo que dura una rola!), entré a la banda. Después, unos amigos de la escuela me invitaron a tocar con ellos, y lo padre era que componíamos rolas juntos. Lo frustrante del asunto es que las cosas nunca sonaban como queríamos, y de allí me entró el gusanito de aprender a hacer que las canciones sonaran bien”.
¿Cuál fue tu primer trabajo referente a este ámbito?
“Yo había trabajado un poco en estudios de grabación como asistente, chalán o lo que fuera para tener acceso a ellos. Pero la primera chamba pagada fue en los estudios Westlake, en Los Angeles, donde empecé como runner (léase mil usos). Empezabas hasta abajo, lo cual quería decir que te tocaba el turno de las seis de la tarde a las seis de la mañana. Al finalizar la última sesión en alguno de los siete estudios, tocaba transportar equipo de un edificio al otro, en una camioneta. Esto significaba cargar, a las tres de la mañana, entre otras cosas más pequeñas, como micrófonos, bocinas y preamplificadores, las máquinas de 24 canales análogas (Studer 827), o de 48 canales digitales (Sony 3348). ¡Era como cargar refrigeradores! Al final de la noche había que limpiar los estudios, así salía con el sol, cuando llegaba el relevo, a las siete de la mañana. Los fines de semana volteaban el horario, pues tocaba chambear de día, y cada dos semanas volteaban el horario de nuevo. Eventualmente subías por la jerarquía de chalanes y a veces te permitían entrar a los estudios y “tocar” el equipo. Así subías poco a poco hasta que te graduabas a ser asistente, y eventualmente, con suerte, te graduabas hasta ser ingeniero”.
¿Tuviste la oportunidad de estudiar en alguna institución propiamente dirigida al sonido?
“Estudié ingeniería de sonido y producción musical en Berklee College of Music en Boston, aunque yo lo veo más que nada, por necesidad. Yo empecé muy tarde en esto, a los veinticinco años, después de hacer una carrera y maestría en ingeniería de materiales electrónicos en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), y luego en la Universidad de Texas en Austin. Esto de la música y el audio fue solamente un hobby por muchos años. Pero yo ya tenía prisa. Por otro lado, creo que esto se aprende en la práctica, y allí es donde más he aprendido, pero lleva tiempo, y yo sentía que no podía pasar otros diez años aprendiendo lo básico. En realidad, la escuela me ahorró mucho tiempo, por lo que aprendí en tan poco tiempo y porque cuando se presentaron las oportunidades en Los Angeles, las pude aprovechar. En realidad yo me salté varios pasos en la “carrera” de chalán en Westlake gracias a la escuela, y me gradué en apenas nueve meses a asistente, en un proceso que generalmente lleva mucho más tiempo. Me independicé de Westlake como ingeniero después de tres años”.
Actualmente radicas en los Estados Unidos. ¿Cuándo decidiste emigrar?
“Emigré a los dieciocho años cuando entré el MIT, con la idea de regresar a trabajar en México. Eventualmente, se me cruzó la oportunidad de trabajar en IBM haciendo investigación y luego la oportunidad de hacer el doctorado, pero principalmente se me atravesó el deseo de grabar un disco con mi grupo de la escuela. Así fue como decidí terminar mi posgrado con la maestría y solicitar admisión a Berklee, para estudiar música, producción e ingeniería. Cuando acabé ahí, me lancé con una mano por delante y otra por detrás a Los Angeles a buscar fortuna, en los doce meses que te permiten permanecer en los Estados Unidos al concluir tus estudios. Por suerte pude convencer a los administradores de Westlake de que me apoyaran con la visa de trabajo para quedarme antes de que se cumpliera ese año”.
En un país en donde la competencia está a la par del talento, ¿tienes alguna especialización?
