Acabo de hacer una actualización de mi estudio de grabación. Invertí una cierta cantidad de recursos para estar al día y como consecuencia lógica de que mi computadora anterior ya tenía unos ocho años de uso. Recordemos que en el concepto actual de la “vida-computadora”, un equipo como estos absolutamente se encuentra más allá de su vejez: es una feliz o infeliz anciana en espera de la muerte, esa transición natural de la vida hacia el misterio de la no vida, cosa que sucederá en cualquier momento a través de algún infarto de su disco duro, una grave infección de su sistema, una metástasis en su tarjeta madre, un estado de coma por un inesperado apagón de la CFE, sin la ilusión aparente de poder aspirar a una vida eterna y digna después de la muerte en el paraíso de la computadoras.
Equipos nuevos. ¿Y las ideas?
Por ahora, mi vieja y anciana computadora sigue viva, ayudándome en todo lo que le pido, aunque ciertamente ya no estoy grabando audio en ella, pues en esta tarea es en la que comenzó a demostrarme los inevitables signos de su edad. Tal parece que hablo de un ser vivo cuando me refiero a ella aunque no lo sea, pero no podemos negar que nuestras computadoras actualmente son ítems de la vida diaria que nos acompañan como si estuvieran vivos, herramientas con las que estamos más en contacto que con algunos de nuestros seres queridos, sea esto último algo bueno, deseable, o no.
En medio de toda esta escena, llegó la nueva computadora: hermosa, inmaculada, limpia, joven y recién nacida. Y comenzó entonces el ritual, ese ritual de prenderla, ingresar tus datos, ajustar las cosas que vienen de fábrica en el sistema para que aparezcan como a ti te gustan, instalar los programas, las actualizaciones y todo lo que conlleva el cambio. Finalmente, después de varias horas de trabajo logré tener mi estudio funcionando con algunas novedades, resultado de actualizarlo todo.
Si bien, encontrar nuevos recursos tecnológicos, nuevos sintetizadores, librerías y efectos ayuda a sentir que las posibilidades creativas que tenemos disponibles a partir de estos cambios es algo renovador y satisfactorio hasta cierto punto, hay una reflexión que me aborda cada vez que suceden en mi vida estos cambios obligatorios: sigo siendo yo quien opera la máquina y sus nuevos recursos, el mismo personaje que usaba la anterior. Y es entonces cuando la operación reflexiva se convierte en una pregunta: ¿Qué tanto cambio yo al tener un nuevo equipo para continuar creando?
Durante muchos años, a través de escribir, dar clases y tener mi propio proceso de búsqueda como artista, he manifestado la necesidad de observar mi proceso creativo y mantenerlo activo. Recuerdo que hace unos años, un amigo muy cercano me prestó su casa en Cuernavaca durante un mes para poder componer. La invitación fue seductora y por supuesto, acepté la invitación. Me llevé mi teclado, mi computadora y me puse a componer en un entorno propicio para tal tarea: tenía yo mis herramientas creativas, tranquilidad, silencio, buena comida, árboles, una piscina, relajamiento y tiempo, ingredientes que todo artista busca para poder platicar y bailar un danzón creativo con las musas, al compás de la luna llena.
En aquella ocasión compuse varias cosas, pero mi mente giraba con cierta inquietud, una incomodidad de no saber si lo que estaba haciendo representaba libremente mi pensamiento musical. Regresé del viaje y no volví a escuchar nada de lo que en aquel viaje compuse, hasta veinte días después. La sesión de escucha fue decepcionante. Cuando escuché esta música me sentí completamente perdido. No había en ella más que esbozos de representar algo que ni yo mismo sabía lo que era. Guardé todo y me quedé con el recuerdo de la experiencia de este viaje, conservando la memoria de los árboles, la piscina y el maravilloso silencio que me acompañó en estos días de exilio. Aprendí algo muy importante que resumiré en los siguientes puntos:
· El acto creativo exitoso depende de la condición luminosa y conciencia de quien lo crea, a reserva de las condiciones a su alrededor.
