Recientemente me encontré con el libro “Black Music / Free Jazz y Conciencia Negra 1959 -1967” (Editorial Caja Negra), de Amiri Baraka (1934-2014). Amiri fue un poeta, ensayista, escritor y crítico musical norteamericano con varios libros de música y jazz en su haber y en 1967 publicó este maravilloso libro que inicia con este enunciado: “La mayoría de los críticos de jazz han sido americanos blancos, mientras que los músicos más importantes no lo son”. Sin duda una paradoja y una fuerte crítica a quienes se dedican al oficio de hablar, reseñar, recomendar y criticar la música en los diferentes medios.
Justamente fue esta reflexión la que se quedó dando vueltas en mi cabeza y el motor inspirador de este artículo que presento en esta edición.
No, no es un artículo acerca del jazz, sino más bien un llamado, una crítica, una invitación constructiva a los periodistas que escriben de música en los medios, a los curadores de música, a quienes reseñan discos, canciones o grupos, a quienes tienen el poder de la pluma en los medios que dedican algún espacio a la música y en general, a quienes le dan su palabra a la música actualmente, pues creo que así como en el jazz, en muchos otros géneros, mucha de la música no recibe las palabras justas y la prensa que merece, debido justamente a que muchos de sus críticos hablan con un falso conocimiento de mundos que no conocen, no habitan y que no han explorado.
“Hablan sin conocimiento de causa”
Hace 25 años, cuando yo iniciaba la parte de mi carrera musical que tenía que ver con el periodismo musical, escribiendo de música y discos para importantes revistas impresas, así como press releases de nuevos lanzamientos para disquera multinacionales y programas de radio especializados, tenía clara una cosa: para escribir de la música, ésta no sólo se debía escuchar, sino también leerse, porque para emitir opiniones, primero había que forjar una opinión a partir de la educación y el conocimiento. Así que cuando tuve que reseñar música, me empapé de ella hasta el tuétano, antes de escupir siquiera una sílaba en el papel. No importaba si era música del mundo, jazz, rock, bossa-nova, hip-hop, trip-hop, industrial, electrónica, salsa o hasta música tradicional. Había que informarse y respirar a través de eso de lo que se escribía.
Vale la pena aclarar que todo esto sucedía en una época análoga y pre-internet. donde había que “rascar”; es decir, desde tomar una lupa, analizar y cotejar los datos impresos en letra pequeña en los créditos de los librillos de los discos, hasta recurrir a los medios impresos musicales que estuvieran a la mano (que no eran muchos). Así era el trabajo de los críticos musicales de esa época a la hora de escribir, hablar, reseñar o recomendar música (en cualquiera de sus géneros) a nivel editorial. Era una gran época para escribir de música, pues era un periodo de descubrimientos continuos.
Hoy todo está descubierto
Por eso resulta patético que en un presente con tanta información a la mano, con una red inundada de data y con la música al alcance de un click, se sigan encontrando a seudo periodistas que escriben de música sin sensibilidad ni conocimiento de causa. Selectores/curadores que descubren y recomiendan lo que una app ya descubrió y recomendó por ellos; en general, se siguen leyendo a críticos musicales que no se toman la molestia de investigar e ir un poco más allá y que siguen dándole el preciado espacio de la palabra a música que no merece ser escuchada, en vez de abrazar toda esa música que sí necesita ser leída para que sea escuchada.
“Es la banalización del conocimiento”
Aquí algunos ya me estarán prendiendo fuego en una hoguera, aduciendo que todas las opiniones son válidas, pero al contrario, creo que las opiniones en este contexto no deben ser gratuitas, sino que han de venir después de un esfuerzo previo y de la construcción de argumentos, y esos argumentos hay que construirlos mediante el estudio.
En otras palabras: “para hacer arroz, hay que saber hacerlo”. “Para escribir de música (la que sea), hay que leer, investigar, y contextualizar”.
Curar es hacer desaparecer una enfermedad y no hacer enfermar más. Curar la música es desaparecer la enfermedad de la ceguera auditiva y recomendar medicamentos en forma de música o canciones que sanen tanta enfermedad sonora que anda sonando por ahí. Es por eso que el trabajo de quienes abordan la música desde la palabra es tan importante, porque la mayoría de las veces, la música llega primero a las personas en forma de palabras, de letras o de artículos. Muchos la encuentran a través de alguna reseña publicada, en algún post en redes sociales, por algún programa televisivo o de internet, en algún blog o podcast, y ese, mis queridos amigos, puede ser el primer encuentro que una persona tenga con la música, con ese nuevo disco, con esa canción no descubierta, con ese nuevo grupo o vieja banda que no conocían. Es el primer encuentro para comenzar a esbozar el “me interesa” o “no me interesa”. La primera impresión. La que puede influir para que alguien comience a adoptar algo nuevo, un buen platillo sonoro o las sobras de una carnicería.
Por eso planteo estas preguntas:
¿Qué es lo que la gente lee de la música en los medios?
