Por Jairo Guerrero (B-Liv – Techxturas Sonoras)*
Recuerdo aquellas épocas cuando la relación música-oyente era más profunda y comprometida, porque si querías escuchar o tener una canción específica, tenías cuatro opciones:
1. Esperabas a que sonara en la radio y la grababas.
2. Comprabas el CD.
3. Comprabas el vinilo.
4. Comprabas el casete.
Si se fijan, esta ecuación de las cuatro posibilidades le ofrecía un 75 por ciento de beneficio al artista, pues en la mayoría de las veces debías comprar su música. Hoy ya no es así.
Desde que nació el streaming hace unos años, la visita obligada que debías hacer a la tienda murió y la dinámica que el ser humano tenía con la música como objeto físico se distorsionó para convertirse en un extraño modelo de piratería con muchas lagunas legales.
Comencemos por definir streaming
Según Wikipedia, es la reproducción digital de archivos multimedia desde la red.
Mi definición es la siguiente: streaming es la práctica de escuchar gratis la música en formato digital desde diferentes lugares de la red, y quien lo hace se denomina streamer, que no compra lo que escucha y simplemente reproduce la música por inercia y de manera gratuita en sus dispositivos móviles (claro, a menos que pague una suscripción premium).
Esta dinámica, al haber sido desarrollada desde la óptica de programadores y no de músicos, desestabilizó la balanza de la Industria y resultó ser un modelo donde los desarrolladores, por supuesto, ganaron mucho, pero los músicos, productores, disqueras y demás entes involucrados en la creación musical, se llevan muy poco o nada.
El ejemplo puntual de esto se ve en Spotify (la plataforma más popular de streaming), que año tras año ha incrementado sus ingresos considerablemente. Al cierre de diciembre de 2021, sus ganancias se aproximaron a los 12 mil millones de euros a nivel mundial, de los cuales solo pagaron un aproximado de 7 mil millones a todos los artistas y bandas en el mundo, lo cual es desproporcionado.
Al respecto, Tony Visconti, uno de los productores más importantes en la historia del rock, productor de David Bowie y T.Rex, dijo: “Es repugnante el dinero que Spotify gana con los artistas. Según su tabulador, 12 millones de reproducciones apenas alcanza para pagar el almuerzo de dos personas. Es ridículo, no sé por qué está permitido. Esta plataforma vive de la música, pero no hace nada para apoyar esta cultura”.
Y si a la reflexión de Visconti le sumamos el hecho de que por ejemplo, en México (uno de los mercados más grandes) Spotify apesta el ambiente con sus billboards de Mansión Reggaetón, la afirmación “Spotify no hace nada para apoyar la cultura de la música”, se vuelve un presente más oscuro y literal.
Con todo esto en contexto, es evidente que el streaming se ha convertido en un problema económico para miles de artistas, ya que sin una normatividad clara por parte de la mayoría de plataformas, es un modelo que desangra a la Industria de la Música, a los artistas y a las disqueras; y aunque con los años se han venido encontrando mejores vías y modelos de remuneración, los artistas, sus derechos de autor, sus regalías y demás, se han visto afectados de manera profunda.
Frente a esta problemática, se ha creado un dilema interesante en el que varios de los actores involucrados creen que el mercado de la música se beneficia. Por un lado, Spotify estableció en una entrevista de hace años, que su servicio gratuito evitaba que la gente pirateara los discos, pero la gran verdad es que estas plataformas son piratas disfrazadas de corporación, al permitir streaming gratuito y lucrar de la música, ganando dinero por reproducción, suscripciones y por anuncios transmitidos en su plataforma, sin darle a los artistas lo justo.
Por otra parte, Emmanuel Zunz, fundador de la plataforma ONErpm, afirmó en una entrevista, que “Por ejemplo, en México, la piratería musical estaba disminuyendo gracias a estos sistemas de streaming”, pero esto es solo un lado de la moneda. Mi verdad como productor y ente involucrado en el negocio de la música, es que al mismo tiempo también se ha dejado de comprar música legal y ahora los artistas simplemente trabajan duro para hacer música que va a terminar de manera gratuita en los oídos del público.
Toda esta situación también ha creado una dicotomía entre disqueras globales e independientes, pues la posición de ambas es muy diferente frente a esta problemática; por un lado, para los labels indie (independientes), esta es una suerte de oportunidad para que la música de sus nuevos artistas llegue a más público, pero en cambio, para las grandes corporaciones, el streaming es una manera fácil de perder miles y miles de dólares en regalías no percibidas. De hecho, toda esta gran realidad es la razón por la que muchos artistas han pedido a sus disqueras retirar su música de plataformas como Spotify.
