Por Carolina Anton*
Hace algunos años tuve la fortuna de trabajar un tiempo en Japón, país que conozco desde hace mucho. Durante mi estancia visité MORI Building DIGITAL ART MUSEUM: teamLab Borderless, un museo digital repleto de obras con imágenes, luces, sonido y objetos que invitan a perdernos en sus laberintos y vivir experiencias multi-sensoriales que nos hacen despertar la imaginación y los sentidos. Para aquellos que no hayan podido vivir alguna de estas experiencias, imagínense entrar a un edificio con muchas salas, en donde por temporadas se realizan obras audiovisuales que representan a la naturaleza, utilizando medios digitales tecnológicos en cada uno de los cuartos. El primer recuerdo que me viene a la mente es entrar a una habitación obscura, caminar sobre un pasillo angosto que lleva a una red suspendida en el espacio… sentí un poco de vértigo por lo transparente e inestable, pero ya que me acomodé fue muy agradable y cómodo; después de esto, comenzaron las luces y la música y comencé a ver destellos de diferentes colores moviéndose alrededor mío, como si estuviera dentro de una galaxia o un túnel infinito. Esto fue increíble, porque en un segundo me transportó a otro mundo.
¿Qué pasaría si estas experiencias las tuvieras en tu día a día? ¿Qué tal si pudiéramos ver colores escuchando sonidos? ¿Puede ser el color un sonido? ¿Puede provocar una emoción que te incite tristeza el tacto de una superficie? ¿Puede provocarnos sensación de frío un olor o un sabor? ¿Puede algo tener un sabor agudo?…
La creación
En 1910 fue creado el Clavier á lumère, instrumento parecido a un teclado por el cual cada nota producía un haz de luz con un color correspondiente a una escala cromática visualizada por el compositor y pianista Alexander Scriabin, artista que tenía una visión de compartir y transmitir a la audiencia lo que él sentía multi-sensorialmente (me refiero a ver colores por medio de sonidos).
Scriabin compuso “Prometeo: El Poema de Fuego (Sinfonía N.5)”, obra orquesta en la que el compositor ruso añadió un piano, un coro y el Clavier á lumère. Por medio de los haces de luz proyectados en el escenario mostraba y hacía sentir al público los colores que él veía al escuchar la música; esto es, que pudieran percibir sensaciones equiparables a las suyas, o como él lo describía, “un poderoso resonador psicológico en el oyente”.
Sinestesia
Neurológicamente, la explicación que más me gustó fue la que comparte Richard Cytowic, en la que nos dice que la sinestesia es un atributo fundamental de los mamíferos. Todas la tenemos, pero sólo algunas personas son conscientes de esto y cada individuo lo puede desarrollar con mayor o menor intensidad. También explica que la mayoría de los procesos cerebrales funcionan a nivel subconscientes, aunque puede haber casos que llegan a un nivel de conciencia mayor. De cualquier forma, esta experiencia permanece en el inconsciente de la persona, por lo que en resumen, la única diferencia entre alguien sinestésico y alguien que no lo es, es que el primero es consciente de sus experiencias sinestésicas.
La sinestesia nos hace experimentar sensaciones provenientes de diferentes sentidos a la vez ante un solo estímulo perceptivo. Según la Real Academia Española de la Lengua, la palabra “sinestesia” proviene del griego y está formada por la unión de los vocablos “syn”, que significa unión y “aísthesis”, que se traduce como sensaciones, de tal forma que podríamos definirlo en conjunto como “sensaciones unidas”.
Es importante mencionar que esta condición usualmente se manifiesta por la aparición de colores y formas vinculados a los sentidos del oído, el olfato, el gusto o el tacto, aunque también existen otras más raras, como la tacto-espejo, en la que el sinestésico experimenta las mismas sensaciones que otra persona a la que está viendo en ese momento. Por ejemplo, si la otra persona siente dolor, el sinestésico también lo siente.
En el caso de la música, la melodía tiene el poder de provocar reacciones sensitivas en el ser humano, capaz de revivir imágenes, lugares, situaciones, recuerdos y personas y por otro lado, en el arte de los olores, una fragancia nos puede hacer visualizar un recuerdo, una situación o un hecho específico.
Si hablamos de la historia de la música clásica y el arte, nos encontramos con muchos casos de compositores, escritores y pintores sinestésicos, como el compositor Richard Wagner y su peculiar forma de escribir partituras con los colores que le representaban los sonidos que escuchaba. Por otro lado, está el caso de Oliver Messiaen, uno de los compositores más importantes del siglo XX, amante del sonido de los pájaros. Su sinestesia le permitía ver colores por medio del sonido y viceversa e hizo un sinnúmero de referencias a la luz, el color y lo visual en algunos nombres de sus composiciones. Su condición lo llevó tan profundo que decía:
“Uno de los grandes dramas de mi vida consiste en decirle a la gente que veo colores cuando escucho música y ellos no ven nada, nada en absoluto. Eso es terrible. Y no me creen. Cuando escucho música yo veo colores. Los acordes se expresan en términos de color para mí. Estoy convencido de que uno puede expresar esto al público”.
