Por Javier Paniagua*
El 1 de septiembre de 2016 no fue un día cualquiera. Rudy Joffroy, empresario creativo con experiencia en cine y dueño de una agencia digital en expansión, recibió la invitación de un amigo para conocer a tres hermanas de Monterrey que ya habían sorprendido con un cover viral de Enter Sandman de Metallica. Con esa chispa de notoriedad, pero aún sin rumbo, habían grabado un disco y buscaban consejos. Eran The Warning, aunque pocos lo sabían. Rudy llegó a la casa de los Villarreal sin grandes expectativas: Ale, Pau y Dany lo recibieron en pijama, recién bañadas y con la tarea sobre la mesa, mientras Luis y Mony —padres y cómplices— sostenían aquel sueño.
Minutos después bajaron al sótano, un espacio que los padres habían adaptado con esfuerzo y cariño como sala de ensayo. Los instrumentos esperaban listos. Lo que ocurrió ahí fue un golpe al corazón: tres niñas tocando con una fuerza inexplicable, una energía tan desbordada que a Rudy se le erizó la piel. Y, tal como me lo ha dicho personalmente, lo que presenció fue un milagro.
Ese día no solo se encontró una banda: se encontró un destino. Lo que nació en un cuarto con tres niñas, sus instrumentos y unos padres decididos, hoy llena auditorios en México, agota entradas en distintas partes del mundo y forma parte de muchos de los festivales más importantes de Europa, donde pocas bandas latinoamericanas han llegado. Nada de esto habría sido posible sin el respaldo de Luis y Mony, que alimentaron con disciplina y amor el talento de sus hijas. Y fue al unirse con Rudy Joffroy cuando la fórmula se completó: ellos eran la base sólida; él, la mente creativa que convirtió la intuición en plan y aquel sótano en Monterrey en una plataforma hacia el mundo.

Rudy, cuéntame de esa primera vez que las viste tocar en el cuarto de ensayo. ¿Qué pasó por tu cabeza en ese momento?
“Fue un impacto inmediato. No vi solo a tres niñas tocando, sino un milagro: tres hermanas, cada una con un instrumento distinto, complementándose con una naturalidad que pocas veces ocurre. Había talento, disciplina y, sobre todo, una pasión que se sentía en el aire. Lo único que pensé fue: ‘¿cómo logro que el mundo entero sienta lo mismo que yo estoy sintiendo ahora?’. No tenía un plan, no sabía cómo hacerlo, pero sí tuve la certeza absoluta de que valía todo el esfuerzo. Ese día, sin exagerar, cambió mi vida”.
Las oportunidades de abrir conciertos para bandas internacionales fueron determinantes en el crecimiento de The Warning, sobre todo por percepción y credibilidad. Cuando logramos abrirles a bandas como The Killers, Def Leppard o Muse, todo cambió: eso se convirtió en nuestro currículum”.

Después de ese primer encuentro y de decidir trabajar juntos, ¿cuál dirías que fue el primer paso clave para dar forma a la banda?
“Lo primero fue entender que necesitábamos estructura. Al inicio todos hacíamos de todo: cargábamos instrumentos, resolvíamos problemas técnicos, manejábamos lo que se pudiera. Pero muy pronto vimos que, si queríamos crecer, teníamos que profesionalizar el proyecto. Decidimos sumar gente: un ingeniero fijo de sala, un stage manager y técnicos que dieran estabilidad. La meta era simple: que ellas tuvieran la tranquilidad de concentrarse únicamente en lo suyo, que es tocar. Hoy viajamos 17 personas en la gira, mientras que en la primera éramos apenas ocho. Esa diferencia lo dice todo: de la improvisación pasamos a construir un verdadero equipo”.
Tú vienes de mundos muy distintos como el cine, la publicidad o los restaurantes. ¿Cómo adquiriste las herramientas para manejar un proyecto musical del tamaño de The Warning?
“Siempre he sido una esponja. Me gusta aprender, absorber de todo y rodearme de gente talentosa. Mi disciplina viene de la escuela militar y de la formación estricta de mi padre, equilibrada con el amor y la sensibilidad de mi madre. Desde joven emprendí en distintos terrenos: abrí una agencia de publicidad, me metí en el marketing, trabajé en cine, conté historias. Y sin darme cuenta, todo eso se fue conectando. La creatividad, la estrategia, el storytelling, el manejo de equipos humanos eran piezas que parecían dispersas, pero que hoy encajan perfecto en un proyecto como The Warning. En retrospectiva, todo lo vivido se convirtió en el entrenamiento ideal para llegar aquí”.

