Por Fabián Aranda Calderón de la Barca
Hace poco más de dos décadas, las entrañas de la industria musical engendraron el fenómeno de la festivalitis: frente a la caída de su modelo tradicional, en el que el disco representaba el centro gravitatorio de la música, los festivales se consolidaron como el gran producto de una nueva era. No es que nacieran ahí, pues muchos de ellos ya tenían una historia sólida y exitosa, sino que comenzaron a expandirse y diversificarse.
Los procesos de expansión y diversificación no solo transformaron nuestras conductas de consumo musical: llevaron a los festivales a invertir grandes sumas de dinero para ofrecer espectáculos de primer nivel, incluir artistas internacionales y crear un universo particular en el que los asistentes se sumergen por completo. Cuando aquel boom comenzó, nadie reparó en el costo ambiental de sus esfuerzos.
De manera paralela, y motivadas por estudios e investigaciones tanto de organizaciones no gubernamentales como de universidades y la sociedad civil, muchas empresas comenzaron a incorporar en su día a día políticas y acciones de sostenibilidad; esto es, cubrir sus necesidades presentes sin poner en riesgo las de futuras generaciones. Protección del medio ambiente, inclusión social, respeto y promoción de los derechos humanos e intercambio cultural son algunas de las líneas que paulatinamente se han ido integrando a las visiones empresariales de incontables ramos industriales.
Sostenibilidad: trabajo conjunto
En el renglón festivalero y musical, tales compromisos han sido más bien esfuerzos aislados. A pesar de que la huella ambiental de un festival es profunda (generación de residuos sólidos, alto consumo de energía, movilización no solo de artistas vía aérea, sino del público de forma terrestre y demás), lo cierto es que, como sector, la preocupación por estos temas ha sido más bien limitada: en México tenemos muy pocos ejemplos, aunque bastante certeros: Vive Latino, Bahidorá, September Fest y Corona Capital son algunos de los que han implementado políticas sostenibles.
En un esfuerzo conjunto e inédito, la oficina mexicana del British Council lanzó en 2021 su programa “Cultura Circular: fondo para el desarrollo de festivales sostenibles”. Su objetivo: financiar directamente a los festivales artísticos interesados en construir una nueva forma de actuar. Aquella primera edición inyectó capital a diez festivales mexicanos y para este 2022, su segunda edición contará con una bolsa de dos millones de pesos para tal fin.
Los festivales interesados en participar deberán enmarcarse en cualquiera de los dos ejes temáticos para esta convocatoria: a) Cambio climático y biodiversidad o b) Cultura sostenible e incluyente. Artes visuales, Cine, Danza, Diseño y Arquitectura, Literatura, Moda, Música y Teatro son las disciplinas artísticas consideradas, mismas que deberán incluir colaboraciones entre México y el Reino Unido o muestras artísticas del Reino Unido en México y realizarse entre el 18 de noviembre de 2022 y el 31 de julio de 2023.
Este programa impulsado por el British Council no solo engrosa la conversación sobre la urgente incorporación de la sostenibilidad como principio de cualquier industria, sino que posibilita que sea algo más que una tendencia o una moda: sienta las bases para que la creciente necesidad sea atendida.
La convocatoria cierra el próximo 13 de noviembre. Toda la información está disponible en https://www.britishcouncil.org.mx/Fondo-Cultura-Circular-2022-2023