Nacida en la Ciudad de México el 17 de julio de 1951, hija del escritor José Revueltas y sobrina del compositor Silvestre Revueltas, comenzó sus estudios en el piano de manera autodidacta e inició su carrera profesional en 1978. Con el jazz como su pasión, y defendiendo su derecho a continuar con su camino artístico, en la década de los ochenta inició en Casa del Lago el ciclo Jazz de 5 a 7, que se mantuvo durante siete años.
Tuvo diversos reconocimientos a su trayectoria, como en 2011 en el Palacio de las Bellas Artes por su trayectoria, y fue nominada en las Lunas del Auditorio en la categoría Pioneros del jazz. En 2018 le fue otorgada la Medalla Leona Vicario en la sede de la Coordinación Nacional de Literatura del Inbal.
En alguna ocasión, estando en The Afro-American Art Center, centro cultural ubicado en el barrio afroamericano de Los Ángeles, en compañía del baterista Billy Higgings y el contrabajista Roberto Miranda, fue invitada a tocar, a lo que pensó: “En ese momento me volteé hacia la pared y, encajando la barbilla en el pecho, traté de agarrar mi alma, pues sentía que se me escapaba. Me dije: ‘Olivia, has esperado tanto este momento…y ahora es una realidad. Ha llegado tu momento. ¡Dios mío, aquí está!’. Y continué rezando: ‘¡Ayúdame, Espíritu Santo, para expresar sin pretensiones, con humildad y sin adornos fatuos, lo que verdaderamente quiero decir con mi música. Éste es el momento por el que tanto he luchado tanto…éste es mi momento”.*
Con esa humildad y sencillez, las notas al piano de Olivia Revueltas serán recordadas siempre por aquellos quienes, como ella, sucumbieron al influjo del jazz. Ahora, que su alma se encuentra en otra dimensión, sirva éste como un pequeño homenaje a su enorme talento y sobre todo, a su gran calidad humana.
“Hablar de lo que perdió el jazz en México es una pregunta difícil por tantas contribuciones que Olivia Revueltas aportó a la música mexicana. La conocí hace muchísimos años, a principios de los setenta, cuando ella apenas comenzaba, en circunstancias por las que realmente puede llamarse pionera entre las mujeres jazzistas mexicanas. Sufrió muchísimo en su convivencia con sus compañeros músicos; el resultado de que no estaban acostumbrados a tener como cabeza de grupo a una mujer. Luego se fue a Estados Unidos y regresó convertida en una superestrella, no solamente de la música, sino de la vida, como correspondía al ser hija del gran escritor, José Revueltas y tener parentesco con músicos geniales, como Silvestre Revueltas. En Estados Unidos, ella podía disponer de múltiples pianos, lo que le ayudó a hacer un par de discos con gente muy relevante como Billy Higgings y Roberto Miranda. A Olivia le importaba defender sus ideas y el bienestar de sus semejantes. Era una mujer con tremenda bondad, muy cariñosa, un ser humano muy luminoso. Era una mujer de una pieza”.
Germán Palomares, periodista, locutor, productor y promotor del jazz en México.
“Llegan los recuerdos desde los primeros años, recuerdos musicales muy lindos, aparte de los recuerdos de madre a hijo. Mis primeras clases de música fueron con ella, en Casa del Lago daba en la década de los ochenta. Antes de entrar al salón, decía: ‘Adentro no soy su madre, soy la maestra y deben respetar’, así que nos quedábamos quietos y callados y mi mamá empezaba a dar las clases. Esas fueron mis primeras lecciones”.
“Yo soy el más pequeño de la familia, y en mis recuerdos más lejanos con mi madre, desde muy temprana edad. No tenía quien nos cuidara y me llevaba con ella a trabajar; me quedaba abajo del piano en una canasta y yo abría los ojos y veía el piano por debajo, fascinado con los sonidos. En una ocasión, me subí a unas enciclopedias de mi abuelo y toqué mis primeras notas en el piano que le había regalado mi abuela y la vibración de las cuerdas me parecían alucinantes. Lo empecé a hacer a menudo y llegó un momento en el que mi mamá se asustó porque creía que se estaba escuchando a ella misma y era yo en el piano”.
“Con nosotros siempre estuvo presente Jazzamoart, que definitivamente fue hermano de arte de mi mamá. Recuerdo que se reunían en su departamento o en casa de ella y siempre hacían un experimento muy curioso: empezaban hablando de filosofía, música y cosas muy lindas y en algún momento de la fiesta, Jazzamoart sacaba un lienzo y les decía a los ‘musicotes’ -como les llamaba mi mamá-, que iba a pintar lo que se escuchaba, y tocaban free jazz, algo que se me hacía alucinante. Ahí entendí que el lienzo del músico es el silencio. Eso quedó muy marcado en lo que soy ahora como músico. Por eso, y por muchas cosas más, mi madre me enseñó que si voy a tocar es porque voy a decir algo en el idioma de la música, y nunca tocar sin tener intención de nada, además de la integridad como persona y lealtad hacia el arte”.
Julio Revueltas, guitarrista.
“Más allá de los lugares comunes que hay con los amigos y la familia, en este caso, es realmente justo y auténtico, serio y contundente, este mensaje de la valía de Olivia Revueltas, baluarte de la dinastía Revueltas. Olivia fue muy consecuente con su vida y su obra y todo lo que logró. Cumplió a cabalidad con sus quehaceres de mujer en la vida, como gran revolucionaria y pilar del arte jazzístico, poniéndose contra todo y todos, llevando su arte a lo más alto, a pesar de los momentos más difíciles que pudo tener, y también de los momentos sublimes y de Iluminación que tuvo cuando encontró su reconocimiento en vida, lo cual es muy saludable. Sigue la continuidad con sus hijos, y como lo dije yo en el pequeño homenaje en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes: Siempre, Olivia y Olivia por siempre en el jazz, en el arte y en la vida cultural de México”.
Jazzamoart, pintor y escultor.