Gabriel Espinosa se ha tomado un tiempo de sus múltiples actividades en la ciudad de Demoin, capital del estado de Iowa, en los Estados Unidos, para venir a planear una gira de sus estudiantes en el sureste mexicano. Y dentro de esos días de arduo trabajo en la Península de Yucatán, también se ha tomado uno para llegar a la Ciudad de México, (donde no había estado en 27 años), a presentar su reciente producción, titulada “Bossas and Boleros”, que hace apenas unas cuantas semanas está ya en todas las plataformas digitales.
¿Cómo te definirías, Gabriel?
“Gabriel Espinosa es un romántico de corazón brasileño, con influencia del jazz, ese híbrido de tres culturas musicales lindas, como el jazz, la música de Brasil de los años 60 y 70 y la música romántica de México. Hemos sido muy bendecidos porque en Yucatán hay mucha música, muchos compositores que han trascendido nacionalmente”.
¿Con qué tipo de música empezaste? Eras prácticamente un niño, un adolescente, cuando ya tenías una agrupación…
“Sí, mi grupo, Los Deltons, comenzó tocando a Los Beatles, a Burt Bacharach, a Los Carpenters. Mis hermanos y yo nos identificamos con ese tipo de música. Nosotros no tocábamos cumbia, pero sí mucho Bossa Nova. Cuando nos contrataban sabían que iban a escuchar a Chicago, a James Taylor y a los Hermanos Castro, por ejemplo.
¿Cómo comenzó tu educación musical formal?
“Mi primera maestra fue mi madre; ella me enseñó a tocar la guitarra y a agarrarle gusto a la música. Me hice profesional a los 14 años de edad; veníamos de una situación económica que suele describirse como ‘pegados a la pared’, pero no comprometimos a la música por el dinero. Trabajamos casi una década tocando lo que nosotros queríamos tocar”.
“No sabía leer música durante mi época con Los Deltons, pero me di cuenta de que, si quería dedicar mi vida a ella, tenía que aprender de verdad. Cuando cumplí veinte años, me percaté de que mis amigos ya se estaban preparando para el futuro, ya estaban en la universidad. ¿Y yo? Entonces tomé la decisión y tuve la suerte de lograr una beca para estudiar cuatro años en el Central College de Iowa y de ahí fui a estudiar a Boston, al Berklee College of Music, gracias al apoyo económico de mi hermano”.
Pero, cuando quisiste ser maestro, surgieron otro tipo de necesidades.
“Bueno, me casé y con mi esposa decidimos radicar en Cancún, durante algunos años. Luego me surgió la oportunidad de poder conseguir un trabajo, como maestro, en los Estados Unidos, pero la condición era el grado de maestría. Si no tenía la maestría en Jazz no me daban el trabajo. A Dios gracias se abrieron las puertas de la Universidad del Norte de Texas, donde me familiaricé con los secretos de la big band, conseguí el título que me hacía falta y entonces comenzaron mis 27 años como maestro en el Central College de la ciudad de Pella, Iowa”.
¿Descubriste al bajo o el bajo te descubrió a ti?
“El bajo me descubrió a mí, porque yo era guitarrista y un día, en un baile, me dijeron: si tocas guitarra, puedes tocar el bajo. Me dieron el instrumento y pude tocarlo como si pulsara las cuatro cuerdas graves de la guitarra. Por eso, yo me considero un músico que toca el bajo. Yo no soy un bajista, bajista es Enrique Toussaint. En realidad, desde joven, yo me identifiqué más con la composición y el arreglo. Estudiar tres años en Berklee fue una bendición, fueron años fascinantes estudiando arreglismo todo el día”.
“Por otra parte, siempre he sido un admirador de la voz humana: Ella Fitzgerald, Sinatra… el jazz es vocal, así que en lo que yo hago siempre hay cantantes de jazz, aunque no siempre cantando, en sentido estricto, sino utilizando la voz como un instrumento más. Es mágico hacer temas en los que la melodía la lleve una voz humana, además de los instrumentos”.
Mi CD “From Yucatán to Río”, de 2009, fue la primera oportunidad que tuve de enlazar las dos corrientes, la música de Yucatán y la música de Río de Janeiro, con la que crecí muy influido en los años sesenta. La combinación ha estado conmigo toda mi vida. En esa producción tuve la suerte de contar con la participación del gran trompetista brasileño Claudio Roditi y de Helio Alves, pianista del mismo origen. Además, en todos mis proyectos, invito a bateristas brasileños, porque sólo ellos le pueden dar el color que mi música necesita”.
“El disco “Celebrando”, de 2012, me gustó mucho porque es una colaboración con el gran armonicista y vibrafonista alemán Hendrick Meurkens. Nos encontramos gracias a nuestra casa grabadora Zoho: incluimos en ese CD 5 temas de él y 5 temas míos y aunque utilizamos la misma banda, el proyecto suena variado. Nos complementamos bien. Ese trabajo lo presentamos en el Lincoln Center de Nueva York”.