·En la búsqueda de las ideas, de un argumento o de un contexto musical, la solución para convertirlas en una realidad sonora y tangible, depende de la observación interna, no en la búsqueda exterior, ni en la imitación de modelos preestablecidos o en la necesidad de satisfacer el gusto de alguien más. El artista creativo atiende sus propios principios estéticos y conceptuales como consecuencia de un trabajo interior.
·La conciencia de crear algo es un acto único que, más allá de los lenguajes, estilos o prototipos, es una revelación de lo que el artista imagina, piensa, discute consigo mismo, resuelve y se manifiesta como un discurso propio, con un vocabulario personal, con una visión particular de lo que percibe y siente.
·Existe un trabajo personal que antecede a la creación, que supone la necesidad de preguntarse por qué uno piensa lo que piensa, por qué uno hace lo que hace, por qué uno es capaz de fluir creando algo y por qué no es posible en ciertos momentos.
Con estas conclusiones, me quedé sin poder componer un par de meses bastante deprimido. Me di cuenta de que ni en el entorno ideal, ni con suficiente tecnología a la mano, era yo capaz de encontrar un sentido a mi propia música. Me di cuenta de que componer música no es algo que uno puede abordar de un momento a otro sin ejercitarse a diario en la tarea y que el pensamiento musical depende de una introspección seria y constante. Leí un par de libros, leí a Kant, a Foucault (complicada decisión, por cierto) y seguí buscando.
Un día me encontré una caja de cartón cuyo destino era el bote de basura. La miré y en lugar de tirarla me la llevé a mi estudio. Abrí un cajón y me encontré una liga, misma que atravesé en la caja para formar un rudimentario instrumento de cuerda con su caja acústica. Conecté el micrófono y le puse un delay al canal de entrada. Y comencé a hacer ruidos. Lo grabé. Acto seguido, me encontré un bote de basura de plástico a mi lado y descubrí que al golpearlo, sonaba como un tambor seco y apagado. Grabé un ritmo que pudiera unirse musicalmente a la liga y la caja de cartón. Luego tomé una cuchara que golpeé en el cuerpo de la taza de mi café y se armó una idea muy interesante. Y ocurrió entonces un momento mágico: comencé a escuchar una idea maravillosa e interesante para mis oídos que me producía una sonrisa. A partir de este experimento regresé a mi querido piano y las ideas volaron en mi cabeza como las flores amarillas que un día que cayeron sobre el suelo de Macondo.
La idea es ésta: nunca sabes cuando las cosas van a ponerse mal en términos creativos, pero eventualmente sucede. Salir de este insomnio depende de circunstancias que no conocemos ni podemos controlar. Lo que sí puedo afirmar es que puede ayudar de pronto buscar la solución en las cosas más simples, en la permisibilidad de poder experimentar sin estar atado a una idea o sistema fijo y rígido. En mi caso, siempre había yo compuesto en el piano, pensando en la forma, en la armonía, en la melodía, en los sonidos y demás, pero ese día descubrí que la composición musical es en realidad una creación sonora, más allá de los elementos que puedan organizarse en ella de una u otra forma.
Y por eso hoy, aún teniendo una computadora nueva y los recursos maravillosos que me ofrece, confirmo que la creación musical no depende de ello, sino de una condición ideal como artista receptivo, perceptivo, analítico, intuitivo, sintético, reflexivo, observador y de mi capacidad concluyente para no encerrar mi libertad al momento de crear. Cada quien escoge, conscientemente o no, la jaula que lo aprisiona.
Por Mario Santos*
*Es músico, pianista, compositor y productor musical mexicano con 35 años de experiencia en el medio musical contemporáneo. Ganador de un Latin Grammy como productor musical, ha sido director y arreglista en múltiples proyectos y con diversos artistas: Natalia Lafourcade, Café Tacvba, Filippa Giordano, Gustavo Dudamel, Eugenia León, Cecilia Toussaint y Fernando de la Mora, entre otros. Ha sido compositor para diversos proyectos de cine, teatro y danza y es fundador de CCM Centro de Creadores Musicales, pedagogo, conferencista e importante impulsor de la educación musical en México.