¿En qué momento te diste cuenta de que The Warning podía trascender más allá de México y jugar en ligas internacionales?
“Fue justo cuando empezamos a escuchar que ‘en inglés no iba a funcionar’. Yo pensaba: ‘¿y por qué no? Scorpions son alemanes, Phoenix son franceses… ¿qué nos impedía a nosotros, siendo mexicanos, aspirar a lo mismo?’. Desde el inicio tuvimos claro que no íbamos a limitarnos ni por idioma ni por fronteras. Luis ya había rechazado varias disqueras porque no ofrecían lo correcto, y cuando nos unimos empezamos a analizar cada oferta, a construir dream boards de con quién queríamos trabajar, qué productores, qué bandas, qué caminos. Fue una decisión consciente: apostar por lo internacional sin miedo, sabiendo que el valor de exportación estaba ahí”.
Cuando las vi tocando por primera vez en su cuarto de ensayo, no vi solo a tres niñas tocando, sino un milagro: tres hermanas, cada una con un instrumento distinto, complementándose con una naturalidad que pocas veces ocurre. Había talento, disciplina y, sobre todo, una pasión que se sentía en el aire”.

¿Qué papel jugaron las oportunidades de abrir conciertos para bandas internacionales en el crecimiento de The Warning?
“Fueron determinantes, sobre todo por percepción y credibilidad. Al principio yo llevaba gente al sótano para que las viera tocar y entendiera el talento que había ahí, pero cuando logramos abrirles a bandas como The Killers, Def Leppard o Muse, todo cambió: eso se convirtió en nuestro currículum. De pronto ya no eran solo ‘tres hermanas tocando en Monterrey’, sino un proyecto que se medía con artistas de talla mundial. Esos shows nos abrieron puertas y, al mismo tiempo, nos obligaron a crecer: aprender a manejarnos profesionalmente en backstage, tratar con managers de alto nivel y entender los códigos de esas ligas. Fue un salto de legitimidad y de aprendizaje al mismo tiempo”.

Luis y Mónica, los papás de las chicas, han estado involucrados desde el inicio. ¿Cómo se reparten las responsabilidades entre ellos y tú dentro del proyecto?
“La clave ha sido siempre la comunicación, la confianza y el respeto. Luis se encarga de lo técnico y de la producción, yo soy más disruptivo y me enfoco en abrir conexiones, mientras que Mónica sostiene mucho en lo humano y organizativo. Nos complementamos. Y lo más importante: las decisiones importantes nunca se toman de manera individual. Somos seis en la mesa —ellos dos, las chicas y yo—, y ahí se discute todo. A veces los debates son intensos, pero siempre con una meta común. Esa dinámica nos ha permitido crecer sin perder el rumbo”.
Si miras hacia adelante, ¿dónde imaginas a The Warning en cinco años?
“Las veo como una banda ya consolidada en arenas a nivel global, tocando frente a 15 o 20 mil personas de manera constante. En México ya estamos en ese nivel, pero queremos que suceda en todo el mundo. De aquí a cinco años espero al menos tres discos más, giras internacionales cada año y, sobre todo, que el nombre de The Warning se convierta en un referente dentro de la historia del rock. Aún falta camino, pero estoy convencido de que llegarán a los estadios”.
*Músico, productor, director musical y consultor en la industria de la música. Ha compuesto para más de 450 proyectos en televisión, cine y radio, incluyendo el Mundial de Qatar 2022, los Juegos Olímpicos de Tokio y el Abierto Mexicano de Tenis, además de campañas para Marvel, NFL, BBC y Apple. Es host del podcast “¿Qué es la música?”, uno de los espacios más influyentes de habla hispana sobre creatividad e historias de la industria musical.