¿Quién lo escribe?
¿Quién lo recomienda?
¿Qué música le presentan a los lectores?
¿Qué tanto sabe de ese tema, banda, o canción la persona que lo escribe?
Si el lector tiene suerte, seguramente llegará a cierta música por recomendación de algún medio especializado o algún verdadero curador, pero si no la tiene, llegará a otra cierta música, por culpa de algún seudo crítico musical en un medio masivo, (réplica moderna de Raúl Velasco), que recicla a sus lectores con recomendaciones musicales desechables, del momento y basadas en sus escasos gustos personales.
Por eso, y regresando al planteamiento del libro de jazz de Amiri Baraka, es tan importante que quienes escriban de música sepan y respiren de lo que escriben, porque cuando se escribe de la música, se está siendo en mayor o menor grado, un crítico musical, labor que exige estar conectado con las cosas fundamentales del mundo musical, no importa si es rock, pop, clásica, electrónica o tropical. No es difícil, sólo se trata de investigar antes de escribir para entender contextos. Solo así, le llegará la música correcta a las personas que los leen.
Escribir de música es humanizar el sonido a través de las palabras para transmitir no sólo la data dura, sino el por qué de las canciones.d
Ahora, claro, esto es un diálogo de dos… del otro lado debe haber gente que quiera darle la medicina correcta a sus oídos y no siempre sucede, porque muchos escuchas simplemente seguirán alimentando de bacterias su tímpano, pero más vale que el pecado de la enfermedad no quede en quien escribe de la música.
Si la música se tratara de manera especializada mientras se abraza de manera masiva, el mainstream sonaría diferente y la realidad sería otra. Las personas podrían leer de manera más recurrente mejores reseñas y recomendaciones acerca de esas bandas o de esa música que necesita ser leída para luego ser escuchada.
¿Dónde está toda esa música que necesita ser escuchada, si ni siquiera se lee de ella?
Alemania, por ejemplo, que es el quinto mercado de la música más grande del mundo, ha ejercido una fuerte influencia en la música pop y rock del mundo desde sus sonidos mainstream, como el trance, el techno, o desde los artistas que sonaban en su radio comercial, desde la música clásica, hasta Herbert Grönemeyer, Scorpions, Rammstein, Dieter Bohlen, Tokio Hotel, Modern Talking o los pioneros Tangerine Dream y Kraftwerk. Esto no es fortuito; en Alemania no sólo hay el mayor número de conservatorios per-cápita en el mundo, sino que su mainstream ha mantenido una buena curaduría, no sólo en lo que llega a la radio, sino en la música que se lee antes de escucharse.
“Pero al final, se trata de informarse”
La semana pasada veía un reality llamado “Dance 100”, donde se ponía a prueba el trabajo de 5 “magistrales” jóvenes coreógrafos de baile con diferentes pruebas de coreografía. Una de las pruebas era que cada uno debía preparar un baile de época; de los cincuenta, sesenta, setenta, ochenta y noventa. La respuesta de la mayoría de los coreógrafos ante el reto fue: “Llamaré a mi mamá, porque no tengo ni idea de lo que pasaba en esa época en términos de baile o música”. ¡Ignorancia inaudita!
Aquí regreso a Amiri Baraka, quien lo tenía muy claro. Por eso enfurecía al leer reseñas de jazz hechas por personas que ni siquiera se tomaban la molestia de entender el contexto negro y mucho menos entender la razón de muchas de las piezas musicales magistrales de este género musical.
La vida real de lo que pasa con la música de la que se lee actualmente, no está alejada de lo que pasaba con los críticos de jazz de Amiri. “Pobre el lector, que ante el no conocimiento especializado, termina leyendo y escuchando el gusto musical desprolijo de alguien”.
Si los medios masivos en el contexto musical fueran más propositivos y especializados, la radio volvería a ser ese lugar al que quisiéramos regresar, o la prensa escrita/virtual sería el lugar de una nueva república de lectores y oyentes.
Creo que escribir de la música es una responsabilidad. Es una labor periodística y como tal, debe haber un conocimiento general de los temas que a ésta conciernen. “No deberían haber medios especializados, porque todos deberían estar especializados en lo que escriben”.
*Con más de 30 años de experiencia en el medio musical como Artista, Productor explorador sonoro, periodista, productor de programas de radio especializada, editor de revistas de música y DJ, Jairo Guerrero es considerado uno de los artistas de música electrónica más reconocidos de nuestro país. Su propuesta sonora abarca desde ritmos para la pista de baile, hasta ensambles como Techxturas Sonoras, que generan puentes entre la música electrónica y la literatura.
Es miembro de la Academia Latina de Grabación Latin Grammy además de haber sido nombrado mejor Productor y Dj de House en México por los DWMC Awards México y haber obtenido el primer lugar en el MXP4 de Ministry of Sound en Londres. Contacto: www.soyjairoguerrero.com