“Pues supongo que mi especialización es el uso de sistema digitales en la producción en vivo de programas de contenido musical. Al salir de Westlake, yo arranqué una carrera como ingeniero de grabación y mezcla con los mejores artistas del mundo. Una serie de circunstancias me acercaron a la producción de televisión, donde mi experiencia como ingeniero de sonido y productor musical, y en el manejo de las distintas plataformas como Pro Tools, Logic y Ableton, me han abierto puertas y oportunidades realmente increíbles”.
Recientemente trabajaste en la entrega de los Oscares, en California. ¿Cómo fue?
“Este es mi décimo año en los Oscares. Aún me resulta increíble. Este año estuve en el Teatro Dolby, donde trabajo con el equipo de ingenieros de audio de la transmisión, enlazando los números orquestales de Capitol con las interpretaciones de los artistas que actuaron en vivo en el lugar”.
¿Podrías compartirnos tus planes a corto, mediano y largo plazo?
“Afortunadamente el calendario está lleno. Estoy trabajando en un programa llamado Celebración del Gospel, lleno de interpretaciones en vivo de este género. Muy divertido. Siguen los Premios de la Academia de la Música Country en Las Vegas, los Premios MTV y los MTV Movie Awards, después los Premios Billboard y los Premios BET. En México grabé y mezclé el DVD en vivo de Ana Victoria en los estudios Sony, donde hace años me tocó trabajar en la grabación de un proyecto similar de Pandora con Memo Gil y en el disco Sinfónico de El Tri”.
A mediano y largo plazo espero seguir trabajando en estos y otros programas de televisión y eventos masivos. Me gustaría explorar otros aspectos de la producción musical para televisión, películas y video. Espero continuar trabajando en proyectos musicales con artistas que me prendan, y un importantísimo acontecimiento es que empecé una familia, ¡pues me casé en junio pasado!”.
¿Podrías mencionar tus herramientas favoritas? Micrófonos, preamplificadores, consolas, convertidores AD/DA, monitores, outboard, DAW/software, plug-ins?
“Desde luego, para voz, depende de la persona, pero escojo entre un Neumann U-67, un AKG C-12 o un Neumann M-149. A esto le sigue un pre-amplificador Neve 1073 (yo uso la modificación de Brent Averill), lo cual le da color y esa distorsión tan rica en las frecuencias medio bajas que se traduce en calidez en los sistemas digitales. Le sigue mi querido compresor TubeTech CL-1B, la cosa más transparente y al mismo tiempo musical que he encontrado. Mis convertidores de cajón son los Apogee DA-16X y AD-16X, y directo a Pro Tools, que uso mucho para grabar y mezclar; uso un sistema híbrido y mezclo casi todo en “la caja”, pero usando un Dangerous 2-Buss para lograr la mezcla final en estéreo en el ámbito analógico. Mezclo con monitores ADAM S3-A y con mis queridas Yamaha NS-10. En plug-ins uso mucho de Waves. Mis reverbs son del Altiverb por lo general, y mi arma secreta son los plug-ins de Crane Song.
¿Puedes recordar a tres ingenieros y tres productores favoritos?
“Mis ídolos como ingenieros y afortunadamente ahora mis amigos son Tommy Vicari, Tony Phillips y Dave Rideau. Por otra parte, de los productores con los que he trabajado, mis favoritos tendrían que ser Memo Gil, Quincy Jones, Jimmy Jam y Terry Lewis, grandes talentos, con una pasión y gusto extraordinarios en lo que hacen y con un gran corazón.
¿Alguna recomendación hacia tus colegas que se inician en la profesión?
“Mi recomendación es el proyecto que sea hay que tratarlo como si fuera el trabajo más preciado y querido. El amor que le den a lo que hagan y que le entreguen a sus colegas, clientes y amigos, se refleja y se multiplica por sí solo. La otra cosa es que no se claven en el equipo y la tecnología. El noventa y nueve por ciento de la magia ocurre antes del micrófono, con los músicos, compositores y artistas, a ellos les debemos todo, y nuestro trabajo es ayudarles a capturar esa magia”.