Pero no todo es malo
Este caos gris fue el detonante para la creación, hace unos años, de la plataforma Tidal, el servicio que sale de este concepto de piratería streaming.
Para explicarlo rápidamente, Tidal es una plataforma que, al haber sido creada y administrada por artistas (Daft Punk, Calvin Harris, Jay Z, Madonna y otros), tiene varias cosas positivas:
1. Es un modelo que asegura que lo que genere la plataforma se quede en los bolsillos de los artistas y no como está pasando con Spotify.
2. La calidad sonora. Es una plataforma que da la certeza de que la música se escuchará lo más cercano posible a como fue creada por los artistas; de hecho, la ventaja principal de Tidal se centra en la alta calidad de audio ofrecida, porque a diferencia de sus competidores, que se limitan a ofrecer una calidad de audio aceptable (pero no elevada), esta plataforma ofrece algo realmente innovador que les contaré a continuación.
¿Qué pasa con la parte técnica del streaming?
Las plataformas de streaming funcionan con diferentes parámetros de calidades de audio y lo divertido del asunto, es que así como en el mundo de la piratería de la música física, en el streaming también hay calidades. Y aquí les presento la comparación entre los dos referentes del mercado: Spotify y Tidal.
En una prueba de campo de calidad hecha por MusicScope entre Spotify y Tidal, esto fue lo que sucedió: En la calidad de reproducción de Spotify, la medición de frecuencias medias tan altas y los agudos sin definición, hacen que las líneas graves no se destaquen, haciendo que el sonido general sea más bajo, más plano y sin matices; muy diferente a lo que se aprecia en la curva de sonido de Tidal, que al no eliminar frecuencias agudas del todo y controlar la parte media de la música, esta hace que el sonido tenga muchos más matices, que el grave sobresalga, que el volumen sea mejor y que aunque las frecuencias de los 16 a los 21 KHz que respeta son imperceptibles al oído, todo esto en sumatoria, hace el sonido más brillante y con cuerpo.
¿En términos mortales, esto que significa? Sin llegar al tecnicismo, les invito a que conecten su celular a un sistema de audio de calidad media, dejen sonar la misma canción reproducida desde Spotify y desde Tidal y escucharán inmediatamente la diferencia.
En palabras vulgares, escuchar la música en Spotify es como escuchar música grabada de la radio, en un casete y en una vieja grabadora estándar de los ochenta frente a escuchar música en Tidal, que es como haber ido a comprar el CD en una tienda y reproducirlo en un buen estéreo casero. Sin embargo, la calidad cuesta y por eso, la fidelidad de Tidal es más costosa. Por esta razón creo (y lo digo con una sonrisa), que Spotify es el casete pirata de las plataformas de streaming.
Les dejo esta liga para que en medio de tanta falta de calidad del sonido, puedan elegir unos audífonos que compensen esta deficiencia: auribluz.com/mejores-auriculares-escuchar-musica/
¿Qué pasará?
Creo que justo como cuando apareció Napster o como cuando Apple presentó el iPod, las plataformas de streaming han revolucionado el negocio de la música y la manera como interactuamos con ella. Y aunque la relación música-oyente ha cambiado, la Primea sigue haciendo su magia, aunque haya dejado de ser un producto tangible y haya perdido el misticismo de ser un objeto físico.
A pesar de todo esto, definitivamente estamos en un momento interesante y lleno de oportunidades aún no exploradas para que los involucrados en el negocio del entretenimiento y de la música replanteen su modelo y tanto los artistas como las disqueras busquen nuevas interconexiones y sean creativos en la manera como se reinventa la experiencia de la música en el entorno digital y la forma como está llegando la música a las personas.
*Con más de 30 años de experiencia en el medio musical como periodista, productor de programas de radio especializada, editor de revistas de música, productor y DJ, es considerado uno de los artistas de música electrónica más reconocidos de nuestro país. Con más de 200 producciones firmadas en diferentes sellos discográficos, su propuesta sonora abarca desde ritmos para la pista de baile, hasta ensambles que generan puentes entre la música electrónica y la literatura. Actualmente es miembro de la Academia Latina de Grabación Latin Grammy, donde participa con “Madre Cumbia”, su más reciente disco. Contacto: www.soyjairoguerrero.com