Después de no haber podido reconocer a los héroes de la Industria de la Música y el Espectáculo por tres años, los Méritos Técnicos sound:check Xpo regresaron para hacer patente el respeto y la admiración que inspiran en el gremio, y en una actividad sumamente especial en la que se presentó al Consejo que elige a los profesionales reconocidos, se tuvo la presencia de Francisco Serrano, Director Operativo del Auditorio Nacional y del Lunario, quien amablemente dirigió las palabras que aquí reproducimos, sinceras y llenas de afecto para quienes hacen que los sueños de producción sucedan.
La Cofradía del Terror
Hoy me gustaría hablarles del terror.
El terror tiene muchas caras.
El terror es eso que todos hemos sentido alguna vez, del que rara vez hablamos, pero que al final puede convertirse en un buen amigo.
Terror son esos dos minutos que tarda en subir el carrito de la montaña rusa hasta la parte más alta, o ver que en el Mundial te toca jugar contra Argentina.
En nuestro ámbito, terror es que te contraten para un evento y que el organizador te diga: “No te preocupes, aquí toda la logística es orgánica, maestro. Es decir, nosotros solucionamos sobre la marcha y sin estrés”.
Terror es que al final de ese evento, del que de milagro saliste bien librado, con ampollas en los pies, después de múltiples sobrecitos de Riopan y una que otra tableta de Tafil, el mismo organizador orgánico te diga: “No tienes inconveniente en que negociemos, ¿verdad? Tengo problemas con el presupuesto”.
Terror es que este cliente te invite de nuevo a participar al año siguiente y vernos en la irremediable situación de tener que decir que sí.
Terror es ver cómo los colegas riggers se trepan a alturas innombrables a colgar motores para que montes las trusses con la iluminación y el audio de tu evento, pero terror es ver que hicimos mal el cálculo y las trusses no están simétricas y de allí pasamos al pánico, que es cuando tienes una hora para abrir puertas, pero además, el artista quiere volver a hacer soundcheck.
Todo esto es terror. Pero este terror tiene también su encanto.
Hay mucha gente que en su casa, a la hora de elegir una profesión o una carrera, la obligan a estudiar Derecho por una tradición familiar, o medicina, porque los abuelos fueron médicos y los padres y tíos también; o contadores, porque hay que mantener el prestigio del despacho de la familia. En el área de producción, esto también sucede. A donde voy, me encuentro familiares de todos aquellos con los que he trabajado: “Yo soy primo de…”, “yo llegué aquí por mi hermana…”, aquel de allá es mi primo…”, “Yo ando con…”. Y así siempre. Pero la diferencia es que aquí, la gente que se dedica a esto, se queda por alguna de las siguientes razones, o por las tres: 1. Porque encontró una nueva familia, 2. Porque encontró una verdadera vocación, y 3. Porque tiene serios problemas psicológicos. Porque la producción no es un trabajo, es un estilo de vida. Es un estilo de vida para el cual estoy convencido de que debemos tener cierta condición psiquiátrica. Y también es un estilo de vida para el que no todos están preparados. ¿Por qué?
Porque es adictivo, es estresante, es demandante, es desgastante, duermes poco, comes fatal y nunca ves a la familia. ¿Quieren que siga? La lista es interminable, ¿eh? Pero lo cierto es que nadie nos quita el gusto de ver el resultado final materializado en un espectáculo, en un evento, una exhibición, en un montaje, pero sobre todo, en la sonrisa de los asistentes cuando dejan el local, y por supuesto, en la sonrisa de nuestro cliente.
Acostumbrados a resolver
La producción es como la Selección Nacional: todos somos el mejor director técnico. El tipo que está allá abajo en la cancha dirigiendo al equipo suele ser un animal que no tiene idea de lo que está haciendo, y nosotros siempre podremos hacerlo mejor que él. A los carrileros hay que ponerlos a correr más porque están de ociosos; los media punta deben aplicarse y jugar a botarse para abrir espacios y los delanteros deben dejar de ser cazagoles, participar más con sus colegas y bajar a defender en bloque.
En nuestro ámbito es igual: invariablemente, hay alguien que sabe más de producción que uno. Allí aparece de nuevo el terror: ese que nos persigue y no nos deja dormir, ese terror materializado en personajes siempre solícitos, siempre creativos, siempre espontáneos, siempre bienintencionados, que comienzan sus intervenciones con un: “No es que te quiera cambiar nada, pero ¿no se vería mejor así…?”.
¿A qué le tenemos más miedo? A las ocurrencias. Esas que vemos aproximarse con cierta intención malévola, disfrazadas de buenas ideas y que nos quitan el recurso más valioso: el tiempo; esas en las que tenemos que callar nuestro verdadero sentimiento y emitir una dulce sonrisa para encontrar la forma de decir: “Eso es muy difícil de hacer y no se vería bien” de manera política y educada la primera vez, para después decir: “iQue eso no se puede, carajo!”.
