Por Darío Peñaloza*
Actitud, una de las claves para el éxito
El ambiente de trabajo se crea principalmente a través de una buena actitud. Ésta debe ser colaborativa para ayudar al artista a plasmar su arte de la mejor manera posible. Entiéndase, con una buena disposición, generando un buen clima siempre con actitud positiva, teniendo el mejor humor y algún chiste a la mano, por si hace falta. También, conociendo los intereses de las personas con las que trabajamos y relacionándonos con ellas de manera que se sientan a gusto, confiadas y cómodas.
La actitud proactiva me ha llevado a ganarme el crédito de coproductor musical al menos en media docena de discos, en los que simplemente hice mi trabajo lo mejor posible y lo que me parecía era lo correcto para la música y el proyecto.
Ayudar a plasmar el arte
La actitud proactiva me ha llevado a ganarme el crédito de coproductor musical al menos en media docena de discos, en los que simplemente hice mi trabajo lo mejor posible y lo que me parecía era lo correcto para la música y el proyecto. Estos artistas consideraron que mi labor había ido más allá de lo acordado y que había sido importante para el disco. Para mí fue sólo una cuestión de actitud y es la que siempre tengo en mi trabajo, pero realmente es satisfactorio cuando inesperadamente ves tu nombre de esa manera en los créditos de un disco.
Otro contexto importante en el que la actitud es vital, es cuando vamos a trabajar a otro estudio o vamos al extranjero a tocar en teatros nuevos. Ahí es fundamental la actitud y no importa si uno es el artista principal de la noche o el primero de una lista en un festival. Tal vez, al año siguiente o dos años más tarde, seas el más importante de la lista y necesites que te atiendan bien. Es como cuando vas a cocinar a la casa de otra persona: uno no quiere que le den el sartén (caldero) que se pega, sino preferirías usar el mejor. Por eso, uno siempre va “cabeza gacha”, con humildad, ya que no sabes quiénes son esas personas nuevas con las que te encuentras ni qué nivel tienen y, como corresponde en la vida, hay que tratar a todo el mundo bien.
Recuerdo la primera vez que me fui al extranjero con C4 Trío, a Salvador de Bahía en Brasil. El teatro Castro Alves era maravilloso, con la consola colocada justo en la mitad de la sala, los equipos de primera línea y el personal muy atento. Sin embargo, en el plano técnico (rider) que habían mandado previamente, las sillas de los músicos aparecían alineadas rectas, una al lado de la otra, y ya ellos las usaban en una distribución de media luna. Yo, como no tengo vergüenza y trabajé en doblaje brasileño mucho tiempo, traté de explicarles al personal del teatro que los músicos se colocaban en “semi circulazaun”, con mi mejor acento portuñol y gesticulando con las manos el semicírculo. Por supuesto, se rieron mucho porque la palabra “semi circulazaun” no existe en portugués, pero me gané su simpatía al tratar de hacerme entender de una manera sencilla, y todo fluyó muy bien.
También recuerdo una vez, en la época analógica, que estábamos grabando la voz con una actriz/cantante en el horario nocturno de Telearte y llegó el marido, muy celoso, a ver “con qué jóvenes” ella estaba pasando las noches. Se podrán imaginar la vergüenza de la artista tras semejante acto y atropello. Luego que el marido se fue, la calmamos y ella decidió grabar los temas más tristes del disco esa noche, y logró hacer dos o tres canciones de una sola pasada, en una sola toma. ¡Quedaron increíbles! Nosotros simplemente la acompañamos en su malestar, la dejamos desahogarse y expresar con el canto sus sentimientos. De esto se trata, ayudar con buena actitud a que el artista plasme su arte de la mejor manera posible.
En los conciertos, la situación es también compleja, en el sentido de que son contextos en los que existen jerarquías. La situación es que todo el mundo está trabajando prácticamente al mismo tiempo, juntos, y por lo tanto, los egos deben quedar en la calle.
