La magia de decidir y la maldición de no hacerlo

Por Alan García*

Al momento de llevar a cabo una producción musical existen muchas etapas y muchas decisiones a tomar para llegar al resultado final. Desde la etapa de composición hasta la entrega del máster, cada decisión nos llevará por un camino distinto y, por supuesto, afectará al resultado final.

Cantidad de opciones para escoger

Anteriormente, las limitantes propias del medio usado para la grabación nos obligaban a comprometernos desde el principio, por el número de canales disponibles para grabar o por el equipo al que podíamos tener acceso. En la actualidad tenemos una cantidad ilimitada de tracks y de tomas, muy probablemente una gran cantidad de instrumentos y plug ins a nuestro alcance y por lo tanto, un sinfín de decisiones que tomar. Además, estamos en una época en la que podemos producir desde nuestro home-studio; es decir, tenemos mucho más tiempo disponible que el que reservemos en un estudio comercial, si es que lo llegamos a necesitar. Es algo maravilloso, pero puede ser contraproducente, ya que tener tantas opciones es a veces abrumador.

Por poner un ejemplo, he recibido sesiones listas para mezclar donde me entregan cinco partes similares de guitarra en el coro, cada una grabada con cuatro micrófonos y un canal directo (DI). Es decir, 25 canales de guitarra para una misma idea. Entonces las opciones son muchísimas, lo cual pudiera ser muy bueno, pues nos da flexibilidad, pero el doble filo en este caso es que se esperaba que yo tomara esa decisión y era muy probable que no atinara al sonido que el artista y productor estaban buscando en primera instancia. En este sentido, la figura y labor del productor se vuelven aún más importantes entre más alternativas tenemos. Es este personaje quien puede apoyar a ver más allá del instrumento que se está grabando y escuchar lo que se busca como resultado final. Esta guía y claridad me parecen invaluables.

Existe una entrevista en la que se le pregunta a Rick Rubin (productor de Beastie Boys, The Cult y Red Hot Chili Peppers, entre muchísimos otros) si sabe tocar algún instrumento, o si sabe algo de ingeniería, a lo que él responde que no, o casi no. El entrevistador entonces lo cuestiona sobre su papel como productor y su respuesta me parece magnífica: “Sé lo que me gusta y lo que no. Estoy seguro sobre lo que me gusta y lo que no. La confianza que tengo en mi gusto y mi habilidad para expresar lo que siento han demostrado ser útiles para los artistas”.

Parece lo más simple del mundo. Decidir si algo te gusta o no, pero la vez es lo más complicado del mundo, pues hay que ver siempre el panorama completo con cada decisión que tomamos.

¿Qué podemos hacer para confiar en nuestro gusto así?

Creo que la respuesta está en tener clara la idea dentro del contexto general y a partir de ahí tener nuestro criterio.

En mi opinión, hablando del proceso de una producción, algo que ayuda mucho es escuchar cada elemento de la forma más parecida al sonido que buscamos como resultado final. Y si no es así, hacer lo necesario para conseguirlo. Es decir, que los instrumentos nos den el timbre que buscamos, la microfonía y procesos también, e incluso puede que nos apoyemos en efectos.

Cuando nuestro enfoque nos da la seguridad de que estamos escuchando el resultado como si fuera el final, es más fácil tomar decisiones. Es entonces que podemos escoger con mayor confianza el sonido que queremos de los distintos instrumentos, saber cuándo tenemos suficientes tomas, y lo mismo para saber qué nos hace falta. Podemos así escuchar los espacios que queremos llenar y los que queremos dejar libres, y darnos cuenta si faltan elementos en nuestro arreglo, como pudieran ser pads, armonías de voz, cuerdas, percusiones, efectos y demás.

La magia de esto es que, si nos comprometemos a los sonidos que escuchamos, dejamos menos variables para la siguiente etapa del proceso. El inconveniente de no hacerlo, por no saber lo que queremos desde un principio, es que dejamos nuestra idea sin aterrizar hasta que llegamos a la siguiente etapa y, por lo mismo, corremos el peligro de no poder regresar a hacer cambios si el resultado no es lo que buscábamos.

Al hablar particularmente de la mezcla, hay un concepto hacia el cual siempre gravito, y es el de mezclar rápido, lo cual tiene una enorme ventaja: no pensar. Así, nuestras decisiones se basan en una respuesta simple a cada movimiento que hacemos y a cada efecto que agregamos, y aprendemos a reconocer si algo nos gusta más o no, de manera casi instintiva y basándonos en nuestra reacción visceral y auténtica, sin cuestionarnos. Es casi instantáneo. Hacer las cosas así requiere práctica y autocrítica, pero a la vez es muy gratificante. No es trabajar rápido por hacer menos, sino por no hacer demasiado.

En fin, sólo quiero que tengan la confianza para tomar decisiones. Sus oídos y su gusto irán afinándose con cada canción que trabajen y así tendrán la seguridad de que en cada proyecto que pase por sus manos y por sus oídos habrán hecho lo que para ustedes fue la mejor opción en ese momento.

Además de invitarlos a que me sigan en esta columna, los convoco a que visiten en sunorecords.com/blog, donde trato más temas referentes a la producción musical y en donde comparto más cosas que he aprendido a lo largo de mi carrera. Si algo de esto te fue de ayuda, cuéntame en el correo alan@sunorecords.com. Me encantará saber de ti.