Por Darío Peñaloza*
En los momentos en que voy a ecualizar un instrumento, esta frase se coloca sobre mis hombros con un peso increíble. ¿Por qué? Porque si voy a modificar algo tiene que ser para mejorarlo, tiene que justificarse, no puede ser un simple capricho, porque me acabo de comprar un procesador o porque simplemente puedo. Si hay algo que a mi parecer falta o sobra lo voy a corregir con toda la mejor intención para que resalte, para que se mezcle bien y para que el instrumento agrade.
Todos somos un equipo y no queremos que las personas que vienen a vernos se sientan agredidas por alguien que no representa o dignifica esa noche de placer que vamos a disfrutar”.
Por respeto a la música y el audio
A veces también agredimos a la música cuando no la respetamos ni le damos su justo valor, y en este caso me refiero a nuestra vestimenta. Como ya les mencioné, cuando trabajo en casa, me arreglo como si fuese al mejor estudio del mundo, a pesar de que voy al cuarto que está al lado de mi dormitorio. De igual forma, cuando tengo un concierto para la prueba de sonido uso una ropa normal y para el concierto, el evento como tal; me pongo una camisa limpia y planchada o me coloco un suéter o abrigo que me vista un poco más. ¿Por qué? Porque al igual que los músicos, soy parte del evento y si estoy haciendo el sonido de la sala, la gente que viene arreglada de su casa al entrar, probablemente, a la primera persona que van a ver que pertenece a ese concierto es al ingeniero de sonido. Y esa imagen de pulcritud, de respeto hacia el arte por la cual ellos se vistieron decentemente, se ve reflejada al encontrase con este miembro del equipo de trabajo que va a operar el audio de este evento único. No es que uno tiene que cambiarse toda la ropa, pero al menos hay que estar más presentable que cuando estuvimos corriendo, buscando algún equipo o arrodillados y sudados acomodando algo detrás de la consola. Incluso los músicos nos ven distinto, puesto que les estamos dando el mismo trato a la música que ellos y, aunque no lo crean, eso ayuda a unirnos. Todos somos un equipo y no queremos que las personas que vienen a vernos se sientan agredidas por alguien que no representa o dignifica esa noche de placer que vamos a disfrutar. Esto no es de ninguna manera superficial o vano.
Otra forma de agresión, sublime pero poderosa, es cuando trabajamos de mal humor, con angustia, molestos, con mala vibra. Todo eso se transmite a través del mouse y de los faders. Los equipos captan todo y la que lo digiere y transforma en energía sonora es la música, el arte, y eso no debe pasar. Es preferible, si es viable, desconectarse y sentarse a trabajar cuando se está bien, para poder consentir y agradar ese arte.
Cuando hablamos de la situación de un concierto, la mejor manera de comenzar a generar un buen ambiente es que la música que colocamos previo a su inicio, mientras la gente entra al recinto, sea acorde con la que se va a escuchar. Que forme parte de la discoteca que el público tiene en su casa o en su carro, así los vamos “poniendo en ambiente” con el espectáculo que viene. Es más, es importante cuidar el detalle de, por ejemplo, si es un concierto de jazz y el solista es un saxofonista, no colocar de ambiente musical a una agrupación con los mismos instrumentos solistas para evitar comparaciones. Normalmente, yo uso música instrumental o algo cantado del género opuesto al vocalista del evento. Una vez, en un tributo que hicimos a los Beatles en una sala donde el sonido que pusimos era cuadrafónico, preparé una banda con pequeñas frases melódicas de canciones que no se iban a tocar, pero con bastante reverberación, como si sonaran afuera del teatro por los cuatro costados indefinidamente y, de esta manera, la gente fue subliminalmente incorporada al repertorio musical que vendría a continuación. Otro caso fue estrenando la sala Experimental del Centro Cultural BOD con Guillermo Carrasco y Pedro Castillo. Ya que se trataba de un recinto pequeño (100 personas), en vez de colocar música de ambiente mientras llegaba la gente, hice una banda sonora de grillos, sapitos e insectos como los que escuchamos de noche en el jardín a volumen natural. La gente estaba un poco desconcertada porque no sabía exactamente de dónde venían esos sonidos, pues estaban seguros de que se encontraban en un sótano y no era posible que se colaran desde afuera. Fue un lapso breve, ya que el salón se llenó rápidamente.
Por último, y tal vez la idea más obvia que me viene a la mente, tiene que ver con el volumen en el que hacemos los conciertos, ya que la mayoría de la gente espera escuchar un concierto a un volumen mayor del que puede oírlo en su casa o departamento sin molestar a los vecinos. Sin embargo, muchas veces, sobre todo pasa en conciertos de jazz o de música tradicional, olvidamos que ese público fue a disfrutar y no a que lo abofeteen con el volumen. Los conciertos tienen una dinámica en la que van creciendo de intensidad y si no dejamos espacio para que crezca, vamos a maltratar a las personas que no están acostumbradas, y definitivamente no pagaron para eso. Tenemos que aprovechar que en vivo disponemos de un rango dinámico que no lo supera ninguna otra situación y es una oportunidad que no debemos desperdiciar.
Me quedé mudo al ver cómo alguien tan sensible, que ya había ido a conciertos que yo había realizado, entendió mi forma de tratar a la música y me regaló ese reconocimiento público”.
Recuerdo, a comienzos de los años noventa, un concierto a trío del jazzista Gerry Weil en la Universidad Simón Bolívar en el que el presentador fue Jack Braunstein, eminencia del jazz y la radiodifusión en Venezuela. Cuando él presentó a los músicos, dijo: “cuatro músicos maravillosos”. Pensé que se había equivocado, pero resulta que después que se refirió a los tres de la tarima, mencionó mi nombre seguido de estas palabras: “quien nos va a deleitar con un sonido maravilloso y que les garantizo no nos va a atormentar y vamos a disfrutar la música como debe ser”. Me quedé mudo al ver cómo alguien tan sensible, que ya había ido a conciertos que yo había realizado, entendió mi forma de tratar a la música y me regaló ese reconocimiento público.
*Ingeniero de sonido venezolano con 40 años de experiencia con estudios en Estados Unidos y Canadá. Ha dedicado su carrera principalmente a la música, tanto en estudio como en vivo, además de trabajar para el doblaje. Su trabajo como ingeniero de mezcla lo ha llevado a ser ganador de dos Latin Grammy (Ingeniería 2014, Instrumental 2018). Es docente en varias Academias de Audio en Latinoamérica y miembro activo de AES en la región.