“La mancuerna Meurkens-Espinosa funcionó de tal manera que, en 2014, decidimos hacer otro CD: ‘Samba Little Samba’. Aunque la atmósfera del trabajo fue distinta, era el mismo contexto y nos funcionó maravillosamente. Para esa producción invité a la gran clarinetista Anat Cohen y a Antonio Sánchez, que tuvieron conmigo su tercera participación”.
A propósito de este cuarto CD de Gabriel Espinosa, ¿cuáles pueden ser los puntos de contacto entre la música de Burt Bacharach y la de Armando Manzanero?
“Sin duda, son la melodía y la armonía. Bellas melodías y bellas armonías. Tú puedes tener una bella melodía, pero si la armonizas de una manera ramplona no va a sonar. En cambio, si utilizas acordes más llenos, la melodía lucirá mucho mejor. Hubiera querido entregarle este trabajo de forma personal a Armando, pero no me fue posible. Después de “Songs of Bacharach and Manzanero”, retomé a Gabriel Espinosa compositor en el CD “Nostalgias de mi vida”, de 2018. Incluí seis de mis composiciones y tres canciones mexicanas: una de Arturo Castro, otra de Sergio Esquivel y una más de Eric Germon, con la cual Los Deltons nos hicimos famosos en 1972, cuando ganamos un festival”.
“En el repertorio de mi trabajo más reciente, “Bossas and Boleros”, lanzado al mercado apenas en el mes de mayo de este año, incluyo composiciones propias y 3 de otros autores, porque me gusta arreglar, sobre todo las canciones emblemáticas de nuestra cultura, a las que hay que darles continuidad, pero con un sonido fresco, contemporáneo. En este proyecto hay temas que remiten a situaciones dolorosas, como ‘New Year’, ‘Amelia’, ‘First Responders’, ‘Pa’ Eugenio’ (Toussaint) y ‘22’. Recordemos que, de 2018 al 2022, pasamos por situaciones amargas y novedosas… y nuestras células sintieron algo que nunca habían sentido, aunque, después de las cosas tristes, ha revivido la esperanza”.
“El tema más representativo de la producción es “Mi Jarana”. Para los eruditos, el tema se aleja de los cánones de ese género. Estoy de acuerdo en que no se trata de una jarana típica, pero queda claro que es Mi Jarana”.
¿Es posible hacer una vida tan luminosa, como la de Gabriel Espinosa, haciendo el esfuerzo necesario?
“He sido muy afortunado, pues he contado con el apoyo de mucha gente. Desde luego que yo he hecho mi parte, pero, en mi caso, se han juntado muchas cosas. Pienso que eso le puede suceder a cualquiera, porque la vida es un rompecabezas de muchas partes: si uno no las busca y las acomoda, la misión no se completa. Siempre lucho por llevar mis ideas a buen puerto… y sólo cuando concluyo un proyecto es tiempo de comenzar uno nuevo. Hay que esforzarse lo más posible, evitar dejar huecos. Un músico verdadero no se retira; siempre tiene nuevos sonidos que concretar con esfuerzo, disciplina, una pizca de suerte y fe, convicción. La vida de los músicos es fabulosa. Hacer música, tocar, grabar, componer, arreglar, enseñar, vivir de la música produce felicidad”.
“En la vida personal de Gabriel Espinosa tiene que haber cuatro llantas convenientemente infladas, calibradas. La primera es Dios, la segunda es la familia, la tercera: la profesión, la cuarta: el compromiso social. No podemos descuidar el calibraje de nuestra vida; es necesario mantenerse con los pies en la tierra, sin perseguir fama o riqueza. Si el músico hace bien su trabajo, las bendiciones llegarán”.
Gabriel Espinosa en el estudio
“En el estudio utilizo un bajo Sadowsky, de cuatro cuerdas. En los conciertos uso el mismo bajo con un amplificador Aguilar y una bocina Epifani. Utilizo la tecnología básica, ya que prefiero obtener un sonido orgánico: piano acústico, batería acústica, mientras que en el estudio uso el bajo directo a la consola”.
“Los primeros cinco CDs de mi discografía los grabé en Acoustic Recording, de Brooklyn, Nueva York, con un gran ingeniero y músico llamado Michael Brorby. En “Bossas and Boleros”, el ingeniero fue Peter Karl”.
“Cuando tengo que grabar en Iowa, voy al Catamount Recording, en Cedar Falls, con el fantástico ingeniero Travis Huisman, y me gusta mucho mezclar y masterizar con Dave Darlington, en su Bass Hit Recording & Production, en Nueva York.
“En mis conciertos platico con los ingenieros y les explico qué es lo que busco en la mezcla final. Tengo suerte de estar rodeado de mucha gente amable y profesional”.