Pero estamos acostumbrados a resolver, a ser ese eslabón necesario para lograr el engranaje completo antes de que se abran puertas y siempre contra reloj.
Algo que he aprendido es que los equipos de producción son una cofradía: Tienen códigos secretos y precisos de conducta y comunicación muy claros que sólo ellos conocen; son los poseedores de la gramática avanzada en albures cada vez más sofisticados; saben de confesiones, buenas tortas, malas pizzas, soluciones técnicas e inventos y cuentan con una maravillosa capacidad de improvisación resolutiva. ¡Ah! y nunca faltará el que conoce “los mejores tacos”.
En las áreas de producción yo he encontrado grandes enseñanzas: trabajo en equipo, solidaridad, ser un team player que debe aprender a planear, a ser preciso y exacto y a ejecutar por el bien común. Ser resolutivos y saber que cuando el avión inicia su carrera hacia el despegue, no hay tiempo para ponerse a pensar las cosas, sino que hay que buscar soluciones. Es en el área donde a mí me gusta pensar y escuchar los “cómo sí” y no los “cómo no” se puede hacer. Y normalmente encuentro el “cómo sí”. No sin una buena dosis de remilgos y pataletas, porque ¡ahhh!, también hay que saber que el área de producción es diva, ¡cómo no! Se da a desear, se le debe cortejar, y siempre se le debe reconocer, porque cuando uno no pertenece, ¡uyyyy! Ahí te encargo. Te hacen la vida de páneles cuadrados, como pantalla de LED de 2 milímetros.
Sumar: la filosofía de la manada
Recuerdo que cuando llegué al Auditorio Nacional, a coordinar la segunda entrega de los premios Lunas del Auditorio, hace ya muchos años, me advirtieron que la novatada del recinto era que a todo el que llegaba lo encueraban, lo amarraban con gaffer de pies y manos a una vara, como si fuera una presa de cacería, y lo subían todos los metros que fueran necesarios, como si se tratara de un telón de huesos o un trasto humano. Logré salvarme gracias a que me defendí con las artimañas que aprendí de otro gremio igual de rudo y entregado: el de los rotativeros y repartidores del periódico en el que había trabajado.
Pero estos equipos, que están detrás de los telones, al pie de las consolas, cargando cases, empujando risers, montando plataformas, conectando snakes o apretando donas, son a los que pocas veces se les conoce y por ende, se les reconoce. Son quienes tienen a su cargo los montajes, ese proceso del que todos nos preocupamos y que todos supervisamos, pero también ellos hacen los desmontajes, ese otro proceso en el que casi nadie repara. Son los que se van más tarde que nadie y son incombustibles. Y son quienes merecen un aplauso también incombustible.
En esos equipos y en todos los niveles del proceso de producción, tanto en los equipos de casa, como en los de todos los proveedores con los que hemos colaborado, he notado que hay una cada vez mayor presencia de mujeres. Eso es equidad y equilibrio; es evolución y aprendizaje. Eso es sumar y no restar. Eso nos hace grandes, porque esa es la naturaleza de la familia, de la cofradía, de la manada. Y eso nos ennoblece a todas y todos: ser incluyentes e integradores. Bravo por eso.
Tramoyistas, vestuaristas, diseñadores de iluminación, sonidistas, ingenieros de sala y monitores, stagehands, roadies, escenógrafos, costureras, riggers, diseñadores, programadores, ilustradores, stage managers, constructores, y todos los prestadores de servicios que de alguna u otra forma intervienen en un proceso de realización y producción, son parte de esa cofradía con talento del que nadie habla, pero que todos vemos; son quienes sufren el terror que comentaba al principio, y que no pocas veces compartimos, pero que el público rara vez imagina. Pero también gozan de ese rush tan adictivo que solamente nos puede dar la producción; adrenalina pura que nos hace estar alertas todo el tiempo, repasando a las 3 o 4 de la mañana la lista de pendientes y los minute by minute, esperando que no se nos haya pasado nada, pero felices cuando después de la función, o terminado el concierto, o clausurada una expo, vemos las sonrisas de la gente y leemos las buenas reseñas al día siguiente.
Mis respetos para todas ellas y ellos. Los invisibles, los incombustibles.
Y mi respeto y reconocimiento para todos ustedes, La Cofradía del Terror.
*Francisco Serrano es Director Operativo del Auditorio Nacional y del Lunario.
Mérito Técnico 2023
Grabación
• Áureo Baqueiro
Sonorización
• Óscar Tovar
Video
• Daniel García Mino
Producción
• Iñaki Marcos
Iluminación
• Jonathan Galicia “Goofy”
Promotor artístico
• Ofelia de Chávez
Música
• Leonel García
Educación técnica
• Fernando Roldán
Trayectoria profesional
• Ed Stasium
Trayectoria profesional (reconocimiento póstumo)
• Susana Gaitán
• Renato Betancourt
• Marco Polo Tena
• Armando Manzanero
• Óscar Chávez