Podríamos quedarnos mucho tiempo platicando y citando muchas experiencias de gran variedad de artistas con esta condición, quienes nos han deleitado con obras magníficas, pero me gustaría profundizar un poco más en cómo las personas con esta condición asocian los sentidos, específicamente con el sonido y/o a la música.
En general, las personas sinestésicas asocian automáticamente un color a cada nota, incluyendo las diferentes tonalidades, pero una característica muy interesante es que siempre asociarán la misma tonalidad musical con los mismos colores o misma tonalidad de color.
La diferencia radica en cada individuo sinestésico; esto es, cada persona con esta condición tiene su propia asociación, es decir, que uno escucha una nota y ve un mismo color siempre, otra persona sinestésica puede ver el mismo u otro diferente, pero siempre el mismo asociado a cada nota o tono.
Lo que sucede con las personas que no somos sinestésicas, es que estas asociaciones entre colores y música no se producen de manera automática, así que son variables, porque se pueden ver influidas por diversos factores, como pueden ser el estado de ánimo o asociaciones basadas en un aprendizaje de la infancia modificadas por la memoria, aunque en general, la mayoría de las personas ya tenemos ciertas asociaciones; por ejemplo, sonidos graves con colores oscuros y colores más claros al escuchar sonidos más agudos.
¿Cómo es que las frecuencias de los sonidos y los olores afectan de diferente forma al comportamiento humano?
Las frecuencias altas influirían de forma incisiva en las funciones cognitivas, como sería en el pensamiento, la percepción o la memoria, mientras que las frecuencias medias en procesos neurovegetativos como el ritmo cardíaco o en las propias emociones, a la vez que los sonidos de frecuencias bajas influirían en la conducta motora.
El Dr. Septimus Piesse, quien fue un notable perfumista y químico francés, creó una manera única de combinar olor y sonido. Igualó una nota o sonido determinado con un olor en particular. Comenzando por el Do1 de la clave de fa en cuarta línea; es decir, tres octavas por debajo del Do central, el Dr. Piesse asignó a las notas graves olores pesados y a las más agudas, olores penetrantes. Las combinaciones de varias notas, a su vez, dan lugar a un acorde. Así, Piesse produjo una combinación o mezcla de aromas diferentes, generando así una armonía de olores. De ahí surgió el “Odophone” (órgano de perfume), instrumento impresionante parecido a un órgano, pero en lugar de emitir sonido cuando se presionan las teclas, éste desprende olores. Sería una experiencia inimaginable poder escuchar y sentir la música por medio de aromas.
De la misma manera que había constructores sinestésicos de instrumentos, que en su fabricación no sólo buscaban los sonidos de mayor pureza, sino que también desprendieran aromas y luces de colores, hay compositores con la misma condición sinestésica que se refleja claramente en su obra, como el caso del compositor austriaco Franz Liszt, en 1842, cuando fue Kapellmeister (maestro de capilla) en Viena. Él acostumbraba pedir a sus orquestas: ‘Un poco más azul por favor, éste tono lo requiere’ o ‘un profundo violeta, por favor… no tan rosa’, en pasajes que él consideraba más apropiado interpretarse con un color.
El comportamiento humano es maravilloso. Definitivamente, entre más sensible y creativo seas, puedes llegar a sentir y experimentar sensaciones muy intensas, lo que me hace reflexionar la importancia que existe en ser la persona responsable de transmitir al público una pieza musical. Como ingenieros de monitores, por ejemplo, constantemente nos enfrentamos con explicaciones muy peculiares de cómo “escuchan los músicos” y cómo se refieren a sonidos o sensaciones específicos. Sería todo un reto trabajar con una persona sinestésica y poder transportarte a ese mundo de olores, colores y sonidos que despierta la música.
Referencias bibliográficas:
- El compositor Sinestésico: Oliver Messiaen
- Scents & Sensibility: Perfume in Victorian Literary Culture
- Sinestesia: música y color
- Sinergia Entre Arte y Ciencia
*Ingeniera de sonido, sistemas de audio en sala y monitores con más de quince años de experiencia; ha colaborado con artistas y producciones distinguidos en más de veinte tours a nivel nacional e internacional. Ha mezclado para artistas como Kool & The Gang, Gloria Gaynor, Natalia Lafourcade, Mon Laferte y León Larregui. Actualmente se encuentra realizando mezclas en formatos de sonido inmersivo. Es cofundadora de la empresa 3BH, que desarrolla proyectos de integración tecnológica para estudios de post-producción y música en México y Latinoamérica y a partir de 2016 comenzó a representar a la organización Soundgirls.org en México, apoyando a las mujeres a profesionalizarse en la industria del espectáculo.