Trabajo en equipo
Una de las características que tiene esta profesión, aunque algunos piensen que no es así, es que se trata de un trabajo en equipo. Todos los involucrados en un proyecto somos responsables de hacer que esa música, esa película, ese arte, sea algo consumible, disfrutable. El que compone, el que graba, el que arregla, el que edita, el que mezcla, el que masteriza, el que ilumina, el que conecta, el que diseña, todos, absolutamente todos, somos importantes.
Lo culinario sirve para ilustrar esta idea. Por ejemplo, cuando nos comemos una empanada en el local de la esquina, en su elaboración estuvieron involucradas varias personas, desde la que compra los ingredientes, la que pica el ají dulce, la que amasa, la que arma, la que fríe, y todo ese proceso para que en cinco o seis bocados nos la hayamos comido. Pero cada una de esas personas es importante para que no se cuele un ají picante, la masa no se rompa al freír o el relleno, queso o carne, por decir, no sea el equivocado. La calidad del producto final no sólo depende de que a la última persona de la cadena no se le queme la empanada, es más que eso.
Así, exactamente, pasa con la música. En el estudio, el que conecta los micrófonos, el que gradúa el nivel de grabación, el que escoge la posición en la sala, el que decide qué micrófono se pone y cómo, todo eso afecta al que va a hacer la mezcla. También depende del que haya editado o afinado qué tanto se escucha el proceso y eso nos puede afectar a la hora de mezclar. Y después viene la masterización, que la hace la persona que da el último toque para convertir el producto en algo consumible: ¿Qué tanta compresión se usa? Se trata de un sinfín de variables que dependen de muchas personas. Es cierto que en el estudio uno puede ponerse varios sombreros: el de productor, ingeniero, músico, pero en algún momento hay que entregar el material a otra persona para la comercialización.
En los conciertos, la situación es también compleja, en el sentido de que son contextos en los que existen jerarquías: hay un jefe de escenario, están los encargados de los instrumentos, los que colocan los micrófonos y cables, los que manejan las conexiones inalámbricas, más los operadores de la consola de monitores y la sala. A la hora de probar sonido, es importante que no se produzca un choque porque algo aún no esté listo y se pierda tiempo en arreglarlo. De la misma forma, el ingeniero de monitores debe coordinar con el que está haciendo el sonido en la sala para buscar la manera de “ensuciar” al mínimo la tarima en el caso de usar monitores de piso, pues afectaría al sonido de sala. La situación es que todo el mundo está trabajando prácticamente al mismo tiempo, juntos, y por lo tanto, los egos deben quedar en la calle, fuera del escenario y del recinto.
Cuando hicimos el disco de C4 Trío y Rafael “Pollo” Brito, “De repente”, que gano el premio Latin Grammy de Ingeniería en 2014. Fuimos nueve los ingenieros y músicos que participamos, ya que la dinámica que se dio fue muy particular. Resulta que una vez que empezaron a grabar, apareció una fecha de entrega para un diario nacional, que lo incluiría en una edición especial de grandes cantidades. Esto implicó que, aún sin haber terminado de grabar los temas, ya me iban entregando material para que yo fuese mezclando. Dada la premura, el grupo tuvo que recurrir a varios estudios para poder terminar el trabajo a tiempo y por eso hubo tanta gente involucrada en la grabación. Debido a esto, los cuatros vinieron grabados de diferentes estudios, con distintos micrófonos y preamplificadores. Sin embargo, se logró homogeneizar todo el material de manera que no se notaran las diferencias. Lo que más me gustó de esta experiencia es que hubo tres generaciones de ingenieros involucrados. Así, mientras yo me ganaba mi primera estatuilla a los 53 años, el mayor del grupo, Eduardo Pulgar, apenas tenía 25 primaveras y todos estábamos defendiendo la música al mismo tiempo.
CV Darío Peñaloza
Ingeniero de sonido venezolano con 40 años de experiencia con estudios en Estados Unidos y Canadá. Ha dedicado su carrera principalmente a la música, tanto en estudio como en vivo, además de trabajar para el doblaje. Su trabajo como ingeniero de mezcla lo ha llevado a ser ganador de dos Latin Grammy (Ingeniería 2014, Instrumental 2018). Es docente en varias Academias de Audio en Latinoamérica y miembro activo de AES en la región.